Página declarada de Interés Cultural por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires por Resolución Nº 374/07 del 15/11/2007
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VESTIMENTA

MODA Y ESTILO DE VIDA   

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cultural



Dibujos de vestimentas diversas  con explicación de épocas 1780  al 1900 y por zonas geográficas

 

 

HISTORIA:

Al decir "Gaucho Colonial" estoy significando la palabra Gaucho hasta poco antes de 1815/1816. Vestía este, chaqueta corta que no pasaba de la mitad de la espalda, con cuello, puños y solapas de terciopelo; camisa blanca con cuello largo, corbatín negro chaleco de raso o de tela brillosa con dos o tres botones, muy abierto con solapa por donde se asomaba una especie de "jabot".
El pantalón, ceñido a la pierna, a la que llamaban calzón español, llegaba hasta más debajo de la rodilla, y estaba abotonado al costado cuatro botones y una pasa cordón que se anudaba rematado con 2 borlas de color; desde allí seguía hasta los tobillos una especie de calzoncillo, ensanchándose de arriba hacia abajo y rematado este con flecos y bordados que se llamaban "cribos". A esta prende se le llamo calzoncillo "cribao"; una faja angosta, o fajín ceñido de color oscuro, anudándose al costado izquierdo cayendo sus puntas, sujetaba el pantalón. Este pantalón o "calzón español" comenzó a desaparecer cerca de 1820, siendo reemplazado por el chiripa. Este "gaucho colonial", o primitivo, usaba "botas de potro" a las que le sacaba las puntas, por donde se asomaban los dedos de los pies, es decir las despuntaba. Esto lo hacia así pues hacía heredado de los indios "pampas" su forma de estribar, que consistía en afirmar los dos primeros dedos de cada pie sobre un nudo hecho en cada extremo de un tiento retorcido que cruzaba el lomo del caballo.
A este rústico estribo se le llamó "pampa" y a los nudos de cada extremo "botón pampa".
Su arma era un cuchillo, al que llamaba "alfajor" que calzaba adelante en la cintura. Esta denominación deriva de alfange una especie de sable corto y curvo, con filo solamente por un lado, y por los dos en la punta, también uso un cuchillo largo y recto al que llamaba "faca", de origen andaluz, y del cual derivaría después otro de hoja más ancha llamado "facón".
Completando su vestimenta usó un sombrero cónico, rígido de ala mediana, con barbijo esto consistía en un pequeño lazo o cordel que cayendo desde el costado del ala se unía a la misma altura del otro lado, y servía para sujetar el sombrero a la cabeza. También usaba un poncho o "manteo" que derivaba de manta, que generalmente llevaba doblado sobre el brazo izquierdo o el hombro del mismo lado. 

A partir de de 1816/1817

El calzón español que venía usando el gaucho colonial desde antes de 1810 fue desapareciendo paulatinamente desde 1815/1816, aproximadamente, siendo reemplazado por el chiripa a tal punto que ya en 1818 no había ninguno que usase esa primitiva prenda hispana.
El chiripa, que en quichua significa "para frío" es decir para protegerse del frío, lo venían usando los indios desde antes de 1810, e inicialmente y en particular los indios pampas lo usaban "jerga" mientras que los españoles y criollos la denominaban "bayeta", y era de muy baja calidad.
También este chiripa fue usado antes de 1815 por gauchos humildes, gauchos pobres, especialmente para trabajar.
En lo referente a los colores el gaucho sureño los usaba de color beige o bayo como solía llamar al color marrón claro y también al gris; tenía guardas o bandas listadas en los costados de color blanco, marrón oscuro, crema; si eran de color oscura las bandas laterales eran más claras. En todos los casos dichas guardas o bandas listadas eran bien definidas es decir los colores no se esfumaban o fundían entre sí (degrade).
También se usaba el chiripa con una franja o banda de colores por el medio. 

 

VESTIMENTA DE LA PAISANA ARGENTINA

Erróneamente los llamados nativistas, en la presentación de sus conjuntos o grupos de baile, llaman al vestuario femenino traje de china, confundiendo los términos y adjudicando, en una generalización poco feliz el calificativo de china, a todas las mujeres de nuestro campo, siendo que éste se aplicó originalmente a un tipo femenino bien definido, que deambulaba con los soldados, etc. de costumbres y profesión, bastante más que dudosas.
Algunos otros grotescos errores son también cometidos con respecto a su vestimenta en las representaciones artísticas,

De inventarios y otros documentos, en los Archivos de  Buenos Aires,  Córdoba, La Pampa, y la region Cuyana. hemos extraído una lista de prendas de uso femenino en la campaña, hacia fines del Siglo XVIII, a saber: camisas de Bretaña, anchas o angostas, labradas con seda Tancay o seda negra y otras de roan labradas con hilo de algodón azul, otras de lienzo de algodón, y también de Bretaña pero con mangas de cambray: polleras de telas diversas y colores vivos (coloradas, verdes, etc.) y con bordados y galones en su parte inferior; enaguas de lienzo; corpiños o apretadores de crea; rebozos de bayeta de Castilla, con galones y bordados o sin ellos, en colores verde, azul y negro; medias de seda y de algodón; zapatos de tela y de cuero fino.

De todo lo hasta aquí dicho y transcripto, creemos que podemos dar muy claramente, una idea del carácter, vestuario, peinado, etc., de nuestras mujeres de campo, estancieras, paisanas y aun chinas, en el período que estudiamos, de 1780-1820, con todas las salvedades que sobre generalización, etc., hemos hecho con respecto de los hombres. En primer lugar, no parecen caber dudas que las estancieras, mujeres pueblerinas y paisanas, en general, además de los atributos de belleza característicos de las mujeres, que tanto subrayaron los viajeros, referidos a la tersura de su piel, a sus grandes ojos, muchas veces oscuros, pero también azules, a sus cabellos negros, gracia de formas, etc.,

 La paisana tenia una simpatía especial, buen trato, dulzura y cortesía, totalmente naturales, que aumentaban sus encantos y las hacían sobresalir frente a los hombres que resultaban, en comparación, rudos, secos e introvertidos, o parcos, cuando no taciturnos y groseros, a despecho de la hospitalidad y sobria cortesía características de nuestros hombres de campo. Diferente parece ser el caso de las chinas mucho más mimetizadas con los más bárbaros, duros y crudos de nuestros gauchos, tenían como ellos aspecto desaliñado y sucio, a veces casi varonil, muchas francamente desagradable.

Sin otro maquillaje que un buen lavado con agua pura y fría, de aljibe o de cachimba, con los cabellos trenzados en una o dos trenzas, y estas o sueltas a la espalda o al frente, o apretadas en rodetes, o muy bien peinados, siempre con raya al medio, en un moño, más o menos bajo, no llevaban otro adorno para alegrar su cabeza, que una o dos peinetas, o, menos frecuentemente, un peinetón y un par de sencillos zarcillos de plata o de oro en las orejas; a veces alguna cinta de color para ayudar a sujetar el pelo, y, también a veces, una flor.

Como las mujeres de la ciudad, para ir a la Iglesia, y no sólo a misa sino también para casarse, el vestido (generalmente pollera y gran rebozo, ambos de bayeta, o aquella de una tela más liviana y éste de bayeta) era totalmente negro, siendo igualmente negros, las medias y los zapatos.

La ropa habitual, de diario, era una hermosa camisa, generalmente el orgullo de su dueña, de una tela de algodón fina, engomada y azulada, con bordados y puntillas, cuyo escote era redondo y fruncido (escote aldeano o bote) y prendido a la espalda con cintitas o botones, a veces con pasacintas, otras con un volado o fichú de la misma tela, siempre con bordados, muchas veces en colores contrastados, azul o negro, tal como se siguen haciendo en la región Cuyana; otras con escote cuadrado, con bordados y botones al frente. Esta camisa a veces tenía mangas, al codo o largas, en este caso, con puños y puntillas o bordados en las mangas y puños.

A veces, el busto se retenía, por encima de la camisa, con un apretador o corpiño, de crea, con cintas y botones. En estos casos, generalmente se ponía, sobre la camisa, una pollera de tela más gruesa o más fina, según la época del año y la ocasión (de bayeta, de indiana, de seda, de tripe, de cotonia, etc.), generalmente de un solo color vivo (excepto el negro, prescrito para la Iglesia), colorado, azul o verde, con uno o más galones (de oro o plata) en el borde, o con bordados en ese tercio inferior. Esta pollera no sobrepasa tampoco, en su largo, la media pierna, dejando ver, muy frecuentemente, el borde de la camisa y enaguas. Era bastante ancha y bien fruncida en la cintura, sin pretina.

Para paquetear las mujeres ya algo maduras, usaban medias, generalmente de algodón, a veces de seda, habitualmente blancas y los zapatos, sin tacos, con tacos, muy bajos, y troncocónicos o carretel, eran de seda, satín u otra tela, a veces con bordados o pintados, o de un cuero muy fino (tafiletes, charol, etc.). Tenían a veces también hebillas o una moña de tela, o aplicaciones de mostacilla, o alguna piedra de color.

Al de todos los días, un rebozo, o a veces una chalina o ponchillo; en el primer caso de bayeta o de punto, con o sin bordados y/o galones; las chalinas o ponchitos, de telar, con una o dos franjas y flecos. Siempre de colores vivos: azul, verde. amarillo

Todo contribuye a "civilizar" a la mujer en el campo, a aumentar su deseo de lucimiento, de emulación, de competencia, su natural y femenina coquetería. Antes las mujeres brillaban por la ausencia, es decir, eran codiciadas por su escasez. Ahora las "gringuitas", con sus herencias culturales europeas, donde la mujer es la que debe lucir, excitan la competencia de las criollas y, todo redundará en un mejoramiento en el vestir, en un preocuparse más por la moda, en cambios más rápidos, aunque casi siempre, todo se haga en un nivel cultural muy rural, muy simple, generalmente colorido de más, de dudoso gusto y con un algo de ingenua cursilería.

En lo que queda del siglo la pollera femenina se alarga hasta el pie, sin dejar de ser ancha, aunque esto ocurre, fundamentalmente, para festejos, o para cabalgar, o aún para "dentro de casa". La mujer que habita el rancho en medio del campo, no la deja bajar del tobillo, para evitar se le ensucie, se le prendan abrojos, etc. La camisa, arriba, es cubierta por una blusa, generalmente de tela muy liviana, con adornos en el frente, o pechera (lacitos, tablas, bordados) y mangas largas, generalmente casi ceñidas al brazo.

Sobre la blusa la chaqueta, con o sin faldeta completa, a veces acuchillada, también solía tener ciertos adornos en la pechera y hasta jabots, y, muchas veces, en las más acomodadas o para el paseo, religiosa, que terminaba, en ocasiones, siendo una capita o esclavina. Siempre el chal o rebozo en invierno, y, para cabalgar, el sombrero de pajilla o de fieltro o la galera. Cada vez se usan más las medias para paquetear. De algodón y aún de seda.

El calzado con botitas de elástico o con botoncillos al costado y, de entre casa, para el trabajo, o las menos pudientes, las alpargatas blancas y con bordados en la capellada.

Hacia fines del siglo la falda se angosta considerablemente y, en los vestidos más paquetes se hace más larga atrás, con un poco de cola. Se le ponen piezas superpuestas y se le da un corte (a veces con la ayuda de una almohadilla, llamada polizón) que acentuaba el perfil de los glúteos, buscando un algo "picante", que nuestras buenas criollas tenían muy natural...

Se tiende a afinar la cintura, y hasta la campaña llegan los corsés y otros medios ortopédicos o supercherías de la moda creados en los centros más sofisticados del mundo occidental.

Empiezan a usarse, cada vez más los vestidos enterizos, sencillos con anchos cinturones de tela y abrochados en la espalda.

Hasta en el peinado se notan los nuevos aires y el o los moños, el cabello levantado adelante y "bombé", van desterrando a las trenzas y pautando los gustos a la moda.

La calidad de las telas, los bordados, cintas, aplicaciones de lentejuelas, canutillos, azabaches, mostacillas, etc., todo dependerá, como es natural, de la condición económica de la usuaria y de la ocasión del uso de las prendas.

Con todo, en la campaña propiamente, entre las mujeres de puesteros y peones, peonas, sirvientas, pulperas, y otras, no tan honestas, como carperas y quitanderas

Las telas predilectas son los percales y las zarazas y, en ocasiones, mezclas de seda estampada y, hasta panas. Siempre de colores muy vivos: los colorados, celestes fuertes, amarillos; naranjas y verdes están a la orden con las clásicas excepciones del vestido negro, para la boda o el luto. O el enteramente blanco para los bailes de "gran ocasión" incluso cuando éstos duraban varios días y noches, para "bailar los lanceros", o sea en la jornada culminante del mismo para el compromiso y también, cada vez más, como vestido de boda.

Los pollerones, de montar de la moza, hechos en forma de cartera, con presillas de cuero, para fijarlos a la montura, se confeccionan de telas encarpadas y de colores más sobrios, como azul marino, marrón, bordó, verde oscuro.

Siempre seguirán usándose varias enaguas. Y en los percales blancos, el azul, el almidón y el lustre, con las planchas de hierro calentadas con brasas o en las "cocinas económicas", serán un lujo especial de nuestras paisanas.

Hasta el "maquillaje" llega a la campaña, y en los bailes la harina empalidece los rostros (bastante tostaditos naturales); el carmín para labios y mejillas se obtiene mojando algún papel colorado, como el papel "crepé" que se usa para forrar y hacer las guirnaldas y farolitos con que se adorna la sala, el alero y el patio, en tales ocasiones. Un poco de hollín dramatiza ojeras, que la salubridad campesina hace inexistentes y sombrea ojos, que de puro negros y brillantes no lo necesitan.

Desde el siglo XVIII y hasta casi los albores del presente, fueron las auténticas "colonizadoras y civilizadoras de un medio rural áspero, rudo, primitivo y hasta brutal.

Pusieron siempre su cuota de gracia, de ternura, de belleza, para desarrugarle el ceño a una sociedad de hombres casi bárbaros, altivos y groseros, a despecho de su natural hidalguía, sobriedad y paciencia, no exenta de pachorrienta filosofía.

Supieron amar y ser fieles, sin tener como contrapartida más que deseo sexual, costumbre, muchas veces malos tratos y borracheras, cuando no frialdad e inconstancia, en los mejores casos amistad y respeto, unido a la apetencia pasional; nunca romanticismo; casi nunca una lisonja o piropo; muy pocas veces ternura, que, de una forma u otra, alimentaran su espíritu, su sensibilidad natural.

Supieron ser madres y ¡qué madres!, que durante casi dos siglos no hicieron más que parirle cachorros de tigres a una tierra que vivió engordada por la sangre ardiente de aquellos jóvenes, en perpetua guerra, reclamando víctimas a cada generación que aquellas heroicas mujeres concebían y amamantaban. No hablemos de su abnegación. De su espíritu de sacrificio, de su frugalidad -sólo comparable a la de sus hombres- de la entereza de su carácter semejante al viril valor de ellos

 PILCHAS GAUCHAS - ORLANDO VERA CRUZ

Pilchas gauchas con orgullo,
me gusta lucir a mí,
Porque ando cantando coplas,
Que en esta tierra aprendí
  Pero si ando musiquiando,
El canto de otro lugar,
Sin conocer un estilo,
Una baguala un valseao.
Gaucho de nuestra cultura,
Extranjero en mi lugar.
  Así es que pasó y nos pasa,
Todito lo que pasó,
Nos manosearon esnteros
La pucha que los tiró.
 
         
No puede querer la madre,
Aquel que fue abandonao,
Así es parte de mi pueblo,
Extranjero en su lugar.
  Que fierro me suene extraño,
O Lugones sea ignorao,
Eso si que causa daño,
Extranjero en mi lugar.
 
  El pueblo quedó con poco,
Después de poner su empeño,
Y no imaginen en sueños,
Que algún día cambiará,
Si no se nos llena el alma,
De profunda indianidad.
         
Saber de la antigua Grecia,
Y de historia universal,
Seguro que nos ayuda,
En la vida cultural.
 
  Gente culta en capitales,
Vive de espalda al país,
Copiándoles hasta el tranco,
Y en el modo de vestir,
A los países lejanos,
Que nos vienen a vivir.
  Pongamos la pata en tierra,
Desnudemos la verdad,
Y enterémonos que hay muchos,
Que aunque hallan nacido acá,
Son extraños en el pago,
Extranjeros en su lugar.
 
Que cultiven la música,
De algún lejano país,
Seguro que no es pecado,
Si conozco lo de aquí.
 
  Le hacemos el caldo gordo,
Al mismo que criticamos,
Y se pierde la memoria,
Del dolor de los hermanos,
Que sembraron con sus huesos,
Este suelo americano.
 
 

Viven mirando la Europa,
O al piratón imperial,
Y si te ven pilchas gauchas,
Dicen que andás disfrazao.

Ay, ay, ay via dir parando,
Soy un criollo nada más,
No vengo a buscar tu aplauso,
Solo quiero tu hermandad.

ATUENDO TRADICIONAL PARA DANZA
 

1- 2-



Lorena Arias y José A. Vaca

Priscilla Mansilla y Ricardo Cantos

Paisana y gaucho: 1820 – 1845

Mujer: peinado a dos bandas con trenza, blusa de algodón, falda larga a media pierna, enagua y calzones y descalza (aún no había llegado la alpargata).

Varón: sombrero panza e’ burro, camisa de algodón o hilo, bota de potro en este caso de medio pie, chiripa, calzoncillo con cribas de algodón, hilo o lino. Pañuelo, en este caso cruzado.

Estancieros: 1840-1860

Mujer: Peinado recogido (a veces adornada con peinetón de carey, hueso o marfil. Vestido o romántico o en este caso blusa ceñida al torso, mangas amplias. Falda larga haciendo juego.

Varón: Galera, camisa de seda con cuello, chaleco de seda, pana o terciopelo, chaqueta corta con solapas y bolsillos de terciopelo, pana fina o paño. Faja bordada. Tirador. Chiripá y Calzoncillo cribado y bordado. Bota de potro cerrada en este caso.

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3

María Cecilia Mele y Sebastián Vera

Juan Carlos Anachuri y Lucía Herrera

Vestimenta de salón c. 1860

Mujer: Peinado recogido con bucles o rulos. Vestido entallado y con corsé, escote y mangas reducidos. Falda con miriñaque

Varón: Camisa, pañuelo a modo de corbatín y chaleco de seda. Frac de paño con solapa de terciopelo. Pantalón largo con tirapié de gabardina. Botas fuertes o botines.

 

Coya 1900 y anterior.

Mujer: sombrero ovejón de fieltro. Pelo a dos bandas con borlitas de lana de colores. Bata abotonada con faldón. Chuspa (bolsa de lana tejida). Falda de picote (a veces varias superpuestas) sujeta con una faja. Carpachos (medias tipo guante). Ojotas de cuero. Rebozo al hombro o cruzado en este caso.

Varón: sombrero de fieltro. Camisa de tela burda. Poncho puyo corto. Pañuelo golilla, al cuello o en la espalda, pantalón de barracán (lana de alpaca con oveja). Carpachos y ojotas.

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Andrés Medina y Carolina Olivera

Lourdes Bruhn y Omar Salazar

Litoral 1910-1930

Mujer: peinado a dos bandas con trenzas. Blusa de algodón, con mangas abullonadas y escote amplio con volados o puntillas. Pañuelo en la espalda o cabeza. Falda fruncida hasta media pierna de algodón. Faja tejida. Enagua, calzones blancos y alpargatas.

Varón: boina o chambergo. Camisa. Pañuelo como corbatín o en la espalda. Faja vasca. Tirador de carpincho o vaca con bolsillos. Bombacha amplia. Polainas y alpargatas

 

Norteño 1890 en adelante

Mujer: peinado a dos bandas. Blusa entallada de algodón floreada y con broderí. Falda fruncida larga, hasta los tobillos. Enagua y calzones. Zapatos de taco bajo, o alpargatas o botas cortas.

Varón: sombrero de fieltro ala ancha. Chaqueta abotonada o corralera (puede ser saco corte sastre) y bombacha con nido de abeja. Camisa de algodón. Faja. Tirador y Rastra con monedas. Pañuelo al cuello. Bota fuerte.

 

Agradecemos en este trabajo la valiosa y desinteresada colaboración de los profesores José A. Vaca (Campeón Argentino de Malambo 1996), Lorena Arias y Marcela Ferreira. - Fotografías (1,3,5 y 6) Roque Artaza 

Fuente: http:www.soygaucho.com
            http://www.folkloredelnorte.com.ar

            http://www.gruposolargentino.com

http://www.elfolklorecuyano.com.ar/VESTIMENTA_DAMA.HTM
INVESTIGACIÓN DE LA ESCUELA DE DANZAS FOLKLORICAS "SEMBLANZAS CUYANAS "

LA VESTIMENTA
 

Según las regiones, la vestimenta varía, pues no son los mismos requerimientos textiles en el llano que en el cerro o la puna. Pero la vestimenta es muy parecida entre los "paisanos": el gaucho siempre tendrá su sombrero o chambergo (sombrero pequeño) para evitar los aguaceros (lluvia), el sol ardiente o los fuertes vientos cordilleranos, sujeto con el barbijo y adornado por su toquilla ( cuero al rededor de la copa del sombrero).

Sobre el cuero pondrá una camiseta y encima de ella una camisa con bolsillos en el pecho para llevar sin dificultad el tabaco o la coca; en el cuello es obligatorio un pañuelo que evitará, según el gauchazo Güiraldes, que los bichos se le metan en el cuerpo al paisano cuando duerme "al sereno" (campo abierto), o bien para cubrirse la cara en los arenales.

El pantalón es, por lo general, abombachado (herencia de los españoles y a su vez de los árabes) y según el clima: "pesao" (grueso) o "liviano", la mayoría de las veces la bombacha va "agarrada" con una faja (de tela o de cuero, que puede llevar "enchapados" llamada "rastra"), esta faja se utiliza como sostén del "facón" (cuchillo con mango de cuerno de vaca o ciervo, o de madera tallada) que servirá al criollo como instrumento en sus faenas y arma de defensa.

En las "patas" (pies) puede usarse bota e' potro (botas de cuero de caballo que deja los dedos al aire), bota fuerte (de cuero que llega hasta 3/4 de pierna), bota carrujada (de cuero doblado tipo acordeón) o las típicas alpargatas (calzado de tela con suela de cáñamo).

En las botas pueden usar las "espuelas" para azuzar a los caballos. Sobre el final el gaucho tendrá el poncho para cubrirse él y el "ensillao" (montura).
Algunos adminículos secundarios son: las caricantinas (medio pantalón de cuero que va sobre la bombacha), las polainas, la rastra, el chaleco, la chaquetilla, el retobo (cuero que se pone sobre la copa del sombrero para reforzarlo), etc.

En cuanto a las mujeres, los vestidos, con profusión de puntillas que se almidonaban al igual que la ropa interior, se caracterizaban por ser amplias, sin escote y con mangas largas, para defender la piel de las caricias agresivas del sol y del viento unas veces, y otras para conformarse a las reglas que imponía el pudor. La coquetería ha sido la más constante de las virtudes femeninas, en todos los tiempos y épocas, lo mismo en el corazón de las ciudades y pueblos que en medio del desierto.

 

 

 

 


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