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La historia de San Juancito de Realicó

Un niño de siete años a quien toda la comunidad de un pueblo de la provincia de La Pampa consideró un santo

 
Entre las muchas historias místicas que han tenido lugar en el interior de nuestro país, hay una, ocurrida hace 100 años, que resulta entrañable: la del milagro de Juan Cravero, un niño de Italo, un pueblito del sur cordobés.

Después de su muerte, Juancito se le habría aparecido varias veces a su familia, pidiéndole que sus restos estuvieran en el cementerio de la localidad de Realicó, en el norte de la provincia de La Pampa.

Cuando, al exhumarse su cadáver se comprobó que el humilde cajoncito de pino blanco estaba intacto (hasta las marcas del lápiz del carpintero tenía) el traslado resultó un imperativo de conciencia para la familia de inmigrantes italianos que lloraba la muerte del niño.

Como buenos agricultores, sabían que si había tierra habría trabajo. Por eso partieron hacia Realicó, donde el chico fue para siempre San Juancito.

Había trascendido que Juancito era milagroso, por eso el traslado de sus restos fue acompañado por un bizarro cortejo desde Italo.

Hombres y mujeres en coches, jardineras y sulkys y paisanos de a caballo pernoctaron la primera noche en la chacra de Cravero donde se efectuó el velatorio para seguir temprano en la mañana a fin de recorrer los casi 80 kilómetros hacia la morada final.

Cuentan los memoriosos que "seis muchachas vestidas de satiné celeste, traían sobre las rodillas el cajón de Juancito" y que a medida que se acortaba la distancia, comenzaban a gestarse ciertos aires de sugestión individual y colectiva que inhibían muchas veces a los incrédulos.

Uno de los hechos que se conocieron fue el que le sucedió a un paisano desconfiado que había llevado ante la tumba, junto con su mujer, una criatura de pecho gravemente enferma.

Al verla curada en el acto, entre conmovido y absorto, el paisano atinó a expresar: "No hay que darle güeltas... Hay que creer o reventar".

Durante décadas, cuando todavía corrían los trenes de pasajeros, llegaban hasta Realicó personas agradecidas que depositaban flores en la tumba que aun perdura con las mismas características. Otras hacían ofrendas o prometían volver en sus hijos.

El tema tuvo otras aristas y excedió el ámbito lugareño. El dramaturgo Pedro E. Pico llevó el caso "San Juancito de Realicó" al tablado del Teatro Odeón de Buenos Aires, en una obra donde actuaron Olinda Bozán, Mecha López, Martín Zabalúa y otros renombrados actores del teatro nacional.

Rezo criollo

Poco a poco el olor a crisantemos comenzó a diluirse, las placas del interior del espacioso panteón, testimonian aquellas presencias foráneas que en su desesperación buscaban consuelo en el cementerio de un pueblo del norte de La Pampa. El mismo pueblo que se apresta a celebrar en escasos doce meses su Centenario y a recuperar a San Juancito de Realicó desde el sentimiento inevitable de pertenencia.

En las "Instrucciones para que la Oración a San Juancito sea eficaz" se indica que debe ser rezada por la persona interesada en el mismo sepulcro y si estuviera muy enferma, imposibilitada para trasladarse, podría ir en su lugar un pariente más cercano.

Dicen que podría volver el tren. Los caminos de tierra ahora tienen pavimento y es mas fácil llegar. Hay señales dispersas, pero que ya no parecen remotas, porque si los tiempos de la fe con aquellas características no concuerdan con los actuales, debe quedar seguramente algún criollo dispuesto a acodarse a un mostrador para apurar una grapa, antes de ir al cementerio, quitarse el sombrero y pedir un milagro.

Hay también mucha más gente que por pudor no se anima a confesar sus deseos de rezarle al chiquilín hijo de gringos que muriera allá por el año en que el pueblo que eligiera para su descanso eterno, comenzaba a andar.

fuente: Gladys Sago
LA NACION - Rincón Gaucho

     
 
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