Página declarada de Interés Cultural por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires por Resolución Nº 374/07 del 15/11/2007
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CULTURA ABORIGEN - CONCEPTOS GENERALES
LAS RUTAS INDÍGENAS

Una recorrida por las comunidades aborígenes y las mejores propuestas para conectarse con estas culturas ancestrales. Quiénes son, dónde se localizan y cómo visitarlas. Además, los principales santuarios arqueológicos del país.

La tierra y sus hombres  


CEREMONIAS. La colonización trajo lo suyo. Y los antiguos ritos indígenas se integraron a celebraciones como la del carnaval. (Foto: David Fernández)
Dios vivía en lo alto, con su mujer y sus hijos. Había creado el cielo, con todas sus nubes y sus estrellas, y la tierra de gigantescos cordones. Había hecho correr los ríos y crecer los bosques, y había entreabierto sus enormes dedos para sembrar aquí y allá los animales y los hombres, los mapuches. La cosmovisión mapuche es tan rica como poética, y existe desde antes, mucho antes de la llegada de los españoles. Al igual que las del resto de las etnias aborígenes de nuestro país, hace referencia a los fenómenos naturales, los astros y la Madre Tierra, y se viene transmitiendo oralmente de generación en generación.

Hoy, a la luz de un turismo étnico que da sus primeros pasos, es posible conocerlas de boca de su propios protagonistas alrededor de un fuego, en medio de la pradera o la selva, a bordo de una canoa o en la cima de un cerro.

Encuentro de culturas

A este verdadero —y muy demorado— encuentro de culturas contribuye no sólo la curiosidad del viajero de las ciudades, sino también organismos oficiales, organizaciones, ONGs, empresas y asociaciones que acercan a ese viajero hasta el corazón del desarrollo de cada cultura.

Se suman, claro, infinidad de museos, centros culturales, exhibiciones —como la actual exposición mapuche en el Museo Fernández Blanco— y agrupaciones que reúnen a los aborígenes que viven en los alrededores de las ciudades, y que son grandes promotores culturales —como la comunidad toba de Pte. Derqui, en Pilar—, manteniendo el idioma, las costumbres y el arte.

Después de todo, aproximadamente 500 mil aborígenes se vieron obligados a emigrar a las grandes ciudades y, sumados los que viven en alrededor de mil comunidades distribuidas por todo el país, la población indígena total de la Argentina supera el millón de habitantes —aunque los datos son incompletos y el Censo Complementario de Pueblos Indígenas está en proceso—.

En este informe presentamos un panorama de algunas de esas comunidades que, asentadas en sus territorios originarios, empiezan a abrir sus puertas a los visitantes, y de las organizaciones que las acercan a los viajeros lejanos, con el objetivo de contribuir con este enfoque que acerca, hermana y comunica.

Las culturas aborígenes están bien vivas y tienen mucho para ofrecer, pese a lo que siguen enseñando muchos manuales escolares, que se refieren a los indígenas con verbos en pasado. Como lo resume Ernesto Quillo, aborigen de la etnia tapiete, habitante del Chaco salteño: "Alguno creyó que el árbol aborigen estaba muerto... lo hacharon, pero este tronco tiene raíces fuertes, y aquí estamos nosotros, que somos sus brotes".

Fuente: Clarín - Por Pablo Bizón.

EL MIRADOR
Integración

Paulo Campano.
Antropólogo, director de la serie documental Indígenas de la Argentina.

Hace más de 12 mil años, lo que hoy es Argentina fue habitado por los primeros pobladores indígenas, y pese a la llegada de los europeos, su presencia ha sido constante a lo largo de nuestra historia.

La identidad es uno de los elementos centrales de los pueblos originarios, y se sustenta en el vínculo profundo y sacralizado con la tierra. Una de las claves de la vigencia de este sentido de identidad es la cosmovisión ancestral, un complejo sistema de ideas y valores que gira alrededor de principios inalterables como el sentimiento de pertenencia a la tierra y al universo, el sentido comunitario de la vida, el respeto por los animales y las plantas, los ancianos y los niños; y la omnipresencia de la espiritualidad y lo sagrado.

En medio de la acuciante crisis global contemporánea, el rescate de esos valores coincide con la búsqueda del hombre occidental en pos de una sociedad más integrada y sustentable. Esta coincidencia permite hoy un acercamiento antes impensable.

COMUNIDADES DEL NORTE
Con las puertas abiertas a los viajeros
 


EN CARDON. Una de las artesanías características de los pueblos kollas. (Foto: Néstor Ruiz)
Las provincias de Salta, Jujuy, Formosa y Chaco albergan la mayor cantidad de comunidades aborígenes del país: kollas, tobas, wichís, pilagás, mocovíes, chiriguanos, chanés, chulupíes y chorotes. En la Quebrada de Humahuaca, cinco familias de la comunidad de Hornaditas desarrollan un plan piloto de turismo: ofrecen alojar al visitante y compartir con él la vida de la comunidad andina. También se está implementando un proyecto de ecoturismo cultural en la cercana comunidad de Finca Santiago, camino a Iruya.

En el noreste salteño y oeste de Chaco y Formosa habitan wichís, pilagás, tapietes, chiriguanos, chanés, chulupíes y chorotes, la mayoría reconocidos por sus tejidos en fibras de chaguar (vegetal) o sus artesanías en madera. La mejor manera de llegar es desde Salta, ya que hay varias comunidades a la vera de la ruta 34. Un lugar interesante es San José de Yacui, a 13 km de Tartagal: un comedor temático donde los chiriguanos reciben turistas, hacen un recorrido guiado por la comunidad y sirven un almuerzo típico.

Algunos chiriguanos y chanés continúan convidando con Kanwi (chicha) o realizando el ritual del arete, y rinden culto a su I'payé (curandero). Al norte de Tartagal, la comunidad chané de Campo Durán vende sus famosas máscaras de madera de Yuchán.

Misión La Paz, una importante comunidad wichí en el límite entre Salta y Paraguay, recibe turistas a través de Francisco Espeche, un guía que habla los siete idiomas de la región. Se contacta en la agencia Cielos del Norte, en Tartagal.

Misión Chaqueña es una comunidad wichí del chaco salteño, con más de 3.000 integrantes y unos 1.500 artesanos. Recibe visitas a través de la Asociación Kajtús, de Buenos Aires. Se convive una semana, con alojamiento en carpas, pesca, mateadas y fogones.

A las comunidades de Chaco y Formosa se llega desde las capitales de estas provincias: asfalto hasta ciudades como Las Lomitas (Formosa) o Juan José Castelli (Chaco), desde donde se sigue en camionetas o 4x4.

Misión Nueva Pompeya y El Sauzalito, en El Impenetrable chaqueño, son dos poblaciones con fuerte presencia de wichís, donde se pueden adquirir artesanías: los tradicionales tejidos de fibra de chaguar o los tallados en madera de palosanto o quebracho.

En Las Lomitas (Formosa) viven casi 1.800 aborígenes en 13 comunidades (6 wichí y 7 pilagá), y hay muchas otras pilagá cerca del Bañado La Estrella. Se visitan Pozo Navagán, Campo del Cielo, El Descanso, Colonia Ensanche Ibarreta (toba-pilagá) y Pozo Molina, entre otras. Es recomendable ir con alguien conocido por los lugareños, como un guía.

La mayoría de las comunidades toba están en el norte de Chaco, al este de los wichís, y se llega desde Resistencia. La Asociación Proteger va desde Buenos Aires, en un viaje de 7 días que propone convivencia y comidas típicas.

En la ciudad de Quitilipi (Chaco) se realiza cada noviembre una Feria de Artesanía Aborigen, con representantes de todas las etnias de la provincia.

COMUNIDADES DEL NORESTE
Encuentros en la selva
 


ARTESANA. Los viajeros se acercan a la vida cotidiana de las comunidades.
Comunidades como TekoaYmá ("Comunidad Antigua"), a orillas del río Pepirí Guazú, en Misiones, probablemente se asemejen a lo que los guaraníes llaman Yvy Marane'y (Tierra sin Mal). Como ella, otras permanecen como detenidas en el tiempo, seguramente no muy diferentes a como las encontraron las misiones jesuíticas.

Sin embargo, en toda la provincia hay nada menos que 56 comunidades Mbya Guaraní registradas, aunque desde la Dirección del Aborigen se calcula que existen al menos otras 30 que se niegan a hacerlo, por razones culturales o de principios.

El opuesto al primer ejemplo es el de Fortín Mbororé, cerca de Puerto Iguazú, tal vez el mayor desarrollo de turismo étnico del país. Allí las visitas son habituales, y los integrantes de la comunidad representan rituales y danzas de niños y muestran sus costumbres, armas, trampas y música, además de los trajes que utilizaron en la película La Misión.

Hay muchas otras reservas en lugares de difícil acceso, cuya visita requiere de travesías en camionetas o vehículos 4x4. Por ejemplo, las de Jejy o Caramelito, cerca de la costa del río Uruguay, a 35 kilómetros de El Soberbio. Aunque recibe pocas visitas, el cacique suele estar siempre dispuesto a mostrar su comunidad.

Sobre la Ruta Nacional 12, entre Posadas e Iguazú, varias comunidades exhiben artesanías y plantas típicas a un lado de la ruta, lo mismo que hacen otras pasando la represa de Urugua-í. También hay varias comunidades por la ruta provincial 7, que une Jardín América con Aristóbulo del Valle, al igual que sobre la ruta 17, que conecta El Dorado con Bernardo de Irigoyen.

En la reserva Yabotí, cerca de los saltos del Moconá, hay cuatro comunidades que venden sus artesanías de cestería y madera.

COMUNIDADES DEL SUR
Para acampar y filosofar con ellos
 


EN DANZA. Una ceremonia mapuche.
La Mapuche, o "gente de la tierra", es una de las etnias que mejor conserva sus tradiciones. Se estima que son unos 30 mil, en distintas comunidades, principalmente de Neuquén, Río Negro y Chubut, y otros tantos en los suburbios de las ciudades. Las comunidades mantienen la propiedad común de la tierra —cuando la poseen y no deben estar luchando por ella—, y se reúnen cada año en el Camaruco, la principal celebración religiosa.

En Neuquén hay 42 comunidades reconocidas, y varias se pueden visitar. Junín de los Andes desarrolló un circuito mapuche que bordea el río Malleo. Allí, la comunidad Painefilú ofrece camping, pesca, cabalgatas y caminatas. Además, por la ruta 60 en dirección a Chile, las comunidades Atreuco y Chiquilihuín ofrecen artesanías en lana y madera.

En los alrededores de Aluminé se asientan las comunidades Aigo, Currumil y Salazar. Cerca, la comunidad Puel, de Villa Pehuenia, administra el centro de esquí Batea Mahuida. Al este del lago Huechulaufquen, Cañicul y Raquithué, con artesanías y comidas típicas.

En Villa Quila Quina, San Martín de los Andes, la comunidad Curruhinca propone cabalgatas en el cerro Abanico.

En Río Negro hay 11 comunidades con personería jurídica y otras 36 que la están tramitando actualmente, aunque el turismo étnico está menos desarrollado que en sus vecinas Neuquén y Chubut. Sin embargo, la comunidad Lof Wiritray, ubicada al norte del Lago Mascardi, tiene un camping agreste y a fin de año inaugura un salón de usos múltiples, donde habrá charlas sobre cultura mapuche.

En Chubut se cuentan oficialmente 25 comunidades, pero desde la Secretaría de Turismo de Esquel estiman que puede haber hasta 60. La comuniad Pillan Mahuiza —en Corcovado—, propone un acercamiento a la cosmovisión mapuche, de cuatro horas y tres fases: histórica, filosófica y artesanal, con alfarería (wizún), platería (rutram), instrumentos musicales (ayekawe) y telar. Refrigerio con hierbas del lugar y comidas de elaboración propia.

Los Nehuenes (Buenos Aires Chico) es un camping en una comunidad, que permite acceder a artesanías en madera, cerámica, telar e instrumentos, además de caminatas y comidas típicas.

También la comunidad de Lago Rosario (a 24 km de Trevelin) ofrece un camping organizado (Kalfu Lafken), caminatas, cabalgatas y artesanías.

 COMUNIDADES DEL CENTRO
Ponchos, dulces y vino patero
 

En los siglos XVIII y XIX, los ranqueles habitaron el centro de la pampa -el "Mamuelmapu"-, pero hoy poco queda de esta etnia, emparentada con mapuches y tehuelches.

El principal asentamiento es la Colonia Emilio Mitre, a 55 km de La Pastoril, en el desierto pampeano. Allí viven unas 12 familias que crían chivos y elaboran artesanías como ponchos, matras y trabajos en cuero (hilado con huso, teñido con hierbas del lugar, tejido en telar). El Pueblito, casi sobre el río Salado, es otra agrupación ranquel de similares características. A ambas es conveniente llegar con gente conocida por sus habitantes.

Menos conocidos aunque más numerosas, alrededor de 5.500 tonokotes viven en 18 comunidades de los departamentos del sur de Santiago del Estero. Sin excursiones organizadas, se pueden visitar comunicándose previamente con la representante, Solita Pereira.

Ya en el noroeste, los diaguitas-calchaquíes supieron ser grandes alfaferos, y una de sus tribus, los Amaicha, fue la única reconocida por la corona española, en 1716. En Amaicha del Valle, el Complejo de Museos Pachamama presenta un buen panorama arqueológico y antropológico, y en la cooperativa de artesanos se pueden adquirir telares, cerámicas, vinos y dulces.

Los Zazos, muy cerca, es otra comunidad aborigen que merece lavisita: hacen buenas artesanías, tejidos y vino patero.

El esplendor de las ruinas aborígenes
Algunos de los más impactantes testimonios desde Santa Cruz hasta Jujuy
 
 


Pucará de Tilcara.

Cueva de las Manos.

Ruinas de Quilmes.
Pucará de Tilcara. En plena Quebrada de Humahuaca, y a más de 2.500 metros sobre el nivel del mar, el pueblo prehispánico Omaguaca construyó su fuerte, con viviendas, corrales, templo y sepulcros. En 1948 los terrenos fueron transferidos a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, que reconstruyó y administra el complejo. Hay un museo con piezas y referencias al antiguo fuerte, de aproximadamente 900 años de antiguedad.
 

Cueva de las Manos. Los Antiguos, en Santa Cruz, fue el lugar de descanso de los ancianos de las tribus que se asentaban en la zona. Allí se encuentran hoy importantes yacimientos arqueológicos de hasta 14.000 años de antigüedad. Entre todos, se destaca la "Cueva de las Manos" del río Pinturas, realizadas por Tehuelches y sus antecesores. Tienen hasta 9.300 años, y además de manos pintadas en negativo, hay imágenes de guanacos, dibujos geométricos, agrupamientos de líneas, puntos y figuras solares.
 

Ruinas de Quilmes. A 15 km de Amaicha del Valle, se encuentran las ruinas del considerado mayor asentamiento humano prehispánico de la Argentina. Restauradas —no sin polémica—, recuerdan a la avanzada cultura de los Quilmes, que durante casi 130 años resistió la ocupación española.
En el museo al pie de las ruinas se exhibe material obtenido en las excavaciones, como alfarería, núcleos habitacionales, fortalezas, reductos defensivos, corrales, depósitos con paredes de piedra laja.
 

Cerro Colorado. A 160 km al norte de Córdoba, "Cerro Colorado" es uno de los centros de arte rupestre más importantes de la Argentina. Las pinturas más antiguas —realizadas por comechingones y sanavirones— tienen unos 1.200 años y las más recientes son del siglo XVI. Sobresalen, entre otras manifestaciones de estas culturas, las representaciones de conquistadores europeos, que constituyen el valioso relato de los propios indígenas de un hecho crucial en las historia de América: la conquista.
 

Santa Rosa de Tastil. Protegidas por su estratégica ubicación, las ruinas asoman a lo alto de las colinas, a 3.200 metros sobre el nivel del mar. Es uno de los poblados preincaicos de estructura urbana más completa del Noroeste argentino, con 440 casas y sinuosas calles que convergen en una especie de plaza, por las que llegaron a circular entre 2.000 y 3.000 personas. Cuenta con un museo de sitio y exhibe trabajos de investigación y restauración.
 

Fuente: Clarin - http://www.mapuche.info/indgen/clarin041003.html#La%20tierra%20y%20sus%20hombres

 ENRIQUE WEISSENBOCK
 

 

 

 


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