TOMAS LIPÁN: UN RAMO DE COPLAS PARA CANTAR A SU TIERRA
Por Senda Folclórica

  

Tomás Lipán, cantor popular jujeño, lleva a su pueblito de Purmamarca pintado en el corazón y en su garganta el sonido del viento quebradeño. Zambas, vidalas, bailecitos, carnavalitos o coplas hacen que su canto no necesite grandes luminarias para brillar.  En el año 1974 formó el conjunto indoamericano “Sones de América”junto a su hermano quenista Domingo Ríos. Aunque su verdadero nombre es Tomás Ríos cuando comienza su carrera como solista eligió llamarse artísticamente como el caserío distante unos 10 kilómetros de Purmamarca, donde vivieron sus bisabuelos, abuelos y padres, para sentir a su tierra pegada a su canto, que no conoce mensuras donde termina la patria de las águilas.

 

-Me hace bien que les guste mi modesto canto, mi modesta forma de expresar o interpretar las obras de los grandes creadores, en especial de la Puna como don Máximo Puma, Justiniano Aparicio, mi hermano Domingo Ríos o el Kolla Mercado que saben componer a los personajes, a los paisajes o a la tierra bendita que los vio nacer, pero también me entiendo con las creaciones eternas de don Atahualpa Yupanqui o el Chango Rodríguez.


-En tus actuaciones todos los temas interpretados llevan un comentario que los enriquecen.

-Esa es la intención.  Cuando uno elige la obra es necesario conocer su historia para que a través de nosotros los cantores, el poeta llegue al alma del público, que sea vida lo que uno canta. 


- Naciste con la copla en la sangre.

-Las coplas populares son la base de todo cantor quebradeño.  Creo que antes de aprender a hablar ya  llevamos adentro ese canto genuino, el más puro sentido que tiene el hombre de la Quebrada para toda actividad: siembra, señalada, navidad o carnaval.  Y yo no escapé a ese destino.  Eso ha sido el arrastre de cantar todo lo demás, ya sea zambas, carnavalitos o bailecitos.


-¿Como fue tu infancia?

-Hermosa. Aunque no conté con los medios que en la actualidad todo chico tiene de una u otra manera, incluso en mismo pueblo: sin radio ni televisión, academias o escuelas de música.  Mi pueblito está ahí, pintoresco, turístico.  El más atrayente de la Quebrada de Humahuaca por su belleza, sus cerros, su iglesia histórica, sus artesanías.  Pero el purmamarqueño de mi época se dedicaba al pastoreo de cabras y ovejas, a la siembra de algunas verduras.  Mi padre crió 9 hijos sin más empleo que el laboreo de la tierra y mi madre pastoreando en el cerro su majadita y yo ayudándoles a ellos aprendí a cantar coplas.

 

-En dos palabras reuniste toda una vida: majada y cerro.

-Yo fui pastor junto a mi madre.  Porque no nos dejó nunca.  Desde el nacimiento íbamos cargados a su espalda, en su rebozo, y así uno empieza a andar sin juguetes que lo entretengan y sin embargo se es feliz con lo poco que se tiene. Apenas unas piedritas, con distintas formas.  Nosotros buscábamos las que tenían forma de camión - recién se estaban haciendo las rutas y los veíamos pasar por la Cuesta de Lipán – Mi hermano Ramón hizo un tema que se llamaba juguetes de piedra y decía algo así: “Juguetes de piedra/llenitos de tierra/pata pila y mocho/ andando a cococho”.  Hace mucho que no pienso en él, solo recuerdo esa copla. Me ha tocado vivir en medio de los cerros donde la naturaleza nos proveía todo, si necesitábamos abrigo esquilábamos una ovejita, se hilaba la lana, Mamá tejía en el telar y listo.  Para comer se mataba una cabrita, se sacaba algo de verdura, los frutales siempre nos ofrecían algo, no faltaba nada.  No tenía que pensar en la DGI, la política  o la globalización.  Solo la Pachamama, Tata Inti y Dios para tener la fuerza necesaria para uno, para la siembra.  No se sentía el sufrimiento de no tener porque no había nada con que compararlo. Pensar que hoy cuando me adentro en los cerros en donde hay solo sendas, me impresiona ver alguna vertiente, una casita, un corral y uno se pregunta como  puede vivir así esta gente sin nada.  Yo me he criado de esa manera…y he sido tan feliz.


-Durante la década del ’90 has sido vocalista del conjunto de Jaime Torres. ¿Que te dejo esa relación?

- Una experiencia enorme y un amor infinito por la música telúrica, un sentimiento hacia donde pisamos.  Jaime es un maestro que comenzó a tocar charango a los 8 años con el maestro Mauro Núñez. Cuando formó parte de un espectáculo en el teatro Maipú, vestido de coyita, al principio los mismos que se le reían terminaban aplaudiéndolo.  En todo el mundo es muy respetado por sus pares y el público.  Es un perseverante del estudio.


-Y dejó la brecha abierta…

-Claro, y por esa brecha hemos podido viajar un montón de intérpretes para mostrar nuestra música al público de muchos países del mundo como Alemania, Malasia, Singapur, Birmania, Indonesia, Australia, tantos…

 

-¿Fue difícil llegar a ese público que no hablaba tu mismo idioma?

-No.  Yo tengo la suerte de cantar sintiendo cada uno de los paisajes de las canciones.  Cada tanto suelo levantar la vista para mirar el corazón de la gente a través de sus ojos, para percibir si les gusta o no el tema, para saber si debo cambiar el ritmo.  En la mayoría de los casos el público entiende aunque no hablemos el mismo idioma.  Con el silencio o el aplauso me indicaba que les trasmitía a través de mi canto. Era la música la que nos unía y la tierra, claro…

 

-Tomás, cuando golpeas la caja yo siento como si escuchara el viento de la quebrada, ¿Que sentís vos?

-Muy buena tu observancia.  Yo nunca me puse a tocar a caja frente a un espejo, a ver que pasa conmigo por fuera, pero sé lo que pasa por dentro.  Ella es el primer instrumento que he visto y escuché, uno se posesiona, es la que me ayuda a comprender una copla cuando canto.  Siento que me hace soltar la voz, a amar o sentir las penas más intensamente.  En carnaval entra todo el diablo adentro de su vientre y suelta todo lo que uno quiere expresar.  El sonido de la huajtana sobre el parche es un sonido infinito.

 

-¿Te sentís más cómodo con la chirlera suelta o atada?

(La chirlera es la trencilla de crin de caballo que atraviesa la caja de un lado a otro.  Según como se la ajuste, o de que lado de los parches se la coloque produce un sonido más grave)

-Tiene que dar el sonido justo, de acuerdo como uno temple la caja.  Para mí es como la caída de un sayar.  Un sayo es un cerro de tierra blanda que se desmorona cuando llueve mucho y entonces se escucha ¡Splash…! ¡Splash…! (es muy difícil escribir el sonido exacto) Ese es el justo.

 

-Cuantas cosas encierra el vientre de esa caja.

-Coplas como esta, por ejemplo.

Purmamarca, Purmamarca/cerro de todos colores, /testigo de mis tristezas /la cuna de mis amores.  Ya me voy, ya me estoy yendo/ de su presencia me alejo/ me pondré a favor del viento/ a que me lleve más lejos.

Tomás Lipán ha realizado siete trabajos discográficos” El Canto de Purmamarca" Vol. I (1985); "El Canto de Purmamarca" Vol. II (1987); "...Desde Jujuy" (1994); "Amor y Albahaca" (l998); "Canto Rojo" (1999) y "Cautivo de Amor" (2002) y el recientemente estrenado  “Ramo de luna”. Cuenta además con un video arte documental "Siglos... con la garganta del alma".Y el cartel de “No hay más localidades” brilla muy seguido en las diversas presentaciones que realiza en los teatros o peñas de Buenos Aires.  Es el más puro exponente de los excelentes cantores populares quebradeños que pata’pila en los cerros dejan caer la coplas, muchas veces regadas de lágrimas, mientras el paisaje las desdibuja en el viento.