La voz 
								popular linyera, hace tiempo institucionalizada, 
								proviene, al decir del erudito, del piamontés 
								jergal lingera (grupo de vagabundos) y éste del 
								piamontés linger (pobre). El vocablo en su 
								versión femenina, en cambio, remite al atado 
								donde lleva sus escasas pertenencias.
								Al promediar el siglo XIX y hasta mediados 
								del XX, era común encontrarlo por los caminos 
								del campo argentino, habitualmente solo, sin 
								rumbo ni destino fijo. Solía acercarse a 
								boliches y estancias buscando alimento y refugio 
								transitorio. Nadie le preguntaba de dónde venía 
								ni hacia dónde se dirigía. 
								En algún paraje acampaba a la sombra del 
								árbol, preparaba su modesta ración e higienizaba 
								su ropa en alguna vertiente de agua cercana. En 
								ocasiones, lograba una changa que le permitía 
								hacerse de poco dinero y vituallas. Era un 
								verdadero peregrino de la legua. 
								Más que un desclasado, soñaba con la utopía 
								de la absoluta libertad del ser y pugnaba con su 
								ejemplo en desarrollar una teoría social, que si 
								no encontraba discípulos al menos resultaba 
								complaciente para todos. 
								En ocasiones, el linyera se convirtió en 
								croto, es decir, en uno de los tantos 
								trabajadores golondrina que viajaron 
								clandestinamente en trenes de carga al amparo de 
								la ley del gobernador bonaerense Crotto, para 
								encontrar ocupación de recolectores de la 
								cosecha. Un bracero trashumante de paga exigua y 
								carente de beneficios sociales. 
								Personaje singular de la llanura, aunque los 
								hubo en otros planos geográficos, su figura 
								constituía una imagen más del aquelarre humano. 
								Su misterioso vagabundeo, la identidad 
								desconocida y el carácter habitualmente parco 
								hicieron de él un símbolo contestatario. Lejos 
								del rechazo, era recibido y atendido 
								solícitamente, pues nunca excedía su 
								alojamiento. 
								De a poco, el linyera fue perdiendo el 
								concepto de vagabundeo o atorrante que algunos 
								le endilgaron. Luis Gudiño Kramer testimonió: 
								"En la fonda ´el piojo había siempre un fogón, 
								abajo de una enramada, así que los linyeras no 
								precisaban ir a matear a la intemperie". 
								Símbolo literario 
								Alguno, más elocuente, vertía en ocasional 
								diálogo su filosofía existenciaria, dando pábulo 
								a la imaginación de la gente y de los literatos. 
								Enrique Larreta, por ejemplo, le otorgó 
								protagonismo en su obra El Linyera , 
								llevada al cine en la década del treinta. 
								En Los linyeras , un clásico del circo 
								vernáculo, de Juan Martín Cella, el protagonista 
								se define: "Vamos como gorriones. Venimos como 
								semillas que arroja la bendita mano de Dios 
								sobre un campo yermo". En la trama, este errante 
								se rebela contra la organización rural: "Siempre 
								encerrado como bestias, haciendo tanta pampa 
								libre". 
								El poeta lunfardesco Francisco Bautista 
								Rímoli adoptó el heterónimo de Dante A. Linyera. 
								Un tango recorre esta confesión del caminante: 
								"Esperando un sol/de felicidad/ arrastrando 
								voy/como un caracol/ mi suerte en larga soledad" 
								(Luis Merio), y una canción lo universaliza: 
								"Linyera soy/corro el mundo/y no sé dónde voy/no 
								tengo norte/no tengo guía/para mí todo es igual" 
								(Ivo Pelay). 
								El linyera, todavía, puebla el paisaje 
								campestre de nuestras pampas. Cuando declina el 
								atardecer, esa enigmática y misteriosa figura 
								suele recortarse en el sendero de tierra o sobre 
								los rieles oxidados. 
								En algún otro lugar cercano, encontrará 
								resguardo al amparo de la invitación: "Abramos 
								la ventana/ ya vienen los linyeras/ Por los 
								caminos vienen/a la trilla y la quema/ Estoy en 
								la ventana / deténgase quien quiera/ Pídame casa 
								y duerma" (Jose Pedroni).El caminante que no 
								sabe adónde vaEl autor es poeta y ensayista. Su 
								libro más reciente es "Los poetas del medio 
								siglo" . 
								Fuente: Por Luis Enrique Furlan 
								LA NACION  - Rincón Gaucho