DE PLUMAS CON FUNDAMENTO:”LEOPOLDO SILENCIO”
Canción letra y música Ramón Navarro
Por: Carlos Arancibia

Hay canciones de éxito temporario y aquellas que quedan para siempre prendidas al corazón porque son una pintura de un momento, un paisaje o un personaje. Son las que van a perdurar porque tienen un verdadero sustento. Cada una de sus letras me ha sido contada por su autor. De poco sirve que sus historias duerman en mi grabador.  Al publicarlas tengo la secreta esperanza de ayudar a descubrir y amar el hondo sentir de nuestros músicos y poetas.

Adonde nace el agua de la quebrada
Leopoldo junta ausencias de sol a sol
sudores sin amores copla salada
le envejeció los ojos y la ilusión.
Leopoldo tiene nubes en el sombrero
y la puna le apura su corazón.

Si la luna lo alumbra bajo el alero
su cansancio lo tira sobre un jergón
y un sueño de balidos y tintineos
lo envuelve como el humo de su fogón.

Quien podrá escuchar los silencios que guarda
y entender tantas lunas de ausencias en su alma
Leopoldo tiene nubes en el sombrero
y la puna le apura su corazón.
¡Y la puna le apura su corazón…!

 

Cuenta Ramón Navarro:

 Allá en La Rioja conocí a  Leopoldo Silencio. Un personaje al que le hice una canción.  Vivía solo en la parte más alta de la montaña criando cabras. Cada tanto los changos subíamos caminando  al cerro por la orilla del canal.  Cuando llegábamos a su casa, don Leopoldo expresaba una alegría desbordante, y con una generosidad infinita nos ofrecía sus pasas, el vino dulce, el pan caserito que había hecho esa mañana en el horno de barro, el vinito cocido ese que se hace hervir y se retira del fuego antes que se convierta en arrope, espeso como el oporto, o un quesito de cabra que era un manjar.¡ Inolvidable!.  Siempre nos convidaba todo eso y mientras tanto no paraba de hablar.  Por todo lo que no había hablado durante todo el año.  Cuando nos íbamos otra vez el silencio lo rodeaba.

Un hombre interesante.  Un día tuvo que bajar hasta el pueblo para ver al médico.  El le prohibió volver a  la altura porque le había afectado el corazón. Tuvo que primero vivir en Chuquis y después bajar a la ciudad de La Rioja.  Cuando se fue en ese rancho del cerro dejó todo preparado para no irse nunca: La mesa puesta con el mantel, sobre  el pan, el vino, las piedras del fogón oscurecidas, negras de tanto fuego.  Si uno miraba por la ventanita del cuarto para su interior parecía que en cualquier momento iba a sentarse a almorzar o cenar don Leopoldo a su mesa.  Entonces yo pensé que esta era una forma que él ha tenido para no irse nunca de la casa, y le hice la canción, la grabé. Y un día llevé un grabador, lo puse arriba de las piedras y me senté a escucharla. El ya no estaba pero su alma seguía impregnada en el silencio.

volver