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JUANA AZURDUY

Capítulo XIX

Buenas noticias corrían de boca en boca por los villorrios altoperuanos: la expedición proveniente del Río de la Plata al mando del general José Rondeau había por fin ingresado al Alto Perú y avanzaba para auxiliar a la resistencia contra los soldados del rey.

Lamentablemente, el jefe argentino no parecía el más adecuado para una empresa tan dificultosa que ya había hecho fracasar expediciones anteriores. Tan difícil que hasta el mismo San Martín, designado para sustituir al general Belgrano, había desistido de ella por considerarla imposible.

Así se lo comunica a Rodríguez Peña, en carta del 23 de abril de 1814, adelantándole su estrategia alter­nativa:

"No se felicite con anticipación de lo que yo pueda hacer en ésta (Salta); no haré nada, y nada me gusta aquí. La patria no hará camino por este lado que no sea una guerra defensiva y nada más; para eso bastan los valientes gauchos de Salta con dos escuadrones de buenos veteranos (...). Ya le he dicho a usted mi secreto: un ejército pequeño y bien disciplinado en Mendoza para pasar a Chile y acabar allí con los godos apoyando un gobierno de amigos sólidos para concluir también con la anarquía que allí reina. Aliando, las fuerzas pasaremos por el mar a tomar Lima. ése es el camino y no éste".

 San Martín adujo enfermedad y fue sustituido por el general José Rondeau, designado por el entonces director supremo, Gervasio de Posadas, tío y títere de Carlos María de Alvear, que lo relevó del mando de las tropas que sitiaban Montevideo justamente cuando ésta estaba a punto de caer, para que fuera su sobrino quien tuviese dicho honor.

Es que mientras en el Alto Perú se moría y se mata­ba por nuestra independencia, en Buenos Aires las cosas se veían de otra manera. Así, leamos un párrafo de las varias comunicaciones secretas que sostuvo Alvear con la corona británica:

"Cinco años de repetidas experiencias han hecho ver a todos los hombres de juicio y opinión que este país no está en edad ni en estado de gobernarse por si mismo, y que necesita una mano exterior que lo dirija y contenga en la esfe­ra del orden antes de que se precipite en los horrores de la anarquía.

"La sola idea de reconciliación con los espa­ñoles indigna a los argentinos hasta el fanatismo, y todos juran en público y en secreto morir antes que volver a sujetarse a la metrópoli. En estas circunstancias solamente la generosa Nación Británica puede poner un remedio eficaz a tantos males acogiendo en sus brazos a estas Provincias que obedecerán a su Gobierno y reci­birán sus leyes con el mayor placer".

Al nuevo jefe del Tercer Ejército del Norte le falta­ban condiciones de coraje y de virilidad, lo que se reflejaba en los motes que sus soldados le habían puesto: "el buen José" y "la mama", defectos agravados por el abatimiento que le producía la arbitrariedad cometida en su contra por el gobierno de Buenos Aires. Por otra parte, tampoco adornaban su personali­dad las virtudes de la honestidad y el desprendimiento.

Nada de esto sabían o quizás prefiriesen no ente­rarse los jefes de la guerra de recursos altoperuana, y -se alegraron pues podrían de aquí en más, si todo iba como ellos esperaban, luchar en mejores condiciones contra los ejércitos godos.

El general Pezuela decidió salir al encuentro del ejército abajeño y ordenó que sus divisiones de Chu­quisaca, Potosí y Cochabamba se reunieran para darle batalla en Oruro.

Las excursiones de los ejércitos rioplatenses, cuan­do aún no habían cumplido con lo que pareció ser su inexorable destino de ser derrotados, aliviaban la situación dramática de las guerrillas altoperuanas, dis­trayendo a las fuerzas enemigas de la feroz represión en que se empeñaban mientras podían actuar impune­mente contra las heroicas pero dispersas fuerzas irre­gulares de la resistencia popular.

De dicha crueldad se ocupa Mitre en su Historia de San Martín, y lo citaremos in extenso:

"Durante su permanencia al frente del Ejérci­to del Norte tomóse prisionero en Santa Cruz de la Sierra al coronel español Antonio Landivar.

Había sido éste uno de los agentes más despiada­dos de las venganzas de Goyeneche, y en consecuencias el general San Martín le mandó formar causa ‘No por haber militado con el enemigo en contra de nuestro sistema (dice en su auto), sino por las muertes, robos, incendios, saqueos, violencias, extorsiones y demás excesos que hubiese cometido contra el derecho de la guerra'.

Reconocidos los sitios en que se cometieron los excesos y levantaron los cadalsos por orden de Landivar, se comprobó la ejecución de 54 pri­sioneros de guerra, cuyas cabezas y brazos habí­an sido cortados y clavados en las columnas miliarias de los caminos. El acusado declaró que sólo había ajusticiado 33 individuos contra todo derecho, alegando en sus descargos haber proce­dido así por órdenes terminantes de Goyeneche, las que exhibió originales.

"He aquí en extracto algunas de las órdenes de Goyeneche: `Potosí, diciembre 11 de 1812. Marche Ud. sobre Chilón rápidamente y obre con energía en la persecución y castigo de todos los que hayan tomado parte de la conspiración de Valle Grande, «sin más figura de juicio» que sabi­da la verdad militarmente'. Otra: `Potosí, diciembre 26 de 1812. Tomará las nociones al intento de saber los generales caudillos y los que han seguido de pura voluntad, «aplicando la pena de muerte a verdad sabida sin otra figura dé juicio». Defiero (sic) a Ud. todos los medios de purgar ese partido de los restos de la insurrección que «si es posible no quede ninguno»'. En 5 de diciembre de 1813 se reitera la misma orden, y a 11 del mismo mes y año, contestando a Landívar, le dice Goyeneche: Apruebo a Ud. la energía y fortaleza con que ha aplicado la pena ordinaria a unos y la de azotes a otros, y le prevengo que a cuantos aprehenda con las armas en la mano, que hayan hecho oposición de cualquier modo a los que mandan, convocado y acaudillado gente para la revolución, sin más figura de juicío que sabida la verdad de sus hechos y convictos de ellos, los pase por las armas. Apruebo la contribución que acordaba imponer a todos los habitantes que han tomado parte en la conspiración, o la han mirado con apatía o indiferencia’. Por último, en varios otros oficios tanto Goyenecbe como su segundo el general Ramírez, escriben a Landívar: ‘Sólo creo prevenirle que no deje un delincuente sin castigo a fin de fijar el escarmiento en los ánimos de esos habitantes'.

"En vista de esos descargos, la defensa fue echa con toda libertad y energía por un oficial de Granaderos a caballo, quien refutó con argumentos vigorosos las conclusiones del fiscal de la causa, invocando el principio de fidelidad que debía a sus banderas aun cuando fuesen enemi­gas, y la inviolable obediencia que debía a sus jefes, tratando de ponerlo bajo la salvaguardia de los prisioneros de guerra.

"Tal es la causa que con sentencia de muerte fue elevada a San Martín el 15 de enero de 1813, y que él con la misma fecha mandó ejecutar, escribiendo de su puño y letra `cúmplase', sin previa consulta al gobierno, como era de regla.

"Al justificar la necesidad y urgencia de este proceder, San Martín escribía al gobierno: ‘Ase­guro a V.S. que a pesar del horror que tengo a derramar la sangre de mis semejantes, estoy alta­mente convencido de que ya es absoluta necesi­dad hacer un ejemplar de esta clase. Los enemigos se creen autorizados para exterminar hasta la raza de los revolucionarios, sin otro crimen que reclamar éstos los derechos que ellos les tienen usurpados. Nos hacen la guerra sin respe­tar en nosotros el sagrado derecho de las gentes y no se embarazan en derramar a torrentes la sangre de los infelices americanos. Al ver que nosotros tratábamos con indulgencia a un hombre tan criminal como Landívar, que después de los asesinatos cometidos aún gozaba de impuni­dad bajo las armas de la patria, y en fin, que sorprendido en un transfugio y habiendo hecho resistencia, volvía a ser confinado a otro punto en que pudiese fomentar, como lo hacen sus pai­sanos, el espíritu de oposición al sistema de nues­tra libertad, creerían, como creen, que esto más que moderación era debilidad, y que aún teme­mos el azote de nuestros antiguos amos'. "

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