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al pie de la página encontrará los íconos para escuchar el versado con fondo
de guitarras de las presentes estrofas mientras las lee.

64

Ansí en mi moro, escarciando,
Enderecé a la frontera.
¡Aparcero si usté viera
Lo que se llama cantón!...
Ni envidia tengo al ratón
En aquella ratonera.

65

De los pobres que allí había
A ninguno lo largaron,
Los más viejos rezongaron,
Pero a uno que se quejó
En seguida lo estaquiaron,
Y la cosa se acabó.

66

En la lista de la tarde
El jefe nos cantó el punto
diciendo: Quinientos juntos
Llevará el que se resierte;
Lo haremos pitar del juerte,
Mas bien dese por dijunto.

67

A naides le dieron armas,
Pues toditas las que había
El Coronel las tenía,
Sigún dijo esa ocasión,
Pa repartirlas el día
En que hubiera una invasión.

68

Al principio nos dejaron
De haraganes criando sebo,
Pero después... no me atrevo
A decir lo que pasaba...
¡Barajo!... si nos trataban
Como se trata a malevos.

69

Porque todo era jugarle
Por los lomos con la espada,
Y aunque usté no hiciera nada,
Lo mesmito que en Palermo,
Le daban cada cepiada
Que lo dejaban enfermo.

70

¡Y qué indios, ni qué servicio;
Si allí no había ni cuartel!
Nos mandaba el Coronel
A trabajar en sus chacras,
Y dejábamos las vacas
que las llevara el infiel.

71

Yo primero sembré trigo
Y después hice un corral,
Corté adobe pa un tapial,
Hice un quincho, corté paja...
¡La pucha que se trabaja
Sin que le larguen un rial!.

72

Y es lo pior de aquel enriedo
Que si uno anda hinchando el lomo
Se le apean como un plomo...
¡Quién aguanta aquel infierno!
Si eso es servir al gobierno,
A mí no me gusta el cómo.

73

Más de un año nos tuvieron
En esos trabajos duros;
Y los indios, le asiguro
Dentraban cuando querían:
Como no los perseguían,
Siempre andaban sin apuro.

74

A veces decía al volver
Del campo la descubierta
Que estuviéramos alerta,
Que andaba adentro la indiada,
Porque había una rastrillada
O estaba una yegua muerta.

75

Recién entonces salía
La orden de hacer la riunión,
Y caíbamos al cantón
En pelos y hasta enancaos,
Sin armas, cuatro pelaos
Que íbamos a hacer jabón.

76

Ahi empezaba el afán
-Se entiende, de puro vicio-
De enseñarle el ejercicio
A tanto gaucho recluta,
Con un estrutor... ¡qué... bruta!
Que nunca sabía su oficio.

77

Daban entonces las armas
Pa defender los cantones,
Que eran lanzas y latones
Con ataduras de tiento...
Las de juego no las cuento
Porque no había municiones.

78

Y un sargento chamuscao
Me contó que las tenían
Pero que ellos la vendían
Para cazar avestruces;
Y así andaban noche y día
Dele bala a los ñanduces.

79

Y cuando se iban los indios
Con lo que habían manotiao,
salíamos muy apuraos
A perseguirlos de atrás;
Si no se llevaban más
Es porque no habían hallao.

80

Allí sí, se ven desgracias
Y lágrimas y afliciones;
Naides le pida perdones
Al indio: pues donde dentra,
Roba y mata cuanto encuentra
Y quema las poblaciones.

81

No salvan de su juror
Ni los pobres angelitos;
Viejos, mozos y chiquitos
Los mata del mesmo modo:
Que el indio lo arregla todo
con la lanza y con gritos.

82

Tiemblan las carnes al verlo
volando al viento la cerda,
La rienda en la mano izquierda
Y la lanza en la derecha;
ande enderieza abre brecha
Pues no hay lanzazo que pierda.

83

Hace trotiadas tremendas
Desde el fondo del desierto;
Ansí llega medio muerto
De hambre, de sé y de fatiga;
Pero el indio es una hormiga
Que día y noche está despierto.

84

Sabe manejar las bolas
Como naides las maneja;
Cuanto el contrario se aleja,
Manda una bola perdida,
Y si lo alcanza, sin vida
Es siguro que lo deja.

85

Y el indio es como tortuga
De duro para espichar;
Si lo llega a destripar
Ni siquiera se le encoge;
luego sus tripas recoge,
Y se agacha a disparar.

86

Hacían el robo a su gusto
Y después se iban de arriba;
Se llevaban las cautivas,
Y nos contaban que a veces
Les descarnaban los pieses,
A las pobrecitas, vivas.

87

¡Ah! ¡si partía el corazón
Ver tantos males, canejo!
Los perseguíamos de lejos
Sin poder ni galopiar;
¡Y qué habíamos de alcanzar
En unos vichocos viejos!

88

Nos volvíamos al cantón
A las dos o tres jornadas,
Sembrando las caballadas;
Y pa que alguno la venda,
Rejuntábamos la hacienda
Que habían dejao rezagada.

89

Una vez entre otras muchas,
Tanto salir al botón,
Nos pegaron un malón
Los indios y una lanciada,
Que la gente acobardada
Quedó dende esa ocasión.

90

Habían estao escondidos
Aguaitando atrás de un cerro...
¡Lo viera a su amigo Fierro
Aflojar como un blandito!
Salieron como maíz frito
En cuanto sonó un cencerro.

91

Al punto nos dispusimos
aunque ellos eran bastantes;
La formamos al instante
Nuestra gente, que era poca,
Y golpiándose en la boca
hicieron fila adelante.

92

Se vinieron en tropel
Haciendo temblar la tierra.
No soy manco pa la guerra
Pero tuve mi jabón,
Pues iba en un redomón
Que había boleao en la sierra.

93

¡Qué vocerío! ¡Qué barullo!
¡qué apurar esa carrera!
la indiada todita entera
dando alaridos cargó,
¡Jue pucha!... y ya nos sacó
Como yeguada matrera.

94

¡Qué fletes traiban los bárbaros!
¡Como una luz de ligeros!
Hicieron el entrevero
Y en aquella mezcolanza,
Este quiero, éste no quiero,
Nos escogían con la lanza.

95

Al que le daban un chuzazo,
Dificultoso es que sane.
En fin, para no echar panes,
Salimos por esas lomas,
lo mesmo que las palomas
Al juir de los gavilanes.

96

¡Es de almirar la destreza
Con que la lanza manejan!
De perseguir nunca dejan,
Y nos traiban apretaos.
¡Si queríamos, de apuraos,
Salirnos por las orejas!

97

Y pa mejor de la fiesta
En esa aflición tan suma,
Vino un indio echando espuma,
Y con la lanza en la mano,
Gritando: Acabáu cristiano,
metau el lanza hasta el pluma.

98

Tendido en el costillar,
Cimbrando por sobre el brazo
Una lanza como un lazo,
Me atropelló dando gritos:
Si me descuido... el maldito
Me levanta de un lanzazo.

99

Si me atribulo o me encojo,
Siguro que no me escapo:
Siempre he sido medio guapo,
Pero en aquella ocasión
Me hacía buya el corazón
Como la garganta al sapo.

100

Dios le perdone al salvaje
Las ganas que me tenía...
Desaté las tres marías
Y lo engatusé a cabriolas...
¡Pucha...! si no traigo bolas
Me achura el indio ese día.

101

Era el hijo de un cacique,
Sigún yo lo averigüé;
La verdá del caso jue
Que me tuvo apuradazo,
Hasta que por fin de un bolazo
Del caballo lo bajé.

102

Ahi no más me tiré al suelo
Y lo pisé en las paletas;
Empezó a hacer morisquetas
Y a mezquinar la garganta...
Pero yo hice la obra santa
De hacerlo estirar la jeta.

103

Allí quedó de mojón
Y en su caballo salté;
De la indiada disparé,
Pues si me alcanza me mata,
Y al fin me les escapé,
con el hilo de una pata.

 

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