MARTA PIREN: “A TRAVÉS DE LA MÚSICA DESCUBRÍ COMO VAMOS DEJANDO RASTROS DE NUESTRA
            HISTORIA. NO SE INSTALA UNA QUEJA, SE COMPARTE UNA DOLENCIA”
          
 Por Graciela Arancibia

Su canto es el sueño de la madera dormida, pertenece a la tierra de pehuenes, a la flecha mapuche sostenida en el viento, al vuelo de kaikenes al atardecer o al silencio de los chenques.  Marta Pirén  se presenta nuevamente en los escenarios después de haberlos dejado por largo tiempo para cumplir con una de las tareas más sublime: ser madre .Hoy después de su crianza de sus hijos, vuelve a deleitarnos con su melodiosa voz, plena de emociones cada vez que el latido de su kultrum invita a un loncomeo.  Profunda conocedora de los caminos patagónicos, de sus pueblos y comunidades, ha sabido  compartir los lazos de la amistad con sus poetas como Don Marcelo Berbel, Hugo Giménez Agüero, Willy Hasler o Milton Aguilar. “La  fuerza de mi canto” es su quinto disco, como siempre  con un cuidadoso repertorio donde en diferentes ritmos nos muestra la sonoridad de la tierra sureña.

“La maternidad y una familia numerosa hizo que seleccione en la vida.  Era algo que necesitaba ejercitarme y estar presente en mi casa. Pero nunca dejé de estar en un escenario, no importar su importancia. Tengo 9 hijos, 4 del primer matrimonio de mi marido, pero al convivir tanto tiempo son 9 hermanos.  Había que estar al lado del compañero para luchar ahora ellos no quieren que me postergue. Aunque yo no lo viví como una postergación sino como un tiempo de espera”.

-Desde Burzaco donde viste tu luz primera como decía Berbel, ¿Cuál fue el motivo que te empeñó a  seguir este canto?

-Al que le gusta cantar generalmente lo hace desde chico, naturalmente uno canturrea lo que va escuchando.  A mí me atrapó fuertemente la poesía de don Marcelo Berbel.  La conocí en una edad muy especial como es la adolescencia. Siempre amé el canto comprometido de Armando Tejada Gómez, Hamlet Lima Quintana o Jaime Dávalos pero no conocía nada del sur de nuestro país. Estaba cursando el tercer año del secundario, donde estudiaba la historia argentina convencional, con sus relatos de malones que atacaban a los blancos, quemaban pueblos y raptaban cautivas, hecha a medida de los vencedores que me generaba una falta de identidad muy grande.  No sabía quienes eran los verdaderos originarios de nuestras poblaciones contraponiéndose a todo eso escuché la canción “Pehuenche” de Marcelo Berbel en la voz de Guchi, su hijo. Me impactó en donde dice “Tus tierras tenían cumbreras de cielo, el valle era tuyo el bosque también, hermano pehuenche, yo entiendo tu pena eterna, en el agua que vuelve a llover”Una fuerza tan grande en una etapa en la que uno descubre los ideales de su vida futura, a mí me comprometió totalmente esa poesía.  Ese fue mi comienzo.

Mi destino es el sur

-Comienzo que te lleva a conocer a Marcelo Berbel.

-Sí. Primero conocí a los hermanos Berbel, sus hijos, porque Marité  vivió un largo tiempo en Temperley.  Y don Marcelo también lo hizo pero no aguantó estar lejos de su Neuquén. Así lo testimonió en el maravilloso vals “Regreso al ayer” recientemente declarada por el Concejo Deliberante como la canción representativa de la provincia.  Aunque cambiado las bardas, las calles distintas, el cielo seguía siendo puro, en definitiva Neuquén seguía siendo igual. Y yo moría de ganas de conocerla pero no tenía posibilidades económicas de viajar al sur. Como cada uno tiene marcado su destino, insistí bastante ante el director de cultura Sr. Barcos explicándole de mi necesidad de viajar por la provincia,  para saber sobre lo que estaba cantando .Apenas necesitaba un lugar donde comer y dormir. Así comencé con mis giras por la provincia.

-¿De que época estamos hablando?

-Del año ‘78, con gobiernos eran militares. Era difícil llevar el repertorio de Berbel, a pesar que sus canciones eran el color de la música de Neuquén, testimonio del genocidio cometido durante la conquista del desierto.  Pero yo era una ilustre desconocida, no había a quien combatir. A través de la música  descubrí como vamos dejando rastros de nuestra historia.  No se instala una queja, se comparte una dolencia.

-¿Ese fue el inicio de todo?

-Sí, porque una cosa trae la otra, y fui conociendo a otros autores como Hugo Giménez Agüero o Milton Aguilar. Un montón de gente de la que uno va aprendiendo a lo largo del camino, en cada encuentro de cantores patagónicos. Cuando yo comencé a cantar ni sus habitantes tenían determinado cual era su música representativa, no me refiero a los cantores o músicos sino al común de la gente. Y esto tiene una razón de ser. Si hablamos de la música del norte. ¡Cuantos años de historia! El sur además de no tenerla no tiene población. En la provincia de Santa Cruz habita medio habitante por kilómetro cuadrado.  Ese desconocimiento por la música regional tiene que ver con el lazo de desconexión con el resto del país, sumado a la inmigración cuyos integrantes trajeron su identidad musical incorporada, hacía muy difícil buscar un color regional. Por eso la importancia de Marcelo Berbel o Hugo Giménez Agüero que no adoptan en el caso del loncomeo o el kaani  el sagrado, sino el que escuchamos en un “Quimey Neuquén”.  Tampoco vamos a encontrar la verdad etnográfica de los tehuelches pero si su transformación.  Estos autores tomaron su color para darle un sentido a la música del sur y dar testimonio con la palabra sumida en la música. Hace un tiempo discutía en buenos términos con un cantor norteño por la identidad de esta música. Yo soy una convencida que la tiene además de un compromiso social muy grande. Por ejemplo me fascina escuchar a Eduardo Guajardo cantarles a los mineros. ¿Qué más pedirle a un hombre cuyo padre era minero? En eso radica la identidad musical: Dar testimonio de las vivencias de cada lugar. Tal vez el acompañamiento musical no sea el ideal pero su letra, su poesía sí lo es.  Salvo en la música absolutamente etnográfica que forma parte de las culturas milenarias que nació y morirá en nuestra tierra, no tenemos algo que podamos decir que es argentino, porque en el folklore norteño también tiene adaptaciones que han venido del otro lado del mar. El sur empieza a hacer conocer su música  con Berbel, Hugo Giménez Agüero, Cholo Barregas, Angelita Echeleider, Eduardo Paillacán entre otros, que están bregando para abrir el camino.

-¿Cuándo cantaste por primera vez un loncomeo?

-Yo venía de cantar Tejada Gómez cuando surgió la invitación de mi escuela secundaria para una peña donde la figura principal era Cacho Tirao. ¡Imaginate! para mí todo un honor ser su invitada. Entonces decidí cantar un loncomeo, como no tenía kultrum tuve que hacerlo con una caja chayera tomada a la usanza de ese instrumento. Pero para mí era su parche, fue muy emocionante.

-¿Cuándo pudiste tener tu propio kultrum?

-En el año ‘79 recién adquirí el que todavía me acompaña.

-¿Qué sentís al tener la luna de su parche entre los brazos?

- Siento que forma parte de mi persona, lo toco con todo el respeto que implica hacerlo, siento su energía en mis manos. Sé que lo utilizo como un instrumento de percusión no sagrado aunque para mi corazón así lo sienta. Sería abusar de algo que les es propio a los mapuches. No debo tocarlo como una machi o tratar de imitarla, solo basta que sepa como lo agarra ella entre sus brazos, pero yo trato de hacerlo diferente. Al igual que no intento cantar nada sagrado porque estaría imitando algo que para ellos tiene un valor espiritual enorme, y forma parte de la cosmovisión de su nación. Su forma de palangana para los mapuches significa la mitad del mundo, y la parte que no vemos es el espíritu, de la vida terrenal posterior.  Seguro ellos están más cerca de comprender estas cuestiones que nosotros con nuestra visión occidental, por eso me conmovió tanto la música del sur.

-¿Tanto como su paisaje?

-Si.  Viví mi vida esperando ir todos los años más de un mes de vacaciones, solo para sentarme sobre una piedra a observar como se esconde la luna detrás del cerro en Ruca-Choroi. Cuando la silueta de los pehuenes se refleja en su cara es un paisaje impagable. Forma parte de mi tierra, del país donde nací y vivo, pero necesito conocer esa patagonia a la que canto, porque sino sentiría estar cantando a través de un mapa o una foto.

-Contanos alguna de tus experiencias por esas tierras.

-El poder compartir con las comunidades de Ruca Choroi, Necon Grande o Chiquilihuin la vida durante mis vacaciones, entrar a la ruca de los paisanos, sentir que la vida gira alrededor de un fogón donde todo lo que cocinan se hace dentro de una olla…hasta el pan, acostumbrarme a los silencios tan importantes hilados entre palabra y palabra. Ellos manejan otros tiempos y dentro de ellos el silencio tiene un valor incalculable. Creo que dentro del se dice más de lo dicho en palabras. Para ellos  el paisaje forma parte de su entorno y tiene que ver con sus creencias. Nosotros no tenemos esa condición.

La magia de Cosquín

-¿Que ha significado Cosquín del año ‘82?

-En su momento la alegría grande de obtener un premio en el principal festival de folklore de nuestro país, y la posibilidad de un disco que me brindó Cosentino, quien había sido jurado del Pre-Cosquín. Yo fui ganadora de subsede Quilmas, en donde después de haberme presentado un montón de veces ni esperé el resultado, ya que siempre encontraban un motivo para descalificarme. Que los cascabeles no eran folklóricos, que no conocían al kultrum  como instrumento de percusión, siempre algún motivo me dejaba afuera. Entonces dije nunca más. Pero ese año me anotó un amigo y tuve que presentarme por compromiso y me fui al Festival del Kultrum en Neuquén esa misma noche.  Al otro día me llaman por teléfono para contarme que hubo un lío bárbaro porque los demás concursantes creían que estaba acomodada. (Se  ríe) Yo venía de una mala experiencia.  Me había presentado en un concurso “Cantemos Argentina” en donde tuve que explicar y fundamentar porque me quería anotar cantando música de la patagonia habitando la provincia de Buenos Aires. Finalmente canté y me dieron una mención que me dejó un sabor amargo. Pero el Festival de Cosquín me abrió un montón de puertas.  En ese momento había muchos programas de televisión de interés general donde el folklore ocupaba un espacio importante.  Eso me dio seguridad como interprete. Me sentí halagada por el premio pero él no aportó nada en mi crecimiento como artista.  Eso me lo dieron otras experiencias.

-¿Cómo cuales?

-El acercamiento a distintos músicos que desarrollan una labor importantísima de acuerdo a mi manera de pensar, aquellos que defienden la postura del cantor popular…lo real de la identidad, siempre resistiendo y no haciendo algo para una realidad comercial sin rescatar nada. Esas cosas me fueron generando crecimiento.  He conocido en todo el país ese intercambio  al poder apreciar los distintos públicos manifestarse en diferentes lugares, ninguno igual a otro con su manera tan particular de expresar su satisfacción. Eso de andar con la música a cuestas me dio la posibilidad de conocer distintos autores, que han sabido reflejar las vivencias de nuestro pueblo, distintos momentos, y la misma lucha, con diversos matices.  Esa lucha por generar situaciones a pesar del poder, pude apreciar la cantidad de gente que hace cosas maravillosas en escuelas rurales, de pueblitos perdidos cuyo trabajo no lo conocen más que los paisanos del lugar, y tal vez se ocupan más del pueblo que los gobernantes. Admiré esos poetas y músicos capaces de poner sobre un papel todas esas vivencias.  Esas cosas son las que me han brindado la posibilidad de crecer.  De esa manera uno sabe que elegir su repertorio con un criterio personal.

La memoria venerada

- ¿Cómo surge la amistad compartida con Berbel?

-El era una persona que la primera vez que lo veías te impactaba su seriedad, su forma de hablar absolutamente despojada de toda formalidad. Como si no le importara caerle bien a alguien .Compartimos algunas charlas superficiales sobre su tarea en su casa, hasta que le canté “Pehuenche” y “Marí mi pena”, una canción que no canté en público ni la grabé, porque pertenece a los inéditas de don Marcelo.  Me la había pasado Hugo,  y me contó la había escrito cuando falleció Guchi. Al escucharla, el sacó un pañuelo muy arrugado del bolsillo, se secó una lágrima y a partir de ese momento  abrió sus cuadernos y me dijo”-Bueno, veamos que temas querés...”Nuestros encuentros eran en un cuartito donde nos encerrábamos  con sus recuerdos, con sus 28 millones de cuadernos, le encantaba leerme sus letras. Si me gustaba alguna la releía en voz alta, tan ronca y particular, me contaba en que momento la había hecho y porqué.  A veces llorábamos un poco juntos, era un cúmulo de emociones muy grande. ¡Como no enamorarme de la música patagonica!

A mí me conectó con el sur como si ahí hubiera visto mi primera luz, yo la recibí de su poesía una apertura del panorama general, me hizo conocer otros autores.  Aparte teníamos la otra amistad con su señora. Chita siempre me decía  -“¡hay que aguantar un poeta! Vos lo conocés desde la música pero yo que soy su compañera de toda la vida, te digo que no tiene para nada una personalidad fácil”-.

Una vez me recomendó ir a visitar la laguna de Huaicopen, un lugar no frecuentado por los turistas con un camino un tanto dificultoso me avisó.  Nunca imaginamos que era tan difícil con curvas y pendientes demasiado abruptas, tanto que nos tuvimos que bajar todos para ir calzando el colectivo donde viajamos con piedras. Un lugar maravilloso con plantas de dos metros de altura nacidas dentro del agua, un lugar pleno de duendes. Y recordaba a Don Marcelo hablar de cuando el escribía tenía duendes. De pronto veo la única casita  en el camino, secándose en su patio unos cueros colgados y una paisana con el pelo blanco en medio de esas soledades.  Me pareció reconocerla en un tema suyo. Cuando volvimos le pregunté y así era. Su particularidad era escribir sobre las cosas que veía.

-Su observancia, dirían los paisanos.

-Si, a veces muy discutido por eso. No olvidemos que ha estado tildado también por ser militar. Hace unos años en el sur la gente humilde no tenía la opción de estudiar. El quería estudiar música, al no tener posibilidades económicas de hacerlo entró a la banda de un regimiento e hizo toda su carrera militar dentro de la misma hasta jubilarse.  Nunca le pregunté que instrumento ejecutaba. Por eso no dudo en elegir temas de su autoría en este disco  el retumbo cordillerano “Cordillera del viento” , “Viejo valle nuevo”,”Piñonero”, la huella “Trompeta de pampa y cielo”o el vals “La cuesta del Rahue”.Nadie como él para pintar estos lugares.

¿Quién es Willy Hassler?

-Fue un poeta y el taxista de San martín de los Andes, un señor alemán que falleció hace unos cuantos años.  Vivió en el sur toda su vida, compartió su infancia con niños mapuches de las comunidades y recopiló lo que escuchaba de sus cantos y costumbres. Paraba en Plaza San Martín. Lo conocí a bordo de su taxi. Comenzamos a hablar del paisaje y terminé invitada a comer a su casa junto a su señora, me pasó canciones de cuna, y algunos conocimientos adquiridos de la filosofía de vida mapuche. Era uno de  esos personajes que se hacen necesarios para preservar la memoria del pueblo que habitan. Especialmente cuando éste cambia el nivel de vida como sucedió con San Martín de los Andes, donde para la mayoría cobró una visión cosmopolita, ver a los colectivos rojos ingleses de 2 pisos típicos de Londres  recorriendo una y otra vez el pueblo, con una guarda mapuche pintada al medio, resulta muy extraño.

La perseverancia de un “No”

-¿Cuando conociste a tu guitarrista Hugo No?

-Lo conocí para el tiempo que dejé de cantar en los escenarios, hace unos 17 años.  Estaba embarazada de mi segunda hija. Un día me encuentro en el tren con una chica, compañera de asiento que me preguntó si era Marta Pirén porque hacía mucho que no me veía en los escenarios. Entonces le expliqué que mi hija y el embarazo no me lo permitían, aparte al no tener continuidad me había quedado sin guitarrista y estaba en plena búsqueda. Muy sonriente me dijo que si le daba mi dirección  ella me mandaba uno. Le di la de la dirección  del local y al otro día Hugo No estaba en mi librería. (Risas). ¡Imaginate! Algo inaudito encontrar por el mismo valor de un boleto de tren un guitarrista aunque yo tenía el mismo no de su apellido. Le puse la excusa que hacía música de la patagonia por lo tanto había que ensayar bastante, no era lo mismo que hacer una chacarera o un gato y le di un casete. Al otro día apareció y me mostró que ya había sacado la música.  ¡Quedé sorprendida!

-Y pensaste “esto en Europa no se consigue”.

-¡Seguro! Empezamos a actuar juntos en la Fundación Soldi. Pero después ya embarazada de mi tercer hijo así que nos reuníamos, pero se me hacía muy difícil seguir cantando sin dejar mi condición de mamá. E ideamos todo un proyecto didáctico  para las escuelas que me daba la posibilidad de seguir cantando sin abandonar a mis hijos. Fue una hermosa experiencia trabajar con los chicos.  En el ‘94 me llamó Iván Cosentino para grabar “Huilli Cüref” que recién salió 4 años después.  Así reinicié de a poco mi carrera, con mucho esfuerzo porque acá si no viniste de Europa no sos nada.

-Y después multiplicaste los Hugos.

-Sí. Le sumé a Hugo Bazán en percusión.

-¿Fuiste el año pasado al Trabum?

-Sí, hacía 18 años que no iba a este  “Acuerdo  de los pueblos”. Veintitrés años han pasado desde ese primer momento en que habiendo tanta tirantez entre las relaciones argentino-chilenas, un grupo de gente con visión latinoamericana decidieron que los chilenos que habitaban San martín de los Andes y los argentinos residentes en Chile debían demostrar  que querían convivir en paz, que ser patriota no quería decir odiar al vecino, debían reunirse para hacer un encuentro de música. Para mí ha sido un renacer. Vino gente de México, Venezuela, estuvo apoyado por la municipalidad con un sonido espectacular.  Todos los músicos hemos podido compartir vivencias en la escuela. Tuvo una calidad y respeto de parte del público hermosa.  Aunque algunas personas de mayor nivel socio económico  piensen que las expresiones del pueblo son nefastas y tratan de desprestigiarlo porque le saca esa supuesta prolijidad que debe tener un lugar considerado de moda turísticamente hablando. Pueblo que piensa es peligroso. Todos sus organizadores son muy jóvenes aunque supervisados por algún antiguo colaborador. No tuvo nada que envidiarle a ningún festival en su puesta en escena, su escenografía o su sonido, con la diferencia que allí nadie cobra un peso.

- ¿Cuál es tu próximo proyecto?

-Mis futuras presentaciones serán a través de “Tayin mapu” (nuestra tierra). Un espectáculo que comienza con el poema de Suma Paz, hablo un poco de la patria, hay un paneo de paisajes sureños de 10 15 minutos. Después hago un homenaje a los dueños originarios de esa tierra y su segunda parte está relacionada con el paisaje  y las cuestiones que atañan el hombre actual, sus necesidades, sus luchas contemporáneas.  En cada presentación habrá invitados especiales.

La fuerza de mi canto

-¿Porque repetís “Definición de la patria”en tus dos últimos discos?

-Surge porque siempre me preguntan asombrados porque siendo de Buenos Aires le canto a la patagonia. Y yo digo: uno nace donde puede pero su compromiso esta con el lugar que quiere, si conocí este repertorio en una etapa donde ni siquiera me perfilaba ser cantante profesional y me partió la cabeza lo que no quiere decir que no pueda cantar otros temas. Algunos artistas piensan que no hay que instalar una queja sobre el escenario, no se trata de eso, por ejemplo, desde el principio de los tiempos recuerdo la lucha de los mineros o zafreros del norte tratados por tantos poetas de manera excelente. A mí lo que más me gusta es que el testimonio que dejo musicalmente tenga una forma poética. No es solamente cantar o vociferar cualquier cosa, o usar la demagogia. Se trata de decir…no de usar el grito. No es fácil. En los versos de Eduardo Paillacán “Rogativa de doña Cayupan”  logra contar cosas que está pasando en el pueblo.

-¿Como conociste esa canción?

-Durante una de las estadías en Ruca Choroi, el guardaparque me da un compacto de Patagonia Epú, ahí encontré la rogativa e inmediatamente llamé a su autor por teléfono para que me cuente el origen porque me había llegado al alma. Así me entero que esa canción surge de una nota que hicieron a una paisana en el diario de Río Negro. Son muy pocas las palabras que tuvo que cambiar para darle forma poética.  En realidad son los pensamientos de doña Cayupán.

-Al igual que el disco anterior tenés invitados.

.Si, tener a Suma Paz es un honor. Ella siempre me conmovió. Hace unos años, me tocó compartir el escenario de Cosquín  junto a Hugo Giménez Agüero y Suma  pero no hubo tiempo para charlas en ese momento. Tuve la oportunidad de verla en un espectáculo que presentó para el bautismo de la biblioteca “Atahualpa Yupanqui”de la escuela N* 9 de Longchamps, y emocionarme con su arte. Al tiempo la llamé por teléfono para contarle que en mi espectáculo incluí un poema que escribió en su libro “Mi última guitarra”, que yo recito en off grabado por mí, pero mi anhelo era tener su voz grabada. Apenas le hice el ofrecimiento aceptó. Y cuando le pedí permiso para agregarle al disco prologando “Definición de la patria” de mi muy querida Prilutsky Farny, que ya estaba grabado del disco anterior, no dudó en decirme que sí. Además Julio Lacarra en esa creación suya que es “Somos ríos”. Esas experiencias me llenan la vida, ser artista es tener la posibilidad de trasmitir algo que el que lo escuche la viva como propio.

-Compartir un mismo latido.

-Si, es verdad. En una misma frecuencia. Igual de hermoso fue el momento cuando Teresa Parodi aceptó grabar “La rogativa de mama Rosario” de Milton Aguilar. A mi me parecía que nadie mejor que ella para grabar ese tema que tiene como un grito dolorido, un desgarro cuando Rosario Burgos ve partir a su hijo hacia otra cultura, esa última canción de cuna debía ser cantada por una mamá con todas las letra. Y me pareció que Teresa era la más adecuada. O el acordeón incomparable del Chango Spasiuk en otros discos anteriores.

-¿Donde conocés a Milton Aguilar?

-En Neuquén, gracias a son Marcelo. Primero por sus letras y después personalmente.  Fue locutor de radio durante mucho tiempo. Cuando empecé a ir al Festival del kultrum, sus conductores eran Milton Aguilar o Aníbal Fourcada, pudimos conocernos. Hace 3 años cuando se conmemoró un nuevo aniversario de su muerte, su hijo me mandó una recopilación de poemas maravillosos. Por eso no dudo en incluir temas de su autoría en mis discos como el loncomeo” ¡Ay! Pehuen”

- Te salió un tanto candombeada la milonga fogonera “Quien”.

-Sí. Tanto que no me animo a mostrársela a Larralde (risas). Pero me sale con esa fuerza, será que la siento de esa manera…muy rioplatense. A mí Zitarrosa y Larralde me llegan de la misma manera.

-¿Porqué elegiste”la fuerza de mi canto” para tu nuevo material discográfico?

-Porque es lo que siento cuando canto.  Me surge una fuerza muy especial.  Quiero reafirmar esa fuerza de poder seguir cantando después de tantos años alejada de los escenarios con un repertorio  no comercial como se llama ahora. Tan necesaria para que cada vez que me presento ante los organizadores de un festival me digan que la música de la Patagonia es triste. De esa fuerza me nutro para no abandonar y seguir creyendo en mi canto.           

 

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