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Por Juan Carlos Fiorillo - Recopilación Edmundo Cartos
 
Juana Figueroa - Zamba
Música: Juan J. Botelli – Letra: José Ríos

En su edición del 30 de marzo de 1903 el diario "La Montaña" de Salta, publicó la siguiente noticia:

"Hallazgo fúnebre": "Ayer por la tarde algunos menores, hijos del administrador del cementerio, en circunstancias que se dirigían a bañarse en la corriente de agua de La Zanja del Estado, en la dirección de la calle San Luis, a una corta distancia del este del puente denominado Blanco, sintieron un olor nauseabundo que parecía salir del medio de los yuyos de ese punto. Los menores de referencia dieron aviso a sus padres del hallazgo fúnebre y acto continuo éste se apresuró a dar cuenta a la policía.

Momentos después se encuentra el Comisario General, Señor Royo y otros subalternos en el lugar donde se encontraba el cadáver, al cual trataron de identificarlos sin conseguirlo. El médico de Policía dispuso que los restos fueran trasladados al cementerio a objeto de practicar allí la autopsia correspondiente. Los vecinos que han podido ver dicho cadáver suponen que se trata de un crimen perpetrado por una persona desconocida".

Descubrimiento del asesino

El 3 de abril el mismo diario salteño anuncia con grandes titulares que fue identificado el autor del "Crimen de Puente Blanco". El relato comienza con una crítica a la labor de la policía local redactada en los siguientes términos: "Cuando la policía, desengañada de sus esfuerzos, convencida de su inutilidad, incapaz de dar con el hilo del crimen, sin punto de partida, sin ideas, sin rumbos, pasó el diez del corriente al Juez Dr. Luis López el expediente respectivo, sin haber podido siquiera reconocer el cadáver y menos adquirir sospechas del criminal el Juez se encontró ante un problema insoluble por cuanto las investigaciones de la policía no arrojaban ni la más chispa ni el menor detalle sugerente para poder orientar la pesquisa. El expediente era para el magistrado algo como un jeroglífico de remotas civilizaciones, imposibles de descifrar."

Siguen la crónica contando que el Juez López hace publicar un aviso relativo al crimen. Como consecuencia del mismo aparece una mujer llamada Juana Figueroa de Ponce, manifestando que una sobrina de nombre Juana Figueroa, de 22 años, casada con Isidoro Heredia, carpintero; había desaparecido hacía tiempo y sospechaba que el cadáver hallado en el Puente Blanco podría tratarse de ella. La Sra. de Ponce brinda algunas señas particulares de su sobrina, como su abundante cabello negro, siendo el rasgo distintivo notable dos dientes que sobresalían de los demás en la mandíbula. El ayudante del juez, el Sr. Juan Peyret concurrió a la casa de Heredia, ubicada en la calle Buenos Aires entre San Juan y San Luis, con la excusa de entregar una carta. Preguntó a la madre de Heredia por éste y la mujer dijo que su hijo no se encontraba en ese momento, pero al mencionar la carta salió Heredia y al preguntarle por Juana, éste dijo que no estaba.

Informado el Juez, se trasladó al cementerio, exhumó el cadáver y, junto al Dr. Cabrera procedió al examen de la boca confirmando sus rasgos dentarios. El juez toma declaración a la tía de la víctima quien sostiene que el matrimonio había tenido frecuentes y serias desavenencias, "dando motivo para que aquel la pusiera en el Buen Pastor y a que ella se marchara el año pasado a Buenos Aires, después de tantos altercados y enojos". Posteriormente, a consecuencia de esas disputas, Juana se fue a La Merced, acompañado de un individuo de apellido Cáceres.

El juez consideró que la descripción de la víctima coincidía con la de Juana Figueroa, sumado al hecho de haberse encontrado al lado del cadáver una herramienta usualmente utilizada por los carpinteros. Dio la orden de detención contra Heredia.

Ya en el juzgado comenzó lo que "La Montaña" definió como un "duelo terrible y sombrío entre la justicia que acusa y el criminal que se defiende. Duelo quizás más doloroso que el de las armas". Varias horas después Heredia reconoce el cargo y relata que la noche del 21 de marzo encontró a su mujer cerca de la Estación del Ferrocarril y con el pretexto de llevarla a una casa cerca del Puente Blanco la condujo hasta ese sitio. La víctima opuso resistencia pero el marido la llevó hasta donde estaban los yuyos más altos, la arrojó al piso y la golpeó con el fierro que llevaba.

La crónica concluye con un voto de aplauso para el juez y su secretario que "han hecho en pocas horas lo que no pudo conseguir la policía en varios días. Una vez más se ha evidenciado la incapacidad de la policía de la provincia".

El culto

Cuando se conocieron las trágicas circunstancias la gente comenzó a acercarse al Puente Blanco para rezar, colocar velas y se le atribuyó poder para curar enfermedades, encontrar trabajo, ayudar en los estudios y en todas las tareas en general. Se dice que entre las prostitutas es tenida por especial protectora.

El cuidador actual del santuario (de apellido Maciel) relata que anteriormente el lugar estaba cuidado por un viejito. Hace unos años, Maciel se acercó para pedirle a Juana Figueroa por su salud que se estaba deteriorando rápidamente, se mejoró y al fallecer el anciano cuidador, se hizo cargo del lugar. Con la ayuda de otros devotos se realizo la construcción actual, y él se encarga de ir todos los días un rato para limpiar y mantenerlo. Los lunes (Día de las Animas), cuando muchos creyentes se acercan a encender velas, rezar, agradecer o pedir.

Imagen de Juana Figueroa

Físicamente, según una descripción realizada por su tía al juez: Juana era de "fisonomía bastante regular, algo blanca y pálida, de cabello negro y abundante, peinado de rodete asegurado con horquillas amarillas, usaba traje negro y botines de charol". No existen retratos ni fotos de ella pero algunas ancianas que dicen que la conocieron aseguran que se parecía a Eva Perón.

Coluccio sostiene que "era una mujer hermosa cuyo esposo la celaba, al parecer no sin razones. Tal es así que en cierta ocasión, sospechando de su infidelidad, la sorprendió con otro hombre y le dio muerte" (Coluccio 1995:47).

Por su parte Susana Chertudi y Sara Newbery registraron que "para algunos era afecta a las diversiones o una mala mujer; para otros, en cambio una mujer a quien su marido maltrataba" (1978:44-47).

Los creyentes defienden la honestidad de esta mujer, que habría sido objeto de murmuraciones, de malas lenguas pueblerinas por tratarse de una persona buena y piadosa. 

Fuente: "Almas milagrosas, santos populares y otras devociones" por María de Hoyos y Laura Migale, Edición NAyA

N. de R.: En homenaje a su memoria los temas más conocidos son la citada zamba "Juana Figueroa", con música de José J. Botelli y letra de José Ríos que se publica más abajo, y el poema del escritor Jorge Calvetti denominado "La Juana" del libro "Memoria Terrestre", musicalizado por Raúl Carnota con el título “El rencoroso”.

Cuando eras alta, delgada y triste,

y se gastaba de soledad,

un viejo puente que ya no existe,

oyó tu muerte en la oscuridad.


Cayó la noche sobre tu ausencia,

naide de entonces se han de olvidar,

como alumbraba con tu presencia,

las horas locas del Carnaval.

Estribillo

Juana Figueroa, ¿dónde te has ido?,

¿Pues qué camino has de volver?,

para encontrarte con tu marido,

que ya anda viejo de padecer.
 

Bajo la luna, bebes el viento,

velas de sebo queman tu cruz,

donde se apagan tus sufrimientos,

y son oscuros, solos y sin luz.
 

Por esta zamba irás dormida,

las penas hondas del corazón,

vuelve su canto, tu alma encendida,

obrando milagro en cada oración.

       
 
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