Para los 
																	que conocen 
																	al soguero 
																	Pablo Lozano 
																	resultaba 
																	algo 
																	bastante 
																	inusual 
																	observarlo 
																	con los 
																	brazos 
																	inmóviles 
																	mientras 
																	estaba 
																	sentado en 
																	el pabellón 
																	de 
																	artesanos, 
																	uno de los 
																	más 
																	visitados en 
																	la Rural 
																	finalizada 
																	el martes 
																	último. 
																	En su 
																	vida ese 
																	momento es 
																	una 
																	excepción. 
																	Lo corriente 
																	es 
																	encontrarlo 
																	en su taller 
																	sin dar 
																	descanso a 
																	sus manos 
																	infatigables, 
																	ocupadas en 
																	forjar las 
																	piezas que 
																	le han 
																	valido 
																	obtener con 
																	obstinada 
																	reiteración 
																	los primeros 
																	premios de 
																	los más 
																	importantes 
																	concursos de 
																	artesanías 
																	criollas.
																	
																	El último 
																	fruto de su 
																	esfuerzo, 
																	que le llevó 
																	seis meses 
																	de labor, se 
																	convirtió en 
																	un imán para 
																	los ojos de 
																	todos los 
																	que día a 
																	día 
																	recorrían el 
																	pabellón. Se 
																	trataba de 
																	un juego de 
																	cabeza, 
																	compuesto de 
																	bozal, 
																	cabestro, 
																	fiador, 
																	manea y 
																	riendas 
																	realizado 
																	con trenzas 
																	finas. 
																	Como 
																	ganador del 
																	premio 2004 
																	otorgado por 
																	la Rural al 
																	mejor 
																	artesano, le 
																	está vedado 
																	participar 
																	del concurso 
																	2005, en el 
																	cual se 
																	limitó a 
																	actuar como 
																	jurado. 
																	El año 
																	pasado ganó 
																	el primer 
																	premio 
																	gracias a 
																	una cincha 
																	compuesta de 
																	63 trenzas 
																	patrias, una 
																	pieza 
																	realzada, 
																	asimismo, 
																	con las 
																	distintas 
																	costuras que 
																	ornamentaban 
																	las tapas de 
																	la cincha. 
																	Con sus 
																	juegos de 
																	cabeza, 
																	Lozano había 
																	ya ganado 
																	también los 
																	de 2000 y 
																	los de 2002.
																	
																	Lo suyo 
																	son los 
																	trabajos en 
																	cuero 
																	caballar, 
																	aunque a 
																	veces 
																	también 
																	vacuno. 
																	Recrea 
																	piezas como 
																	bozales, 
																	estribos, 
																	encimeras, 
																	cinchas, 
																	riendas, 
																	rebenques, 
																	cuchillos, 
																	cinturones, 
																	todo hecho 
																	con cuero 
																	sobado y 
																	crudo y 
																	todas de uso 
																	constante en 
																	el pasado, 
																	aunque 
																	convertidas 
																	hoy en 
																	artículos de 
																	lujo cuyo 
																	destino son 
																	los 
																	concursos de 
																	aperos o la 
																	venta a 
																	coleccionistas. 
																	Sin embargo, 
																	su extrema 
																	finura no 
																	implica que 
																	no puedan 
																	tener 
																	también 
																	valor de 
																	uso. 
																	Según 
																	comentó 
																	Lozano, él 
																	trabaja sólo 
																	con cueros 
																	naturales. 
																	"Los 
																	procesos de 
																	preparación 
																	-explicó- no 
																	requieren de 
																	ningún tipo 
																	de química, 
																	son de 
																	usanza 
																	natural, 
																	como el 
																	ablandamiento 
																	por 
																	maceteado."
																	
																	Al no 
																	disponer de 
																	sal ni 
																	alumbre, 
																	dicho 
																	proceso es 
																	más lento, 
																	pero en 
																	cambio el 
																	cuero logra 
																	adquirir una 
																	durabilidad 
																	mayor. Uno 
																	de sus 
																	consejos es 
																	que cada 
																	soguero 
																	prepare él 
																	mismo sus 
																	propios 
																	materiales. 
																	En cuanto a 
																	la calidad 
																	del cuero, 
																	Lozano 
																	refiere que 
																	depende de 
																	la gordura y 
																	sanidad del 
																	animal. 
																	"Empezó 
																	como una 
																	simple 
																	afición 
																	adolescente 
																	y no 
																	imaginaba en 
																	ese momento 
																	que la 
																	soguería se 
																	iba a 
																	convertir en 
																	mi medio de 
																	vida", 
																	refirió 
																	Lozano, 
																	criado en un 
																	campo 
																	familiar de 
																	la localidad 
																	de Tandil. 
																	En esa 
																	ciudad tiene 
																	el taller 
																	donde 
																	actualmente 
																	vive y 
																	trabaja. 
																	"Trenzando y 
																	trenzando 
																	-contó- se 
																	pasan las 
																	horas sin 
																	que yo me dé 
																	cuenta; el 
																	último mes, 
																	antes de 
																	venir aquí, 
																	a la Rural, 
																	trabajé 14 
																	horas 
																	seguidas sin 
																	sentir el 
																	esfuerzo."
																	
																	Fue el 
																	creciente 
																	amor que le 
																	iba tomando 
																	a las 
																	tradiciones 
																	criollas lo 
																	que lo llevó 
																	a los 15 
																	años a 
																	estudiar las 
																	técnicas 
																	artesanales 
																	de soguero 
																	junto a Luis 
																	Alberto 
																	Flores, uno 
																	de los más 
																	talentosos 
																	sogueros de 
																	la 
																	Argentina.
																	
																	"Mi 
																	primer 
																	trabajo 
																	-recordó- 
																	fue un 
																	llaverito 
																	que 
																	confeccioné 
																	por mi 
																	cuenta con 
																	tientos 
																	sueltos y 
																	siguiendo 
																	las reglas 
																	de lo que 
																	iba leyendo 
																	en el libro 
																	«Trenzas 
																	gauchas», de 
																	Mario López 
																	Osornio. Se 
																	lo mostré 
																	con timidez 
																	a Flores y 
																	me dijo que 
																	no estaba 
																	mal. Eso me 
																	estimuló y a 
																	partir de 
																	entonces no 
																	dejé nunca 
																	de aprender 
																	técnicas 
																	nuevas." 
																	El año 
																	pasado fue 
																	invitado, 
																	junto con su 
																	colega, el 
																	soguero y 
																	platero 
																	Armando 
																	Deferrari, a 
																	dictar unas 
																	conferencias 
																	acerca de 
																	las 
																	artesanías 
																	criollas en 
																	el Museo del 
																	Cowboy, en 
																	Oklahoma. 
																	"Allí había 
																	artesanos de 
																	cuero de los 
																	Estados 
																	Unidos, 
																	Canadá, 
																	Australia y 
																	México, y 
																	quedó 
																	demostrado 
																	que las 
																	técnicas 
																	argentinas 
																	eran las más 
																	avanzadas. 
																	Las piezas 
																	de esos 
																	países se 
																	destacan por 
																	su 
																	prolijidad, 
																	pero son 
																	deficientes 
																	en lo que 
																	respecta a 
																	la finura".
																	
																	
																	Fuente: 
																	Rincón 
																	Gaucho -Por 
																	Bartolomé 
																	Vedia 
																	Olivera 
																	De la 
																	Redacción de 
																	LA NACION