Página declarada de Interés Cultural por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires por Resolución Nº 374/07 del 15/11/2007
Adherida a la Federación Argentina de Instituciones Folklóricas F.A.I.F.
 

SUPERSTICIONES Y LEYENDAS - LA LAGUNA
LA PAMPA


 

Conocida hoy como laguna de General Acha o laguna del Valle Argentino, este espejo de agua está situado en un paraje denominado Ketré Witrú, donde se fundara el pueblo de General Acha el 12 de agosto de 1862, en lo que por entonces era la Gobernación de La Pampa.

En el texto de esta leyenda se menciona una cadena de médanos que hoy se encuentra arborizada. Según los historiadores, esto fue llevado a cabo por Acha.

Historia

La tribu del cacique Tranahué, lanzada en malón, cruzaba los campos arenosos. Montados en pelo, los guerreros iban adelante y el resto de la tribu los seguía. Era proverbial, según los historiadores, la destreza y habilidad de estos indios en el manejo de sus cabalgaduras. Como dijimos antes, montaban en pelo y los animales no llevaban cabestro ni frenos de hierro. La destreza en el arte de domar a los potros hacía que estos se mostraran dóciles y respondieran a las órdenes de su jinete. Las riendas pasaban por la boca y esto resultaba suficiente para que el animal frenara.

Con solo talonearlos, corrían veloces y parecían, hombre y bestia, formar un todo indivisible.

Estos indios también eran conocidos por la fiereza que mostraban en el combate.

Al conocer estas características, los habitantes de los poblados vecinos temían comprensiblemente a los malones y aún cuando se prepararan para defenderse de los ataques, les resultaba muy difícil repelerlos.

Tranahué y sus hombres galopaban en los campos polvorientos camino a un pueblo cercano. El propósito era invadido y saqueado. Organizados como un ejército devastador, los indios entraron allí. Los hombres más jóvenes y aptos para el combate se trabaron en lucha contra los lugareños y los vencieron. Luego, el resto de la tribu, integrado por mujeres, ancianos y niños, entraron a las viviendas y se llevaron las pertenencias de los pobladores. Finalmente, incendiaron las casas. Una vez consumado este acto, la tribu emprendió el regreso.

En el camino fueron sorprendidos por otro malón. La tribu del temido cacique Cho-Chá levantaba una densa polvareda en el horizonte.

Al advertidos, Tranahué dispuso una estrategia de defensa pero sus huestes eran superadas en número y fueron derrotadas por la tribu enemiga. Hubo muertos y heridos por doquier desparramados en el arenal. La tribu de Cho-Chá los despojó de todo lo que habían robado. Los guerreros morían sin solución de continuidad, por las heridas recibidas en el combate o por sed.

Peuñén -la esposa del cacique- ordenó a los guerreros detenerse para invocar al Gran Espíritu.

Con las pocas fuerzas que les quedaban llevaron a cabo la ceremonia dirigida por el sacerdote indígena Ngen-pin: danzaron para invocar la ayuda que necesitaban y elevaron sus ruegos. La ceremonia se prolongó hasta el amanecer.. .

Cuando el Sol iluminó los arenosos campos, los indios vieron en el horizonte lo que parecía ser una esperanza. El elevamiento de terreno que observaron hacia Oriente era una cadena de médanos, lo cual significaba que en las cercanías habría algún espejo de agua dulce.

Después de una penosa marcha, llegaron y pudieron observar, con pesar, que no había agua. Solamente un enorme y añoso caldén entre los médanos. El ketré witrú -tal era el nombre indígena de ese árbol- les dio una última esperanza. Porque dicha especie tiene la particularidad de almacenar agua de lluvia, con su propio sistema de riego, como si la naturaleza hubiese actuado en su favor para permitirle vivir en esos parajes tan áridos.

Uno de los guerreros, con un golpe de su caña tacuara, abrió un tajo en el tronco del árbol. Desde allí, empezó a manar abundante agua para salvación de la tribu. Entonces descansaron durante lo que quedaba del día debajo de la generosa sombra del caldén, y se quedaron dormidos.                           .

Por la mañana, el guerrero Uzi, recuperado de la fiebre que lo había acometido en la jornada anterior, fue el primero que se despertó. Un enorme espejo de plata en el que el Sol se reflejaba lo cegó. El caldén había seguido dando agua durante toda la noche y se había formado la laguna.

Uzi gritó: iketré witrú lafquén! (ila laguna del caldén solitario!). El agua que el árbol había guardado du­rante tanto tiempo había inundado los campos. Tranahué curó de sus heridas y recuperó la salud. Se realizó una ceremonia de agradecimiento al Gran Espíritu y el cacique decidió iniciar la marcha para volver al campamento.

Los jefes más importantes de la tribu se reunieron y resolvieron pedirle permiso al cacique para hacer un nuevo campamento e instalarse en ese lugar. Tranahué, al ver que esa era la voluntad de su pueblo y considerando que esa debía ser la voluntad de sus dioses, accedió al pedido.

N.A.: este es, según los araucanos de La Pampa, el origen de la laguna y de los pueblos que se fundaron en sus cercanías. Si nos remitimos al principio del relato, seguramente nos indignaremos ante los actos de barbarie provocados por la tribu y nos resultará extraño que luego, en el curso de la narración, el cacique Tranahué aparezca como un hombre generoso y reflexivo. Asimismo, el hecho de que toda la tribu participara del malón y que cada uno tuviese asignada una tarea resulta sorprendente y hasta indignante.

Es difícil sustraerse al impulso de hacer un juicio moral acerca de esta conducta. De hecho, aun cuando no nos corresponde, lo estamos haciendo en este último párrafo.

Nos detendremos aquí con este comentario y trataremos de indagar con más profundidad en las circunstancias de este pueblo, en su historia, sus necesidades, sus pesares y sus pautas culturales. Quizá podamos, entonces, comprender algunas acciones que, con ligereza, nos parecen aberrantes.

 

 

 

 

 


  Telefax: (54-11)4308-4290 (54-15)6337-1959-
  email:
   consultas@folkloretradiciones.com.ar

 


2004/2016 -© Folklore Tradiciones
Todos los derechos reservados