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HÉCTOR GARCÍA MARTÍNEZ

DOS SIGLOS DEL QUEHACER FOLKLORICO
ARGENTINO EN UN DICCIONARIO

Con más de 25 años dedicados a  difundir la investigación folklórica, los aspectos desconocidos de nuestra cultura musical nacional a través del periodismo, como columnista radial o gráfico de prestigiosos medios (incluido el Tradicional) Héctor García Martínez tiene el aval necesario para presentar “El diccionario del quehacer folklórico argentino”, donde está sintetizado 8 años de trabajo junto a Ismael Russo, cuya autoría comparte. Allí han documentado cerca de 900 biografías de intérpretes, compositores, bailarines, recitadores y al final un apéndice dedicado a los investigadores, difusores y mecenas.  “Siempre me gustó la historia, saber de mis raíces. El ser nacional me apasiona, un viso universal de razas y a pesar de eso existe la síntesis.

-¿Cómo comienza la idea de un diccionario? 

-En el año 87 empecé a buscar datos de Abel Fleury para editar el primer fascículo.  Eso me llevó a tomar contacto con investigadores del tango y difusores que me aportaron muchos datos.  De esa manera descubrí que este género  tenía tres diccionarios de intérpretes y compositores de tango, de tres autores diferentes, y que el folklore adolecía de esta información. Entonces empecé lentamente a investigar sobre sus hacedores.

- ¿Cuál fue la primera biografía que investigaste?

-Fueron varias a la vez. Las clásicas como los Fronterizos, los Chalchaleros, el maestro Eduardo Falú, Atahualpa Yupanqui, Carlos Di Fulvio...Esas fueron las primeras esbozadas.

En el 96 fui a buscar datos a la casa de Ismael Russo, quien me manifestó que tenía idea de hacer algo parecido, ya tenía un listado de nombres, lugar y fecha de nacimiento y /o fallecimiento.  Entonces le sugerí que tal vez si  uníamos voluntades para hacer esta tarea tan importante iba a ser más fácil. De esta manera decidimos comenzar a trabajar juntos. Primero  nos reuníamos una vez por semana, y al final dos veces, fue una tarea ardua. No fue un sacrificio, fue un amasijo.

-¿Porqué?

-Si vas a hacer un diccionario de escritores o científicos argentinos, podes encontrar datos o abundante bibliografía en diferentes archivos o bibliotecas en general, pero el de los folkloristas está en manos privadas, por lo tanto hay que gastar mucho en llamadas telefónicas, generalmente al interior del país,  viajar, para ir armando la biografía. El mayor problema lo tuvimos con las personas fallecidas.  Dependíamos de la buena voluntad de los parientes que muchas veces sabían menos que uno o no querían dar datos. Cuando recurrimos a revistas de la época también tenían errores de fechas o conceptos, lo que nos llevó a volver sobre nuestros pasos.

- Y con los  que viven ¿Tuvieron contratiempos?

-Sí, algunos inflaron la información, por ejemplo un pianista que se atribuyó la fundación de una escuela de música popular cuando en realidad era co-fundador junto a destacados maestros del género.  El querer dar veracidad al diccionario nos atrasó mucho. Ese es el panorama de los escollos que hemos tenido. Lo satisfactorio del caso es que hemos trabajado con un criterio histórico y con la intención de contribuir al rescate de la memoria.

-¿Cuál es el período folklórico donde comenzas a recopilar datos?

-Comenzamos en l814 con Bartolomé Hidalgo y sus cielitos patrióticos hasta nuestros días. También hemos incluido figuras de países limítrofes como Uruguay, Bolivia, Chile y Perú. Hay nombres vinculados al movimiento tradicionalista argentino en sus diferentes etapas y también algunos europeos que se integraron al canto y la danza criolla.  Tal el caso de Scolatti Almeyda, el italiano Alfredo Pelaia autor de “Claveles mendocinos”, el español Manuel Parada o el maestro Domingo Prat, maestro de maestros, autor del “Diccionario de guitarristas”o  referentes de la época de la canción nacional como Ambrosio Ríos, payador de origen italiano. Somos concientes que nos falta un montón de gente por no tener contactos con personas que los conocieron, pero tenemos esperanzas de hacer una segunda edición.

-Se nota tu pasión por los maestros de guitarra.

-Sentí la obligación cuando empecé a tocar guitarra. Abel Fleury está muy ligado a mi historia personal y después continué con el maestro Justo Tomás Morales, nacido en Ranchos, provincia de Buenos Aires,  quien para mí le sigue en materia creativa, dejó una literatura guitarrística seria, sus obras  se componen de música clásica criolla inspirada especialmente en música de llanura.

-¿Cuando comienzan a llegar asiduamente a Buenos Aires  y porqué?

-Yo creo que a partir de l9l5 empezaron a llegar los maestros españoles aparte de los ya radicados.

Josefina Robledo discípula de Tarrega, Santos Hernández, Manuel Ramírez, Miguel LLovet, Segovia, Regino Sáenz de la Masa, entre otros. Venían porque había un mercado importante entre las personas de clase alta y media de profesionales, con buen nivel cultural. Por ese motivo se desarrolló en forma paralela tanto en Uruguay como Buenos Aires  un gran movimiento guitarrístico.  Prueba de ello son los instrumentos caros construidos en España que se encuentran en nuestro país y que en la actualidad se buscan como piezas de colección. No olvidemos al catalán Domingo Prat quien después de venir varias veces publicó su método en la Argentina, para volver en 1922 a dedicarse a enseñar en su academia de donde salieron mujeres como Maria Luisa Anido, Consuelo Mayo López, María Angélica Funes,  Nelly Scaray, Lalita Almirón o Maud Mercalfe quienes se destacaron como interpretes y docentes.

Un ambicioso trabajo que abarca dos siglos de la memoria folklórica de nuestro país en todos sus ritmos.  En sus páginas encontramos las biografías de figuras señeras junto a otras que siguen esperando por su talento una importancia merecida.

                                                                                          Senda folclórica

 

 
 
 

 

 


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