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SUPERSTICIONES Y LEYENDAS - EL CEIBO


 

El ceibo -también denominado seibo, seíbo, o bucare- es la flor nacional de la República Argentina. Resulta normal ver sus flores rojas en muchas de las zonas ribereñas de los ríos que for­man la cuenca del Plata, y es una de las bellezas de la flora paragua­ya. Su madera es muy liviana y porosa, y se utiliza para la construcción de balsas, colmenas y juguetes de aeromodelismo. Su presencia en parques y jardines argentinos pone una nota de per­fume y color. Y el admirador evita arrancar sus flores, debido a que sus ramas poseen una especie de aguijones, tal vez única señal del dolor sufrido por...

Cuenta la leyenda que en las riberas del Paraná vivía Anahí, una indiecita de rasgos toscos. A pesar de que físicamente no era atrac­tiva, su voz cautivaba en las tardecitas veraniegas a toda la gente de su tribu guaraní: entonaba canciones inspiradas en sus dioses yal amor a la tierra de la que eran dueños...

Un día nefasto llegaron los invasores, esos valientes, atrevidos y aguerridos seres de piel blanca que arrasaron las tribus y les

 

arrebataron las tierras, los ídolos, y su libertad. La mayoría de los muchachos y muchachas de la tribu fueron puestos en cauti­verio y forzados a trabajar, y Anahí no fue una excepción. Como no lograba concebir esa situación continuó llorando durante varios días.

Cierto día, su centinela se había quedado profundamente dormi­do. Anahí entendió que se trataba de la gran oportunidad para esca­parse. Sin embargo, mientras huía en silencio, él despertó. Enceguecida por lograr su objetivo, le hundió un puñal en su pecho y corrió para buscar protección en la selva.

El grito del moribundo despertó a los otros españoles, enton­ces la persecución se convirtió en la gran cacería de la pobre Anahí. Pese a los esfuerzos de la joven por esconderse, fue alcan­zada por los conquistadores, que, en venganza por el asesinato del guardián, la castigaron con la muerte en la hoguera: la ataron a un árbol y prendieron el fuego.

Algo raro sucedió: las llamas parecían no querer tocar a la don­cella indígena, que sufría sin murmurar palabra.

Cuando el fuego comenzó a subir, Anahí se convertíó en un árbol. Intentando convencerse los unos a los otros de que esta visión era efecto del cansancio, los conquistadores juntaron más leños para avivar la hoguera y se fueron a dormir.

Al día siguiente, los soldados encontraron en lugar de las ce­nizas un hermoso árbol, de verdes hojas relucientes y flores rojas aterciopeladas, que se mostraba en todo su esplendor, como el símbolo de la valentía y la fortaleza ante el sufrimiento: el ceibo.

 

Fuente: Tomado del libro Leyendas Indígenas de Lautaro Parodi. 1º Edicion 2005-
Agradecemos al Sr. Carlos Alberto Samonta de Ediciones Andrómeda por permitirnos publicar este material

 

 

 

 


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