DON ANTONIO PILAR - CHAMAMÉ - PLUMAS CON FUNDAMENTO
Por: Carlos Arancibia

LETRA Y MÚSICA  ARIEL ACUÑA

El paso de los años va engrandeciendo la figura de los seres queridos en especial cuando se toma conciencia que esa persona es uno de los tantos héroes anónimos que con su trabajo engrandecieron tal vez sin saberlo a esta querida tierra nuestra.  Ariel Acuña hijo de Corrientes rescata en este chamamé la figura de su abuelo tropero.

Antonio Pilar Acuña fue mi abuelo paterno. Hombre de a caballo, de pequeña estatura pero que puesto a andar en su enorme tordillo, parecía agigantarse. Su chacra de dos hectáreas estaba en el paraje Ombusito, en mi Paso de los Libres. Recuerdo su rancho largísimo de dos aguas, paredes de adobe y techos de paja con aleros de los dos lados; uno al este y el otro al oeste. Allí habían bancos, también largos contra la pared desde donde visualizábamos la subida del sol por la mañana y del otro lado el poniente, colorado, bello todo, para nosotros. Separado de la casa otro pequeño rancho con techo a un agua, ennegrecido al igual que sus paredes, por el humo de años que emanaba de la vieja cocina de hierro donde se cocinaba todo a leña, y en torno de la cual principalmente en invierno, se tomaba mate y se desayunaba o merendaba la leche recién ordeñada, lo que daba lugar a largas charlas en familia. Recuerdo el petiso Ruano que me regaló siendo muy pequeño y que recién a los 7 u 8 años aprendí a montar.
 Me viene a la memoria su habilidad para arrear y trasladar una gran cantidad de cabezas de ganado de un campo a otro, o como me contaba mi padre, que una vez tuvo que andar casi un mes llevando mas de mil cabezas desde Paso de los Libres hasta Concepción del Uruguay, Entre Ríos, durmiendo por las noches muchas veces a la intemperie.
Muy chamamecero, siempre en su casa se hacían juntadas musiqueras o de pronto los domingos eran motivos para juntadas entre amigos en lo de Ramón Pérez. A la vuelta era su costumbre parar en el boliche El Tropezón, a la vera de la ruta al Aeropuerto, siendo que a la nochecita su fiel caballo tordillo lo trasladaba a la ranchada, medio dormido por el cansancio o acaso entonado por los brindis domingueros.
Me cuentan de su fidelidad y amistad para con sus patrones Don Francisco Arresaigor y Don Mariano Beller, quienes por siempre llevaron en sus recuerdos la sonrisa campechana y sincera de mi querido abuelo Antonio Pilar Acuña.     

Ranchada larga de adobe y pajas,

vieja cocina, hierro y carbón;

horcón y aleros de atardecidas,

que en Ombusito apretaba el sol…

allá en mi Libres, portal de sueños,

ya no está el rancho de Don Pilar,

mi abuelo gaucho, el que fue tropero,

de duende a veces viene en corcel…

 

En un tordillo gigante pasa,

y ha de quedarse en el Tropezón,

aquel boliche donde entonaba

sus esperanzas a la oración…

Por esos campos litoraleños

cabalga el alma de Don Pilar,

si hasta parece que hay terus-terus,

que acompañando va su silbar…

Hay fiesta grande en lo de Don Pérez,

por Santa Rita han de festejar,

el vino amigo de los domingos,

con sus paisanos le ha de encontrar…

Por paso Márquez se fue la tropa,

ya va pasar por Carancho Cué,

así su estampa de caballero

dejó su huella en el suelo aquel…

 

En un tordillo gigante pasa,

y ha de quedarse en el Tropezón,

aquel boliche donde entonaba

sus esperanzas a la oración…

 

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