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Página declarada de Interés Cultural por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires por Resolución Nº 374/07 del 15/11/2007
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PANCHO CABRAL - De una tierra de vidaleros

“Voy dejando un rastro porque siempre mantuve la coherencia con mi forma de pensar, escribir y vivir”

 

Atadas con un tiento de nostalgia, aromadas de albahaca las coplas de Pancho Cabral tienen la inmensidad de los llanos, el agreste de sus montañas, la dulzura de las vides y el alma de su pueblo. Se vuelven vidala, corazón de caja, pañuelo de zamba cuando su  pluma  vela el sueño de la  poesía riojana.

 

-Contame de esta Rioja donde vive Pancho Cabral.

-Es un amor del que nunca me he desprendido, pese a haber pasado muchos años en Europa.  Siempre he tratado de mantener mi color, mi forma de hablar, mis modismos riojanos. Nunca pretendí cambiarlas. Mejor dicho diría que los quise marcar firmemente como Vicentino, barrio donde nací, manteniéndome fiel a esos paisajes, fiestas y tradiciones que son los que amo y canto.

-¿Como era tu barrio?

-Muy especial, se dio por coincidencias de la vida que de San Vicente fueron la mayoría de los precursores de la música de mi provincia. Un barrio de músicos con una topografía muy particular, con subidas y bajadas, una parte denominada “Los bordos” donde jugaba de niño, en ese tiempo pasaba el canal regador, motivo por el cual era  el lugar preferido para las siestas del verano. Escribí un cuento “Chaya de los bordos” de mi  libro de “El hombre de veranos en la frente” donde describo lo que sucedió en el último carnaval de mi infancia, que lo he llevado escondido y guardado en la memoria por todos los lugares donde anduve y en algún momento salió a la luz de la mano de Imelda Corina.  Ella es quien me llevó a la narrativa. Yo venía escribiendo poesías y canciones y ella me dio las herramientas para hacerlo en su taller de literatura y escritura en México.

 

Los caminos de la creación

 

-Ideaste una bandera que representa al carnaval. ¿La podrías describir?

-Si, la creé para brindarle una caricia, un homenaje a los amigos que van para carnaval a mi casa. Le puse el verde de la albahaca y  el blanco de la harina.  Dos símbolos fundamentales. Sin ellos no existe  el carnaval. Y el amarillo de la algarroba, el primitivo pan de nuestros ancestros los diaguitas.  Ese del que nos sigue alimentando con el patay, el mashaco y todo lo que se cocina con su harina.  En el centro, a modo de sol una caja chayera representando el canto popular, custodiado por dos ramas de albahaca. Fíjate que está abierta para que los nuevos cantores tomen nuestro canto de esa caja y no lo limiten, lo dejen abierto a su creación, que vayan con su raíz, partiendo desde la vidala. Yo considero que el canto es una dinámica como lo es la danza.  Está en continuo movimiento.  La creatividad n o puede cercenarse. No podemos decir a los jóvenes esta es la línea a seguir o a cantar, hay que incentivarlos a seguir creando.  Ese es el sentido de los cuatro palitos cruzados, el canto debe ir hacia los 4 rumbos.

-Hace unos años habías creado unos naipes indoamericanos.

-Sí, pero ya no se consiguen, hay que hacer una nueva impresión. Ahora estoy creando otros junto al pintor plástico y grabadista, pariente mío don Rubén de la Colina.  El hizo una exposición en La rioja que llamó Las maderas de San Nicolás. Porque en un momento que él estaba perdiendo la vista le hizo una promesa al santo, que si se la devolvía le haría un homenaje.  A los días de su recuperación creó diferentes San Nicolás, de los pájaros, de los niños.  Yo tenía la idea de crear un juego de naipes con los elementos de la fiesta del Tinkunaco.  Y al ver las maderas de San Nicolás pensé que ahí estaban los naipes que me faltaban. Los bastos es una especie de palo mayor que tienen los alférez con globos de colores, las espadas el bastón de San Nicolás, las copas un cáliz con un racimo de uvas y hojas de parra y por último una flor de cardón.  El lomo del naipe y el comodín es un niño alcalde. Ante ese niño intendente es que según cuenta la historia el santo se hinca tres veces, salvando así que los indígenas se pelearan con los españoles.

 

Una vida dedicada a la música

 

-¿Como nacés a la música?

-Posiblemente de niño, de la escuela primaria, donde empezamos la mayoría, después con los Montoneros riojanos, siguiendo con el Grupo norte  en la adolescencia, con quienes después de ganar el primer premio de tango como cuarteto vocal en La Falda, representando a nuestra provincia, nos fuimos a Cosquín.  Ahí me enteré por Colacho Brizuela que los Huanca Huá estaban buscando una primera voz  para el grupo vocal.  Fui a hablar y me probaron atrás del escenario de Cosquín.

-¿Recordás que cantaste?

-La zamba “De mis pagos”.  Allí comenzó todo en los años ´70. Me volví a La Rioja y al poquito tiempo decidí irme de la provincia.  Una decisión muy difícil porque nosotros tenemos mucho apego al terruño. Tomar la iniciativa toma su tiempo.  Felizmente pude despegar e irme tras los Huanca Huá.  Y al poco tiempo ya estábamos haciendo el “Romance de la muerte de Lavalle” en el teatro Regina de la avenida Santa Fe.  Fue una experiencia maravillosa estar con dos hombres de la talla de Falú y Sábato con apenas 25 años.

-Pero también fuiste miembro de “Los andariegos”.

-Sí pero por poco tiempo, estuve un año aproximadamente.  Cuando Raúl Mercado se fue con el gato Barbieri a Estados Unidos.  Yo entré en ese lapso.  Una experiencia enriquecedora porque eran dos armonizaciones distintas. Pude aprender muchas cosas.  Tuve la felicidad de hacer dos sonidos originales y precursores de la música vocal argentina.  La vida me colocó allí y yo supe disfrutarla y tener el placer de estar con gente que sabía más que yo.

-¿Le da más amplitud al artista el cantar en polifonía?

-Si, desde luego.  Como solista uno tiene una forma muy personal de cantar y al estar interpretando con 3 o 4 voces alrededor de uno, se tiene la obligación de adaptarse a esa armonía y a ese color que suena en los acordes y se va adquiriendo la costumbre de cantar en grupo.  A veces uno se desvía o baja de tono y hay que mantener la afinación, una forma de emitir la voz, sobretodo en los Huanca Huá, quienes tienen una forma de emitir los sonidos para esos acordes que están armonizados, que nacieron así, para no perder su color. El aprendizaje fue constante y muy positivo.

-¿Que representó la “Cantata Riojana” para Pancho Cabral?

-Una hermosísima experiencia.  Después de volver de Europa recibí la invitación de cantar en esa obra que marca un antes y un después en la música de La Rioja.   Me despertó muchos sentimientos al poder viajar todo el interior de la provincia con los músicos, con Ramón Navarro, con Héctor Gatica. Pueblos que yo hacía 20 años que no había visto.  Todas las canciones del disco “El cantor del viento” nacieron después de esa gira.

-Un disco prologado por Armando Tejada Gómez

-Si, con él me unía una amistad profunda que se fue desarrollando a través de los años. Lo conocí en Rosario en una actuación de los Huanca Huá, en un lugar llamado “Los caños” un café-concert situado en un sótano.  Me lo presentó el Chango Farías Gómez, yo le dije que escribía e inmediatamente me dijo-“Bueno, decime algo”- Yo le recité un poema referido a un alfarero, a Dionisio Díaz. Se quedó pensando y me dijo-“Bueno, va bien por ahí”-Para mí fue una opinión importante, que me obligó a tratar de seguir en la misma tesitura.

-Hablabas de aprender, de la tremenda responsabilidad de actuar con Falú o Sábato. ¿Qué sentís ahora cuando los jóvenes te ven a vos como referente?

-Más viejo me siento. (Risas) Cuando vivo una actuación como la de anoche en la casa de La Rioja, junto a Ramón Navarro y Héctor David Gatica, siento que he aprendido bien.  Por eso los jóvenes, los estudiantes van a mi casa, toman mi poesía, mi canción, mi canto como referencia.  Es muy gratificante para mí.  Siento que en mi provincia he dejado algo, no he pasado por la vida por pasar nomás.  Voy dejando un rastro porque siempre mantuve la coherencia con mi forma de pensar, de escribir y de vivir.  Eso me hace dormir tranquilo, nunca dejé de lado el camino que me propuse para componer, cantar y escribir. Siempre trato de inculcarles  a los jóvenes cantores que se gane el silencio o el aplauso sin esos modismos, sin esos vicios que se crearon en la década del´70, en donde todos cantaban cuentos y pedían ¡Palmas, palmas! Felizmente yo tuve buenos maestros y no se me pegaron esas mañas con la cual pretenden desterrar a la canción folklórica.  Dudo que tengan tal o cual pretensión de éxito. Yo he tratado de cantar siempre buscando mi camino, mi tono y mi modo de cantar en el quehacer de la canción.

 

 

-¿Cual es el disparador para tus escritos?

-Son muchos.  La gente que escribe sufre diferentes estados de creatividad, el de  la observación, el de la sensibilidad, no sé si es especial, pero nosotros tenemos una manera de mirar que no sé si es igual para todos.  La vida me dio un don de sensibilidad para asombrarme ante un yuyito, una flor silvestre que forma parte de ese paisaje, voy sufriendo etapas de representación, yo lo miro, lo absorbo y lo vuelvo a lanzar al aire en palabras. Todo el que escribe tiene inspiración todo el tiempo, y a veces le falta tiempo si es que realmente está dedicado a eso y ama lo que hace. Ahora si uno escribe para la familia, que siempre le alabará el trabajo es otra cosa. Yo no creo que Héctor Gatica, por ejemplo ande buscando la copla, ella está en él, nació con él.  Solo le quedó mirarla y decir este es mi camino.  Felizmente yo también vi eso en mí, mi tarea en la vida es cantar componer y escribir. Mucho es lo que veo por día, que viajo en el paisaje de mi provincia. Miro, hago anotaciones, soy pertinaz en ese trabajo. 

-Después de andar tanto tiempo por los caminos del mundo ¿Cómo vivías la nostalgia?

-¡Uf Que difícil de llevar esa carga. Uno aprende a ver su territorio, su barrio desde otro ángulo, las cosas se ven distintas.  Veía a Pancho en La Rioja.  Proyecciones diferentes.  Si lees todos mis libros vas a encontrar mucha nostalgia.  Cuando compuse Azul provinciano, estaba lleno de ese sentimiento, le canto al azul y al verde de la nostalgia.  Si bien es cierto que la capital de mi provincia no es linda, su montaña tiene un colorido muy especial, un colorido que me regocija mirar, con sus diversos matices de azules a la distancia, tornasolados a medida que uno se va acercando, rojos al tenerlos al alcance de las manos.

-¿Cómo es Sanagasta?

-Es un valle muy bonito que refresca el alma. Tenemos el privilegio de tenerlo ahí nomás. Desde niño la visito. Voy a la casa del indio, el que nombra la chacarera. Para este valle hice como 15 canciones y  las reuní en el cancionero “Valle de Salamanca y cielo”.  Sus alamedas, aguas traslucidas, viñas, amigos y un río que cuando llueve deja aislados a quienes viven en la otra banda, su salamanca desde donde salen muchos cantos.  Me he criado con el duende de la magia  de ese pueblito.

 

 Compañero del viento

 

-¿Porqué está siempre presente el viento en tu poesía?

-No puede faltar porque el viento en La Rioja y sobre todo en Sanagasta es lo que me acompaña permanentemente.  Me da una visión particular del paisaje sometido a esa dinámica, movimiento eso es lo que veo.  Los paisajes moviéndose rítmicamente. En la zona de Los sauces mueve las alamedas, las viñas, es muy helado en el Famatina, si caminas por  los llanos en invierno es hiriente y dulce cuando llega a las noches bochornosas del verano.  Entonces lo guardo dentro de mí y lo suelto en cada canción.

-¿Cuando nace “Sanagasta en el viento”?

-En la década del ´80, gané Cosquín como canción inédita. La grabé en el disco “Cantor del viento” Nació en la casa del indio Arias, mi amigo.  En ningún momento especial porque cuando estoy ahí, siempre alguna cosa de su paisaje me robo para llevarlo conmigo. Con mi mujer y mis hijos salimos a caminar por el río, la alameda, a cortar uvas. No recuerdo que nació primero si la letra o la música, o tal vez nacieron juntas porque logré amalgamarlas  muy bien. Ese mensaje ha cumplido su cometido que es el de comunicar un estado de animo, una porción de paisaje representado a través de la observación. Después que cantantes tan exquisitas como Mercedes Sosa, Julia Zenko o Tania Libertad en México grabaron esta canción, es tiempo de  decir –“Ah, bueno después tengo que seguir en la misma línea.  Tengo que tratar de dar lo mejor de mí, reflejándome en esas canciones que son mías pero ya dejaron de serlo cuando las cantan los demás como propias”-.

-¿Al volver has encontrado muy cambiado el cancionero folklórico?

-Cuando partí muchos poetas se habían acercado al pueblo como don Jaime Dávalos, Manuel Castilla, Armando Tejada Gómez, Ariel Petrocelli. Esos que revolucionaron nuestro canto tradicional.  En el sentido de enriquecer vino la nueva palabra.  Desde allí esa generación marcó a mi generación, la enriqueció y le dio muchas formas, mucha imaginación.  Nosotros, los que tomamos esa línea, esa forma de tomar la vida, esos paisajes, la emoción de cantarle a la justicia, al amor, a la lucha nos enriquecimos totalmente y seguimos admirándolos.  No sé si en estos momentos hay tantos poetas de esa calidad… yo creo que no. Esa clase de gente nace cada tanto, no es cosa de todos los días.  Los que hemos podido tomar algo de esa savia tratamos de seguirles los pasos para tener su coherencia ante el pueblo.

-¿Cuantos libros tenés editados?

-Ocho.  Un cancionero donde no están todos mis temas porque sino hubiera sido muy alto, muy largo y muy…invendible. En el ´68 publiqué un libro que ahora volví a reeditar bajo el título “Lo simple”, “Érase una vez un niño” Cuentos para niños, un  poemario que debo volver a reeditar “Coral e imaginación”, “El hombre de los veranos en la frente” y después una serie de cancioneros “Madre chaya”,”Coplas de andares y cantares” “Salamanca y cielo” donde reuní todas mis canciones dedicadas al carnaval,”Con el calor de mi gente” con las canciones  dedicadas al barrio San Vicente, “Las divinidades diaguitas adaptadas para niños”,un ensayo para la Chaya que voy a tratar de mejorar y reeditar y las “divinidades diaguitas para adultos”

 

El territorio de Cosquín

 

-Formas parte del ateneo cultural  del Festival de Cosquín. ¿Qué vivencias has recogido?

-Como miembro activo de ese ateneo junto a Lucía Carmona, Alfonso Nassif, Mario Rojas, entre otros en el Festival de Cosquín es una experiencia fascinante porque nosotros somos como veedores del mismo, de lo que pasa y  también de lo que no pasa.  Es decir hacemos un informe de nuestros pareceres, lo que está bien y lo que hay que mejorar.

-¿Qué abunda más lo que pasa o lo que no pasa?

-Pasan muchas cosas.  Yo creo que el festival tuvo su tiempo de decadencia y desde hace 3 o 4 años se ha vuelto a levantar y en eso tenemos mucho que ver los del ateneo.  Ellos se alimentaron de muchas ideas nuestras, escucharon nuestras opiniones.  Cada uno  de los organizadores, con su visión trata de congeniar y llevar de la mejor manera posible el festival, importante para todos. Se muestran a los clásicos, a los nuevos valores les da un lindo empujón, tienen la oportunidad que Cosquín los eche a andar.  Solo deben aprovecharlo, si es que tienen algo para dar. Si el joven es talentoso llegará a un buen objetivo como el de mejorar la canción popular, aportando su talento.

-¿Dos veces fuiste galardonado como autor de la mejor canción inédita?

-Si, curiosamente las dos canciones están dedicadas al mismo pueblo “Sanagasta en el viento” y “Coplas atadas con chala” donde se me ocurrió decir cosas que no había dicho antes como nombrarla a doña Goya donde tomábamos cerveza, y a Lula hija de una vidalera del lugar, por eso la copla dice:

En lo de Goya, cerveza / en lo de Lula vidalas / en lo del indio una copla / ¡Ay! Como refresca al alba”.Son pantallazos que a mí me dan muchos recuerdos.  A la casa del indio yo voy a leer o escribir, a tomar paisajes, luego a todas esas coplas las ato con chalas y las lanzo a los amigos cantores.  Es un hombre muy hábil con las manos. Un artesano que  hace lazos, frenos, cajas.  Los tambores que yo tengo me los hizo él.

-¿Sentís de una manera especial la vidala?

-Claro, la vidala es como madre de nuestro canto, n os refresca el alma, nos mueve un montón de sentimientos.  La vidala de La Rioja  no es igual a la de Santiago del Estero, ni a la de Catamarca, ni a la de Salta.  Su estructura ha sido estudiada por Don Carlos Vega e Isabel Aretz.  Hay más de l00 formas de escribir vidalas antiguas populares. Por eso quien escribe con esa estructura es muy difícil que no tenga sabor a vidala antigua. Esa forma llegó con el romancero español y nosotros nos la apropiamos para agregarle nuestros paisajes, colores, personajes, hasta nuestros golpes originales del tambor.

-¿Le sentís un latido propio al parche de tu tambor?

-No tengo dudas. Nosotros golpeamos a dos palos al igual que los vidaleros salteños o tucumanos pero nosotros tenemos otra rítmica, otras acentuaciones. Coplas, estribillo y mote son los tres elementos

fundamentales de la vidala riojana. Esas coplas están intercaladas a veces con los estribillos.  El mote viene a ser otro estribillo.  A veces tiene que ver y otras veces no. Es como un duende que anda mezclado, que le da otra inflexión.  Hay diferentes rítmicas entre esas vidalas no lo digo yo, están estudiadas por los musicólogos. Para que no se sienta celoso ningún santiagueño, ningún catamarqueño. Don Carlos Vega dice que los únicos que compusieron con esas estructuras fueron Don Ricardo Rojas y Luís Franco. El alma de la vidala custodia el esdrújulo canto de mi pueblo.

                 

                                                                                  GRACIELA ARANCIBIA

 
 
 

 

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