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AGRUPACIÓN DE PEÑAS AMIGAS DE LA ZONA SUD

REVISTA DE DIFUSIÓN
"RECUERDOS DE NUESTRA TIERRA"
AÑO 5 - REVISTA
22


 La venganza de los Guaraníes  
Las Madres indias también tienen corazón

Una semana atrás las tropas al mando de Francisco Bedoya habían exterminado a toda la población de una aldea india, treinta y tres familias pagaron con su vida la negativa a enrolarse en las filas de los enemigos de Artigas, el famoso caudillo oriental. Era explicable entonces la zozobra que sentían los habitantes de Corrientes de saber que las tropas artiguistas se acercaban, setecientos indígenas guaraníes al mando de Andrés Guacurarí y Artigas, indio educado en las antiguas misiones jesuíticas y conocido como Andresito. Estábamos a mediados del año 1818, se trataba de hombres fogueados en cien batallas, veteranos de la lucha contra los portugueses. El terror dominó a los pobladores de Corrientes los indujo a enterrar en las afueras del caserío sus más preciados tesoros y joyas. Sólo Francisco Bedoya optó por ocultar sus riquezas en el jardín de la mansión que ocupaba, ingenuidad, porque sería despojado por su criado, indio de la tribu aniquilada por Bedoya. Mientras tanto los vecinos de la ciudad intentaban idear alguna defensa. El ejército indio entró en la ciudad en perfecto orden, ocupando la plaza mayor, nadie mostraba deseos de venganza. Horas después Andresito y sus oficiales asistieron a misa en la Iglesia de San Francisco, su aspecto era lamentable, vestían jirones y un chiripá por toda ropa, su armamento impresionaba por lo precario, antiguas armas de fuego, lanzas, arcos y flechas. Al finalizar el acto religioso alrededor de doscientos niños indígenas, esclavos de las principales familias de la campaña recientemente liberados por Andresito, esgrimiendo armas adaptadas a su tamaño, conducían prisioneros a un número igual de niños blancos, hijos de las familias a las que ellos habían servido. El cautiverio benigno, duró una semana, al cabo de la cual el jefe indio llamó a las madres y les devolvió sus pequeños, recordándoles" que las madres indias, también tienen corazón". Días después, Andresito dispuso que se organizara una fiesta, a la que debían sumarse los vecinos y los indios de su tropa. Sería una fiesta simple, y en su transcurso los indios guaraníes representarían dramas sacros enseñados por los jesuitas. Entre las que más le agradaban estaban "La Tentación de San Ignacio", cuyas danzas eran interpretadas por estos hombres de rostros feroces, con total soltura y gran delicadeza. Pero el temor había alejado a los blancos, entonces solo la tropa de Andresito rodeo el precario escenario. El desaire fue tan grande que el jefe indio no estaba dispuesto a perdonarlo, por ello a la mañana siguiente, los tambores convocaron a la plaza a los vecinos y un portavoz transmitió las órdenes del jefe indio: los ciudadanos más respetables y adinerados debían hacerse presente de inmediato, la noticia sumió a los convocados en el más hondo pánico, hubo llantos, rezos, despedidas, invocaciones al Señor, puesto que para ellos había llegado la hora de la degollación. Una vez reunidos en la plaza, Andresito hizo que se le distribuyeran palas y azadas, rogándole en amable tono y con excelentes modales que limpiaran el lugar de hierbas malignas, estas eran abrigo de alimañas, peligro para los niños y las mujeres, constituían un horrible espectáculo en una ciudad que estaba orgullosa de la cultura de sus habitantes. Al caer el sol una desconocida pulcritud imperaba en la plaza, los pastos recortados y canteros primorosamente diseñados, a la vez que yacían exhaustos los artífices de tanta belleza. Rodeándolos estaban los indios, setecientos rostros amenazantes que, a la señal de su jefe estallaron en una ensordecedora carcajada. El viejo Sherhisha, cómico de la tropa imitaba las grotescas posturas de los mortificados obreros, después se agregaron músicos y la tortura se convirtió en una fiesta. Solo a su fin la tropa india se retiró tan silenciosa como a su llegada. Andrés Guacurarí y Artigas había tomado desquite a su manera.

Información extractada de Enciclopedia Abril, Educativa y Cultural S:A. Editor César Civita. Avalada por el Instituto Geográfico Militar.

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