Hace 
                muchísimos años, era un joven arrogante, lleno de salud y 
                energía; además era altanero: ante la menor
                contrariedad, demostraba su desagrado y quería 
                ridiculizar a su semejante de físico y menos favorecido. 
                Cierta vez, al saber que una construcción grandiosa se 
                transformaría en templo - él no comprendia 
                eso de rezar, la casa de Dios y todas esas cosas - su soberbia 
                le hizo pensar que había llegado el momento de probar su fuerza. 
                Lleno de coraje y vanidad, exclamó: 
                - ¡Gran cosa... de una patada lo echo todo al suelo! 
                Y, acto seguido, forcejeó y empujó la pared hasta cumplir lo 
                anunciado, regocijándose de su hazaña: nada menos que destruir 
                la casa de Dios. 
                El juez de la justicia humana, lo hizo engrillar, 
                encarcelándolo; pero Tupá, fastidiado ante la irreverencia, fue 
                más enérgico, puesto que al transformarlo en pequeña ave le dio 
                la dimensión ajustada a su personalidad; por eso lleva un bonete 
                de presidiario y, como el grillo acalambró sus piernas, se 
                desplaza a saltitos. 
                Arrepentido, se muestra sumiso y su sentimiento amistoso le hace 
                anunciar un acontecimiento feliz.
                Bibliografía 
                Adolfo Colombres: Seres sobrenaturales de la cultura popular 
                argentina,  Edic. Del Sol, Bs. As., 1999. 
                  
					
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