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MARTÍN FIERRO

 LA OBRA - continuación

165

Una noche que riunidos
Estaban en la carpeta
Empinando una limeta
El Jefe y el Juez de Paz,
Yo no quise aguardar más,
Y me hice humo en un sotreta.

166

Me parece el campo orégano
Dende que libre me veo;
Donde me lleva el deseo
Allí mis pasos dirijo,
Y hasta en las sombras de fijo
Que donde quiera rumbeo.

167

Entro y salgo del peligro
Sin que me espante el estrago,
No aflojo al primer amago
Ni jamás fi gaucho lerdo:
Soy pa rumbiar como el cerdo,
Y pronto caí a mi pago.

168

Volvía al cabo de tres años
De tanto sufrir al ñudo
Resertor, pobre y desnudo,
A procurar suerte nueva;
Y lo mesmo que el peludo
Enderecé pa mi cueva.

169

No hallé ni rastro del rancho:
¡Sólo estaba la tapera!
¡Por Cristo si aquello era
Pa enlutar el corazón!
¡Yo juré en esa ocasión
Ser mas malo que una fiera!

170

¡Quién no sentirá lo mesmo
Cuando ansí padece tanto!
Puedo asigurar que el llanto
Como una mujer largué:
¡Ay, mi Dios: si me quedé
más triste que Jueves Santo!

171

Sólo se oíban los aullidos
De un gato que se salvó;
El pobre se guareció
Cerca, en una vizcachera:
Venía como si supiera
Que estaba de güelta yo.
 

172

Al dirme dejé la hacienda
Que era todito mi haber;
Pronto debíamos volver,
Sigún el Juez prometía,
Y hasta entonces cuidaría
De los bienes, la mujer.

173

Después me contó un vecino
que el campo se lo pidieron;
La hacienda se la vendieron
Pa pagar arrendamientos,
Y qué sé yo cuantos cuentos;
Pero todo lo fundieron,

174

Los pobrecitos muchachos,
Entre tantas afliciones,
se conchabaron de piones;
¡Mas qué iban a trabajar,
Si eran como los pichones
sin acabar de emplumar!

175

Por ahi andarán sufriendo
De nuestra suerte el rigor:
Me han contao que el mayor
Nunca dejaba a su hermano;
Puede ser que algún cristiano
Los recoja por favor.

176

¡Y la pobre mi mujer,
Dios sabe cuánto sufrió!
Me dicen que se voló
Con no sé qué gavilán:
Sin duda a buscar el pan
Que no podía darle yo.

177

No es raro que a uno le falte
Lo que a algún otro le sobre
Si no le quedó ni un cobre
Sino de hijos un enjambre.
Que más iba a hacer la pobre
Para no morirse de hambre?

 

 

178

¡Tal vez no te vuelva a ver,
Prienda de mi corazón!
Dios te dé su proteción
Ya que no me la dio a mí,
Y a mis hijos dende aquí
Les echo mi bendición.

179

Como hijitos de la cuna
Andarán por ahi sin madre;
Ya se quedaron sin padre,
Y ansí la suerte los deja
Sin naides que los proteja
Y sin perro que les ladre.

180

Los pobrecitos tal vez
No tengan ande abrigarse,
Ni ramada ande ganarse,
Ni rincón ande meterse,
Ni camisa que ponerse,
Ni poncho con que taparse.

181

Tal vez los verán sufrir
Sin tenerles compasión;
Puede que alguna ocasión,
Aunque los vean tiritando,
Los echen de algún jogón
Pa que no estén estorbando.

182

Y al verse ansina espantaos
Como se espanta a los perros,
Irán los hijos de Fierro,
Con la cola entre las piernas,
A buscar almas más tiernas
O esconderse en algún cerro.


sigue

 

 

 


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