De plumas con fundamento -  Caballero de ley
Letra y música Raúl Montachini
Por: Carlos Arancibia

Cuantas pequeñas y bellas historias se perderían de no existir la maravillosa costumbre que tienen los músicos y poetas de pintar con palabras los hechos cotidianos. Una  soleada mañana de septiembre del año pasado nos juntamos con el “Gringo” Montachini durante el Encuentro de Oncativo a charlar y allí fue desgranando esta historia:

Soy clase ‘47, cuando estaba haciendo el servicio militar allá por el ’68, y en  una fría mañana del 9 de julio me entero que murió Fernando Bertapelle, conocido por todos como Jardín florido, nacido en Bassana de Grappa Italia en 1888.  Lo conocí cuando viene a los 12 años a estudiar a la ciudad de Córdoba, y estaba interno en el colegio salesiano Pío X, frente a la plaza Colón.  Al año siguiente ya estaba medio pupilo y en esas chupinas en cordobés básico, la rata, la rabona o la yuta, andaba con mis compañeros, y veo este señor muy elegantemente vestido con un clavelito blanco en el ojal, su galera y su bastón halagando a las damas que pasaban , piropeándolas a todas con delicadas palabras. Cuando pregunté  me contestaron que era Jardín florido, el piropeador más grande de la historia.  Entonces sabiendo que yo era chuncanito me dijeron que lo vaya a saludar. Cuando le dije-“Hola jardín florido”-, se enojó y con el bastón me pegó en la rodilla y me dijo:-“Mocoso insolente, quien te autorizó a llamarme así”- Así pagué el atrevimiento.  No sabía que todos lo llamaban Don Fernando porque no le gustaba su apodo. Cuentan que se ganó la vida en diversos oficios, que acertó dos veces la lotería y con el dinero se compró un auto descapotable modelo 32 Packard que lo enorgullecía. Paseando en él, cuentan que al piropear a una dama se subió a una vereda y lastimó un grupito de jóvenes a la salida de un colegio, en consecuencia debió venderlo para pagar las costas judiciales. Perdió también su casa y murió muy pobre a los 80 años.

Su nombre  figura en 3 placas de las calles cordobesas Antonio Del Viso 738 donde vivió, en 9 de julio y Rivera Indarte donde solía piropear y en la primera cuadra de la calle San Martín. Sergio Avendaño, un escritor cordobés ha escrito su historia y varios más les han dedicado libros sobre los piropos. Yo le he dedicado este vals.

Calle 9 de julio esquina Rivera Indarte
corazón elegante de mi docta ciudad
donde late la vida al compás de los gritos
de un lustrín y los versos de un cieguito cantor.
Con su paso altanero se acerca un viejecito
que guarda veinte abriles dentro del corazón
¿Quién no lo conoce? Ahí va Jardín florido
en el ojal prendido su infaltable clavel.
El piropo elegante que el caballero brinda
a la cordobesita que acaba de pasar,
la niña se da vuelta y esboza una sonrisa
que es como una caricia para el galán de ley.
Pasaron muchos años y el centro de la docta
lo vio todos los días sus calles caminar.
Y se fue marchitado el clavel de su pecho.
A la dama de negro no pudo galantear.
Galantería fina, piropos respetuosos
quedaron en el aire del centro cordobés
y un clavelito blanco se fue rumbo al olvido
murió Jardín Florido, caballero del ley.

 

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