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MARTÍN ALEMÁN MONICO

"Yo soy ese cantorcito /que canta en los arenales/ y a veces se vuelve grito/ machao pa’los carnavales”.

 

 

La tierra de Anta le devora los silencios. Con su sol abrasador, el monte extendiéndose infinito y  el hombre encadena su sombra para que no se escape por las huellas dejadas en la arena.  En ese lugar la baguala se hace dueña del espíritu del hombre para que su grito se hunda en la sombra de los quebrachos. Si no lo conociese a Martín Aleman,  con solo escuchar su voz, lo imaginaría de coleto y guardamonte sacando un toro bravo de medio el monte o tal vez hacha en mano midiendo un quebracho. Sus letras traducen las vivencias de quien siente y conoce lo que escribe y canta.  “Canto del cosechador”, “La abuela sancarleña”, “La arena es piedra  vencida”, “La de Anta”, “El molino de Cachi”,” Quiero cantarle a mi tierra”, “El violín del violinero”,” La shulka”, “Zamba del violinisto”, “Chamarrita del pescador”o           “Pa’no ofender”solo por nombrar algunas de las pinturas musicales  que muestran a este artesano del canto nuestro..

 

Anta, tierra querida

 

-¿Cuando nace Martín a la música?

-Desde muy pequeño.  Yo me crié en un pueblo llamado Tolloche, en los límites de Salta, Chaco y Santiago. Es el l último pueblito de Salta en la línea de trenes que va a Resistencia. Sus habitantes eran puesteros y hacheros. Ellos fueron quienes sembraron en mí el amor por la música del litoral.  Los puesteros, los gauchos de ahí hacían bagualas, coplas, chacareras, no se cantaban zambas.  De ellos tomé la costumbre de hacer coplas, que después se convierten en canciones, desde hace más de 50 años. Aunque voy despacito debo tener 60 o 70 canciones compartidas con otros autores.

-¿Cómo era ese pueblo?

.-Tolloche era un pequeño caserío alrededor de la estación. Obrajes y las casas serían unas veinte, sencillas, más bien ranchos donde vivían los hacheros.  Nosotros vivíamos en una casa que era de la administración de esos campos.  Mi papá era el encargado. Mi casa estaba hecha toda en tablas, allá se llaman costaneras a la madera de quebracho grande… Integra de quebracho ¡Hasta el cielo raso! Una hermosura. Pisos de ladrillos, techo de chapa. Era  muy confortable para esos lugares.
 

-¿Le has escrito a esa casa?

-¡Sabés que no! Me acabas de dar una buena idea.  Recuerdo que en el patio había un algarrobo blanco grande y uno colorado inmenso sombreaban la casa. Los paisanos erróneamente le llaman flor a un racimo rojo, que realmente es el fruto, en vez de la flor amarilla muy chiquita.  A la chacarera  “Como la flor del quebracho” la hice recordando a ese árbol de mi infancia. Al lado de la casa teníamos un anexo.  Como un rancho con techo de tierra fresquísimo. Ahí comíamos, jugábamos, pasábamos la mayor parte del día. El patio era como un asfalto.  No se permitía crecer ningún yuyito por las víboras.  Es una zona donde no se conoce los jardines ni el césped. La temperatura sube a más de 40 grados ahora en el suelo calculo que es de 60 grados por lo menos. No se podía andar descalzo. Anta es un lugar muy duro para vivir.  No había luz, ni gas, ni agua.  El calor que hace cuando se levanta el viento norte es indescriptible.  Juntábamos agua de lluvia, cosa que sucedía muy de vez en cuando o de algún pozo que ocasionalmente conservaba el agua…con arsénico.  Todos los que vivimos allí estamos acostumbrados a recibir bajas cantidades, ya estamos inmunizados. Sin embargo yo era feliz porque andaba con los hacheros.  Era una vida hermosa.

 -¿Conociste a tus abuelos?

-Sí,  mi abuelo materno era un rico hacendado, el papá de Abelito, se llamaba Abel Mónico Gorriti, y el paterno Ezequiel Aleman.  Un día revisando un libro de don Alfonso Carrizo leo “estas glosas fueron  dictadas por don E. Aleman, en El galpón, Salta”.  A esas mismas les puse música y las titulé “Recordarás vida mía”.   Mi abuelo cantaba con caja, mi papá tocaba la guitarra y cantaba unas chacareras viejísimas, tocándolas de una manera particular en la guitarra con clavijas de madera. Calculo que serían o “Miel de kella” o “La chicharra cantora”.  Esas eran las canciones que cantaban los paisanos de mi zona, más de eso no sabían los viejos violinistas.  El tío Abel con don Francisco Sánchez las recopiló y las hicieron conocer, vaya a saber de quienes serán y cuantos años tienen. Eran épocas que se usaba tocar mucho el violín y ahora lo están descubriendo.  Siempre se usó entre la gente del monte de Salta y Santiago, desde que les dejaron su enseñanza los jesuitas.  Tocaban esas canciones con cualquier maderita.

-el violín hechizo.

-¡Claro! El otro día, el tío Abel me hizo escuchar a un violinista que tocaba las canciones dedicadas a recibir los animales encargados de hacer las pechadas o las frenadas para carnavales.  animaba los bailes toda la noche mientras los jinetes pasaban de un  lado a otro sin tocarse, venían enfrentados a todo galope y frenaban bruscamente tratando de no chocar…diversiones de tiempos idos.

-¿Como se llamaban tus padres?

Papá  Fernando era muy permisivo solo decía “Andá con tu madre” y mamá Ramona Mónico,  a quien  todos llamaban doña Turca era de fuerte carácter. Por ella estoy acá.  Nosotros vivíamos en el campo y pretendíamos seguir allí viviendo como los puesteros o los hacheros.  Pero mamá se opuso firmemente, no quería que sus hijos sean burros cargados de plata, nos obligaba a estudiar. Para ello nos llevó primero a El galpón y después a la ciudad de Salta, donde entrábamos al Colegio Salesiano en marzo y salíamos en noviembre.

-¿Que recuerdos tenés de ese tiempo?

-Muchos, los salesianos forman parte de una orden con la educación muy estricta, peor que el servicio militar, cualquiera te lo puede afirmar.  Pero yo les reconozco que me formaron metódico  responsable con una serie de valores importantes para la vida. Lo único malo fue que siempre hemos estado separados los cuatro hermanos a raíz de nuestra educación, nunca hemos hecho vida de hermanos, a medida que crecíamos nos desparramaban para estudiar. Fui compañero de Ariel Petrocelli y dos años después de Hugo Alarcón, y el guitarrista clásico Núñez.  A las clases de música les daba poca importancia, me gustaba más escribir.

 

El camino de la creación

 

- ¿Cuál fue tu primer escrito?

-Escribí siempre coplas. A mí me gustaba tocar la guitarra, pero como nunca tuve una propia, cuando me la prestaban tocaba mirando las manos de los otros. Fui a estudiar ingeniería en Tucumán. Un  día una tía en cuya casa paraba me dice “-M’hijito usted no puede seguir así, yo tengo un amigo que enseña a tocar guitarra y quiero que vaya a aprender con él”- Era nada menos que don Nabor Córdoba, autor de “La añera”.  El me enseñó las primeras notas…fue entonces con apenas 17 años que hice una zamba dedicada a una chica, se la mostré y le gustó tanto que después se la enseñaba a sus alumnos, de esa manera sé que la cantaban entre el estudiantado y allí se quedó desde 1957. Yo no la canto nunca.

-¿Con qué canción pensaste que lo tuyo era válido, que ibas por el camino correcto?

-Cuando poetas importantes de Salta me escucharon con atención. Te estoy hablando de Castilla, de Espinosa.  Con Atahualpa Yupanqui me pasó una cosa muy curiosa. Estando en Mar del Plata fui a verlo actuar en un  teatro, cuando termina, busco el libro “El payador perseguido”, que me había regalado mi mujer, y lo voy a ver al hotel Provincial. Me presento y le pregunto-“¿Será posible que me firme el ejemplar?”. Y él muy serio me preguntó -“¿Y usted lo leyó?”-,-“¡Por supuesto!-” Le digo. -“¿Qué hace usted?”- Y yo le contesté lo que dicho a mucha gente: -“Desde las 6 de la mañana hasta las 6 de la tarde soy ingeniero, después soy coplisto” Y era verdad.  Yo salía de mi trabajo en pleno centro y me olvidaba por completo de mis tareas cotidianas.  Venía a casa pensando en una canción, una copla. Don Ata desconfiado  me dice –“Si usted hace coplas ¿Porqué no me dice una?”- ¡Que apuro! Recordé la que dice “Yo soy ese cantorcito/ que canta en los arenales/ y a veces se vuelve grito/ machao pa’los carnavales”.

Escuchó atentamente, y cuando termino me dice una suya. Y me sorprende con un -“…Y ahora le toca a usted”-Mientras caminábamos hacia la salida él me decía una y yo le respondía con otra.  Nos despedimos, caminé unos pasos y me di vuelta.  Estaba solo en la puerta.  Pasados los años siempre me pregunté porque no lo habré invitado a cenar. Yo sabía que era bravo en sus juicios. A Castilla lo vi cuando estaba haciendo “La arena es piedra vencida”, la leyó y cuando llegó a la última copla que dice “Y en caballos de arena/ viaja el silencio” la repitió en voz alta y profunda la frase. Ahí me di cuenta que no estaba tan errado.

-¿Quien fue el primero que cantó tus canciones?

-Irene Tapia fue la primera que grabó pero el primero que las cantó  en público fue el turco Cafrune. Esa canción fue la última que cantó en Cosquín antes de su muerte.

-¿Cómo lo conociste?

-Él era amigo de mi tío Abel Mónico Saravia, quien siempre le hacía escuchar mis canciones. Un día nos encontramos en Buenos Aires pero al presentarme como ingeniero no me dio importancia. ¿Qué va a escribir? pensó… (Esto me lo confesó mucho después).  Pasado un tiempo decidí visitarlo en Los cardales.  Estaba solo en su casa, empezamos a tocar una canción cada uno y le conté quien era. Emocionado me dijo-“Mirá Martincito, vos has vivido la infancia y la juventud que me hubiera querido tener. En cambio yo la viví en el bar “Madrid” sirviendo vino a los borrachos”- Desde ese momento supo que lo que yo contaba y cantaba era lo vivido.

-Es importante saber sobre lo que se dice.

-Importantísimo, no es bueno inventar, las canciones sin fundamentos no perduran en la memoria del pueblo. Yo pienso  que el folklore se ha hecho grande por las canciones de creadores como Carmona, o Atahualpa, Castilla o Dávalos entre otros,  quienes han sabido trasmitir lo vivido. Era común que uno haga una canción y otro la interprete por ejemplo se ponía de moda “Los sesenta granaderos” y la cantaban todos los conjuntos.  Ahora no.  El artista dice –“¡Ah! Ya la grabó fulano, no puedo hacerla yo”- A mí me parece un  error, lo que se debe hacer son versiones, sino a Atahualpa Yupanqui no lo cantaría nadie.  Además los jóvenes que empiezan a cantar se les da por componer y lamentablemente la naturaleza nos repartió dones que no siempre son los que ansiamos, sino todos seríamos Favaloro o  Bangkok.  Es al cuete, el que sirve para cantar debe hacer eso…puede ser que les salga una canción pero no todas. Ahora todos son cantautores. El  otro día escuchaba contar a un chico que estaba haciendo un disco y en el mes había hecho 15 canciones. ¿Cómo hizo? ¿Sabés cuantas canciones escribió Julio Espinosa en toda su vida? yo no creo que tenga más de 10, el Cuchi no llega a 80 y  el mismo Yupanqui no tiene 2000 canciones. Tal vez estos chicos guarden la ambición de poder cobrar derechos y lamentablemente les pagan $ 2.

-¿Cuando te encontrás con ellos, que les decís?

-Como no soy quien para dar consejos, si me preguntan  opino que no deben pedir palmas, ellas deben venir solas. Cuando anuncien sus temas nunca usen el diminutivo, y sobre todo agregar al título “a ver si les gusta”. Si les gusta o no es un problema de los otros. Generalmente me preguntan –“¿de donde salió usted?”- De la cocina de mi casa, les respondo sin problemas (se ríe abiertamente).

-¿Cual es tu ritmo preferido para escribir?

-El chamamé, las litoraleñas en general.  Es el ritmo que yo tengo adentro desde muy pequeño. Esa era la música que me dejaron los hacheros.  En Tolloche no había instrumentos, solo vitrolas donde giraban los discos chamameceros.

-¿Como nace el candombe “M’bote”?

-Mitad aquí y mitad en África, donde estuve trabajando.  Un día me llamó la atención que no hubiera negros en nuestro país.  Me explicaron que se debía a las guerras de la independencia, por la falta de adaptación al clima, porque mixturaron su sangre. Así que un día comencé a escribir “Donde te fuiste negro/ bebiendo el aire por las narices/ mostraba el lomo las cicatrices/que te dejara tu condición”…Después me fui a trabajar a un pueblo perdido en medio de la selva que se llama Bokungu, en la República Democrática del Congo y allí mirando trabajar a los negros en las obras de provisión de agua me preguntaba cuantos de sus antepasados habrían ido a parar a América en calidad de esclavos.  Por eso le pongo matata mingi, una expresión que significa un gran lío en zuajili, m’bote quiere decir adiós, una forma de decir que desapareció esa raza. Esa es la historia.

-¿Comenzas a crear los temas por la letra o la música?

-Yo pienso que si una poesía está bien hecha tiene música en sí misma, es más fácil…pero hay que encontrarle esa musicalidad.

- El nuevo CD “A veces canto” es el tercero de tu discografía.

-Sí, pero los dos anteriores “Martín Alemán, por sus amigos “y “Alas del alma” no tenían valor comercial, los hice para que  los escuchen los amigos.  A mí me parece que es la mejor manera de presentar armadita una canción. La idea de sacar “A veces canto” viene por insistencia de amigos comunes, que me querían acompañar Bocha Martínez, Ternán, Francisco Heredia.  Solo puse la condición que no hubiera ensayos, que cantáramos como se canta en un asado para dejar un recuerdo, solo tienen que seguirme porque yo estoy dentro de la medida pero adentro divido como a mí se me ocurre, en cambio ellos están estructurados , y así lo hicimos.  Fijate que Quique Ponce no se mete en el medio, yo canto y él hace “ñeñeñe” al final, Ternán también renegaba.  Yo les dije” no me cambien, no quiero ser artista” canto solo para los amigos, cruzado soy. Sé que no soy negocio para ninguna grabadora, todas las canciones de los tres discos no están repetidas y están grabadas de una sola intención.

-En este material incursionaste en la música de Cuyo.

-Sí, lo hice con una tonada.  Me encanta escuchar los maravillosos guitarristas cuyanos. A mí no se me puede ocurrir tocar una tonada.  Pero el Bocha Martínez me dice -” Tengo la música de una tonada, ¿le podés hacer la letra?”- Lamentablemente es el creador de músicas inconclusas, termina una cosa y dice –“No, no me gusta”- y la tira aunque sean canciones hermosas. Así que como era de esperar cuando terminé la letra no le gustaba la música, en marzo nos encontramos con Roberto Palmer y me pide –“Martín ¿Tenés algo para que hagamos juntos?”-En ese momento me acordé de la tonada, como Bocha daba muchas vueltas se  la mandé en definitiva y Roberto la cantó en España y me mandó el CD  grabado. Y como no ponerlo como una yapita, como un homenaje al amigo semejante cantor y buena persona. Eso va como un gusto mío en el disco.

 

Hombres del monte

 

-¿En Tolloche es donde nacieron y crecieron los personajes a los que les has escrito?

-Sí… ¡Son tantos! Hace poco escribí “Romance del zurdo López”.  Un hachero al que conocí durante mi infancia. Guardo en mi memoria como si fuera una foto su figura: alto, canoso, delgado y fibroso.  Siempre riéndose.  Hablaba poco pero reía mucho, no era cantor.  Generalmente los hacheros silban mientras hacen su trabajo. Fui amigo de sus hijos, compartía sus tortillas de grasa, su mate cocido. Él fue quien me enseñó como manejar el hacha con la mano derecha o la izquierda, a ver en que lugar tenía que golpear el árbol para que no se me caiga encima.  Solía  decía “-Lo estoy midiendo al quebracho”- frase que puse en la canción.

- ¿Quién fue Sotero Escalada?

 - Un criollo a quien le debo las enseñanzas de enlazar, pialar, seguir una huella, todas las tareas de campo, lástima que ahora ya estoy viejo para esas tareas. A él esta dedicado el tema “Viejo puestero”. Un puestero es la persona que se ocupa de llevar una cantidad de animales desde una determinada zona a un campo. Por eso yo no uso ropa de campo. Pienso que se debe usar de acuerdo al trabajo que se está haciendo,  sino me sentiría disfrazado. Te voy a mostrar algo que guardo de recuerdo de esos tiempos. (Se va al interior de la casa y vuelve trayendo emocionado entre sus manos unas hermosas espuelas labradas) Estas espuelas todavía conservan el olor de los corrales. ¡Cuanto tiempo las usé allá por los 10 años! Eran de mi padre. El artesano que las hizo tuvo el cuidado de hacerles el sonido de las rodajas,  una aguda y la otra grave como debe ser, se acompañan en el andar como una música.  Uno se siente acompañado al entrar con ellas al monte.  Es bravo.  Una vez casi me mato por sacar un vacuno tratando de enlazarlo entre las ramas de algarrobos, quebrachos, monte bajo, espinillos, garabatos y arenal.  Arenales por todos lados. No solamente hay que tener buena vista sino un caballo bueno y ágil.  Sotero Escalada era terrible, se metía en cualquier momento al monte y volvía con el animal enlazado. Solo se sentía ruido de ramas quebrándose, y sus gritos al lograr enlazarlo. El toro baja la testuz y se mete nomás, no le importan las ramas ni las espinas. Esa era justamente la diversión de los paisanos sin medir las consecuencias, ahí se demuestra la vaquía del criollo. Los que andan vestiditos para desfiles se matan al metro de entrar al monte. Me causa gracia escuchar hermosas zambas que hablan de Anta, Castilla, Leguizamón, Argamonte habrán pasado por allá pero vivir es otra cosa…Ahora le estoy poniendo música a una canción dedicada a don Yanacón del puesto Lecherón, situados más arriba de Tolloche para el lado del Chaco.  Su oficio era el de tigrero.  No los mataba por diversión ni para sacarles el cuero sino por encargo porque el puma andaba comiendo los animales. Se atrevía a enfrentarlo solo acompañado de su puñal y su poncho y los mataba.

  –“Winchi no patrón-decía-así tiene que ser mano a mano”-La zamba la comencé diciendo “Ahí anda don Yanacón /por los montes de su Chaco/ lo van rodeando los perros/ y el humo de su tabaco”-.

-¿Viste peleas a cuchillo?

-Sí, vi pelear por pavadas. El vino los hacía desconocerse. Don Sotero Escalada era uno de ellos, en toda reunión seguro se trenzaba con don Policarpo Enrique.  Eran amigos, medio parientes pero su diversión era esa, y se tiraban cada puntazo.  Parecían gatos, no creo que se quisieran matar, a veces se herían. Para los días de los difuntos había más difuntos en las carreras.

-¿Como eran los bailes?

-Bajo los algarrobos con piso de tierra. Había algún acordeonista  y a veces violinistas que tocaban dos canciones que repetían toda la noche y con esas nomás se bailaba hasta el amanecer.  Se tomaba cerveza negra caliente, vino muy poco porque llegaba en bordalesas y se picaría…no sé. Todos cantaban bagualas que salían desde el centro mismo del pecho, cada uno de una manera particular, de esa manera vos sabías quien era por la forma de entonar, por eso en la chacarera “Como la flor del quebracho” yo digo” igual que palo campana/ si un canto soy de lejos/es que van diciendo quien soy”

                                                                                Graciela  Arancibia

 
 
 

 

 


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