La
provincia de Salta se encuentra al noroeste de la
Rep�blica Argentina con una superficie de 154.775
km2. Su poblaci�n total es de 950.000 habitantes,
mientras que su capital, del mismo nombre, fundada
en 1582, cuenta con 390.000. Otras ciudades de
importancia son: San Ram�n de La Nueva Or�n,
Tartagal y General G�emes.
Limita al norte con
la provincia de
Jujuy y la
Rep�blica de Bolivia; al este con la Rep�blica de
Paraguay y las provincias de
Formosa y
Chaco; al sur con
las provincias de
Santiago del Estero,
Tucum�n y
Catamarca, y al
oeste con la provincia de Jujuy y la Rep�blica de
Chile
La heterogeneidad orogr�fica y clim�tica hacen de
las distintas regiones circuitos tur�sticos
asombrosos.
Desde el fr�o de los Andes y la Puna hasta el
subtropical de sus selvas, Salta intercala entre
monta�as, f�rtiles valles de agradable temperatura y
sol todo el a�o.
La hospitalidad provinciana se matiza con su rico
patrimonio cultural, que se expresa con la m�sica
folcl�rica y conmovedoras manifestaciones
religiosas.
Salta
fue hist�ricamente importante ya que en su
territorio se libraron batallas claves para la
independencia argentina y mucho antes del
descubrimiento de Am�rica, fue cuna de ricas
culturas precolombinas. Antiguas casonas y fincas,
hoy transformadas en hostal, rememoran costumbres e
invitan a la aventura.
Las actividades productivas principales son los
cultivos industriales, legumbres, hortalizas y
c�tricos. Se complementa con producciones
agropecuarias de tipo pampeano y algunos minerales.
La tasa media anual de crecimiento es del 25,7% y
la densidad de 5,6 habitantes por kil�metro
cuadrado.
En esta ciudad, se
conserva a�n en gran parte la arquitectura colonial
del pa�s, representada por su planta urbana colonial
y edificios de inter�s hist�rico como el Cabildo ,
la Catedral y la Casa de Hern�ndez entre otros
S�NTESIS HIST�RICA
Desde mucho antes de
la conquista espa�ola, el actual territorio
salte�o era habitado por numerosos pueblos
abor�genes distribuidos entre el llano chaque�o,
los valles y quebradas centrales y las mesetas
del este.
Los
grupos chaque�os correspond�an a distintas ramas
como las de los matacos y los chiriguanos, entre
otras y estaban integradas por matacos, chorotes
y churup�es (que se ubicaban en ambas m�rgenes
del r�o Bermejo y la margen occidental del
Pilcomayo); vilelas, tobas y chan�s (en el
extremo norte) y los lules (cuenca del salado).
Eran cazadores, pescadores y recolectores con
rudimentos agr�colas a trav�s del palo cavador
con el que realizaban la siembra del ma�z y la
roturaci�n de la tierra en peque�os cultivos
familiares. Viv�an en toldos confeccionados con
cueros y palos o de paja y hojas entretejidas.
Los grupos de chan�s y chiriguanos viv�an en
casas de paja y hojas entretejidas, revestidas
algunas veces de barro, cultivaban ma�z, mandioca
y fabricaban una vistosa alfarer�a.
Los grupos abor�genes que habitaban las monta�as
y los valles de la precordillera proced�an de un
mismo tronco racial, hablando todos la lengua
cacana. Se los denominaba gen�ricamente
diaguitas, convirti�ndose luego en sin�nimo de
calchaqu�.
Eran
sociedades agricultoras que sembraban mandioca,
papa, zapallo y ma�z en los valles y las laderas
de los montes, recurriendo a riego artificial. Su
alimentaci�n la completaba el fruto del algarrobo
(con la que preparaban harina y una bebida
denominada aloja) y la carne de guanaco. Adem�s
de ello fumaban tabaco en pipas de arcilla.
Sus viviendas de piedra de base cuadrada era
recubierta por techos de adobe y agrupadas en
apretados espacios dominados por un pucar�,
fortaleza que serv�a de defensa.
Al oeste, en la puna, los abor�genes atacamas
constru�an sus viviendas con grandes bloques de
piedra que le serv�an para protegerse de las
inclemencias del duro clima de la regi�n. Criaban
guanacos y llamas de las que aprovechaban tanto
la carne y la leche para su alimentaci�n, como la
lana con la que tej�an coloridos ponchos.
La historia de la Provincia de Salta est�
ligada desde los primeros a�os de la colonia,
a los avatares de su ciudad capital, la que
fue fundada el 16 de abril de 1582 por
Hernando de Lerma, gobernador de Tucum�n. Su
primera denominaci�n fue San Felipe de Lerma,
(en alusi�n al rey espa�ol y al fundador) la
que luego se troc� por San Felipe de Salta,
bajo jurisdicci�n de la gobernaci�n del
Tucum�n.
Como la mayor�a de las ciudades del noroeste
argentino su emplazamiento estrat�gico estuvo
ligado a consolidar y proteger el camino real
entre la regi�n del Plata y la del Per�,
continuamente asediado por los ataques de los
abor�genes. As�, la ciudad de Salta tuvo un
r�pido crecimiento que le permiti� en 1585
contar con su primer molino harinero, mientras
que al a�o siguiente se comenzaba a construir
el primer hospital y el Cabildo, finalizado en
1593.
Hacia 1650, Salta contaba con quinientos
habitantes, tres conventos de las �rdenes
jesuita, franciscana y mercedaria; el Cabildo
y molinos aludidos; un colegio primario a
cargo de los franciscanos y uno secundario
administrado por los jesuitas.
Durante la segunda mitad del siglo XVII, Salta
comienza a crecer gracias a su estrecha
relaci�n comercial con Potos�: ma�z, carne
salada, ganado, vino, cebo y otras mercader�as
se traficaban intensamente hacia el Alto Per�.
Pero la prosperidad sobresaltada �nicamente
por los ataques abor�genes, fue sacudida en
1692 por un terremoto que hace entrar en
p�nico a los habitantes de la ciudad.
La reconstrucci�n de la ciudad se vio en
reiteradas ocasiones amenazada por los ataques
de los guerreros pueblos de la regi�n, quienes
en 1736 llegaron a invadir la capital salte�a.
Para 1750 hab�an sido vencidos los grupos de
abor�genes, hecho que termin� de consolidarse
en 1775, cuando los mocov�es del oeste del
Gran Chaco son definitivamente controlados,
tras una campa�a realizada con este objetivo.
Desde 1750 la expansi�n de la econom�a
salte�a, convertida ya en un importante centro
cultural, hizo que la gobernaci�n del Tucum�n
trasladara hacia Salta su capital, la que en
1783, se transform� en la cabecera de la nueva
intendencia del mismo nombre. La intendencia
de Salta inclu�a tanto a esta como Jujuy,
Tucum�n, Santiago del Estero, Tarija, Nueva
Or�n y La Puna y su primer mandatario fue
Andr�s de Mestre, quien cre� un servicio
postal y promovi� la construcci�n de puentes y
rutas.
Como centro art�stico, Salta se destac� a
partir del siglo XVIII como cuna de orfebres y
talladores de renombre, mientras que en 1789
se construye en la capital el primer teatro.
En 1799 Salta contaba ya con un nuevo
establecimiento educativo secundario, hechos
que la iban perfilando como el centro cultural
del noroeste argentino.
Durante los tumultuosos sucesos acaecidos en
el pa�s durante los comienzos del siglo XIX,
Salta participa activamente: env�a tropas para
defender el puerto de Buenos Aires durante las
invasiones inglesas y toma una actitud
receptiva hacia los sucesos revolucionarios
que desde esta �ltima ciudad se gestan a
partir de mayo de 1810.
RELIEVE
La Provincia de
Salta presenta un relieve escalonado en
donde es posible identificar cuatro zonas
geogr�ficas: la puna, la cordillera
oriental, las sierras subandinas y el chaco
salte�o.
La
puna, en la regi�n occidental de la
provincia, es una elevada y �rida meseta
cuyas alturas medias alcanzan los 3800
metros y que se extiende m�s all� de los
l�mites provinciales hasta Jujuy (Puna
juje�a), Bolivia (Altiplano boliviano) y
Chile (Desierto de Atacama). En ella se
encuentran comprendidos los departamentos
de La Poma y Los Andes, flanqueados al
oeste por el macizo andino cuyas
elevaciones, en la regi�n lim�trofe con
Chile presenta alturas como el cerro
Llullaillaco (6739 metros), el volc�n
Socompa (6031 metros) o el volc�n Pocitos
(5020 metros), entre otras.
El l�mite este de la regi�n pune�a lo marca
el encadenamiento monta�oso denominado
cordillera oriental, un sistema de
orientaci�n norte - sur que encuentra su
mayor altura en el nevado de Cachi, de 6380
metros. Este cerro, ubicado en lo que se
denomina como cord�n de Cachi Palermo,
tiene alturas promedio que oscilan
alrededor de los 5400 metros. Otra
elevaci�n importante de la regi�n es el
nevado de Cha�i, de 5896 metros, ubicado en
el l�mite entre las provincias de Salta y
Jujuy.
Descendiendo
hacia el este, las sierras subandinas, con
alturas que promedian los 2000 metros,
marcan el l�mite entre la regi�n de la
llanura y la regi�n andina. La mayor
elevaci�n de esta regi�n es la sierra
Centinela de 2580 metros. En los valles
comprendidos entre las sierras subandinas y
la cordillera oriental, se emplazan las
principales ciudades como su capital,
Salta, asentada sobre el valle de Lerma a
1000 metros de altitud. Otros valles de
importancia demogr�fica y econ�mica son los
del r�o Bermejo (entre este y la quebrada
juje�a) y el del r�o Juramento (en la
ladera oriental de las sierras subandinas).
La regi�n oriental de la provincia est�
dominada por la t�rrida llanura chaque�a,
cuyas alturas van de los 200 a los 500
metros sobre el nivel del mar. La regi�n al
norte del Bermejo corresponde al chaco
central y la que se emplaza al sur de este
cauce h�drico, al Chaco austral. La
presencia de suelos arenosos y rocas
sedimentarias arcillosas dan lugar a
terrenos inundables en el sudeste (ba�ado
de Vi�alito, ca�ada de los Colorados).
Tres son los
principales cauces que conforman la red
fluvial de la Provincia de Salta: los
r�os Pilcomayo, Bermejo y Juramento.
HIDROGRAF�A
El r�o Pilcomayo, de 1125 km de
extensi�n, se origina en las monta�as
orientales de Bolivia y sirve de l�mite
entre Salta y las Rep�blicas de Bolivia
y Paraguay. Su recorrido a lo largo de
la frontera salte�a, toma luego una
direcci�n sudeste hasta su desembocadura
en el r�o Paraguay.
El Bermejo nace en el noreste de Bolivia
en el collado de Mecoya. Al ingresar en
Argentina, por la Provincia de Salta,
sirve de l�mite entre estos dos pa�ses a
lo largo de 90 kms para luego internarse
en direcci�n sudeste. En su primer tramo
en la provincia tiene como afluentes al
Santa Victoria, el Lipeo, el Pescado y
el Iruya. Al recibir las aguas del San
Francisco su curso se orienta m�s hacia
el este y al ingresar al departamento
Rivadavia se divide, recibiendo su curso
principal el nombre de Teuco y Bermejo
el secundario. Tras su nueva uni�n cerca
de la localidad chaque�a de Fort�n
Lavalle, el Bermejo desemboca en r�o
Paraguay en inmediaciones de la ciudad
de Resistencia. Este r�o de 1780 km de
longitud se caracteriza por su color
rojizo debido al limo que transportan
sus aguas.
Por �ltimo, el r�o Juramento, surge en
el embalse Cabra Corral de la
confluencia de los r�os Arias y
Guachipas y constituye el tramo inicial
o salte�o del r�o Salado. Su cauce que
discurre entre los valles de las sierras
subandinas y la cordillera oriental
tiene un gran poder erosivo, lo que ha
permitido poner en contacto las zonas
monta�osas con la regi�n chaque�a
CLIMA
Las grandes elevaciones de la cordillera
oriental marcan un l�mite que divide el clima
salte�o en dos grandes unidades: hacia el este
la �rida regi�n pune�a y hacia el oeste, y
decreciendo por las sierras subandinas, una
regi�n subtropical serrana.
La zona de la meseta pune�a, presenta bruscos
cambios de temperatura entre el d�a y la
noche, con variaciones t�rmicas cercanas a los
20 �C. Las precipitaciones, escasas e
irregulares, no superan los 200 mm de
promedio. Las elevadas alturas caracter�sticas
de la regi�n, suelen provocar apunamiento.
El clima subtropical, propio de las sierras
subandinas, los valles adyacentes y la
planicie chaque�a es, t�rminos generales,
c�lido, h�medo y lluvioso, pero con inviernos
muy fr�os.
En la zona del valle de Lerma, por ejemplo,
donde se encuentra asentada la ciudad capital,
si durante el verano la temperatura media se
eleva a 23 �C, con m�ximas absolutas cercanas
a los 40 �C, en invierno los registros
t�rmicos suelen alcanzar m�nimas de -9 �C.
Las precipitaciones van decreciendo de oeste a
este, registr�ndose en el primero de los
casos, medias de entre 700 y 900 mm anuales,
mientras que en el segundo, las lluvias no
superan los 350 mm anuales.
FLORA Y FAUNA
La diversidad geogr�fica de la Provincia de
Salta ofrece una variedad importante de
especies de flora y fauna que se adaptan a los
distintos biomas presentes.
En la llanura chaque�a oriental crecen
especies de quebracho y algarrobo y en las
zonas m�s secas tunas y otras cact�ceas. Los
animales de la regi�n son los puerco espines,
osos hormigueros, zorros y tapires y aves como
la chu�a de patas rojas y la charata.
A
medida que ascendemos hacia las zonas boscosas
de las yungas van apareciendo especies
arb�reas como laureles, nogales, jacarandaes y
ceibos,
que crecen entre los 200 y 2000 metros y
especies de la selva basal de hojas perennes:
pino del cerro, etc. Por encima de los 2000
metros de altura van apareciendo molles,
quinoas, alisos, nogales criollos, y numerosas
mirt�ceas como el mirto y el eucalipto, entre
otras, que dan vida al bosque m�s tupido, el
bosque montano.
Por encima de los bosques montanos se
encuentran los prados montanos constituidos
por gram�neas y otras hierbas.
Las yungas, en coincidencia con la diversidad
de sus ambientes, estratos de la vegetaci�n y
alturas presenta una variada fauna.
Las aves, que recorren estacionalmente las
zonas altas y bajas de la regi�n, son de las
especies m�s numerosas, destac�ndose el �guila
poma, grandes loros como el guacamayo verde y
el loro alisero, las pavas de monte y los
colibr�es.
De los mam�feros se subraya la presencia de
tapires, pecar�es, corzuelas roja y parda,
agut�es y conejos.
M�s arriba, en los pastizales de altura se
pueden encontrar el huemul del norte, especie
de ciervo aut�ctono en peligro de extinci�n;
hurones; gatos tigre; zorros de monte;
ardillas; monos ca�, etc.
En la zona de alta monta�a donde los pastos
son m�s duros pueden verse los majestuosos
c�ndores desplegar su vuelo.
Las zonas de prepuna se caracteriza por su
vegetaci�n �rida y semanaria, sobre todo en
los bolsones y quebradas andinas. En las zonas
de quebradas m�s altas, de alrededor de 3.000
metros sobre el nivel del mar, aparecen
cardones, mientras en las m�s bajas se
presentan peque�os montes de arbustos como la
jarilla y el atamisque. La fauna en esta zona
est� representada por los tucutucos, cuises,
guanacos, armadillos y pumas.
En la puna, solo se encuentran arbustos
resistentes a la sequ�a y al fr�o, como la
tola, las colinas y la a�agua, mientras que
cam�lidos como llamas, guanacos y vicu�as y
numerosos roedores constituyen su fauna.
ARTESAN�AS
La
tradici�n aborigen y el legado hisp�nico son
las dos fuentes de donde se ha nutrido
tradicionalmente la artesan�a de Salta. Esta
es expresada en el trabajo sobre distintos
elementos entre los que destacan: la cester�a,
los tejidos, la alfarer�a, los trabajos en
cuero, asta, metal, madera y la construcci�n
de instrumentos musicales.
La cester�a es la artesan�a m�s antigua de la
regi�n y est� ampliamente distribuida por todo
el territorio salte�o. As� por ejemplo, en los
departamentos de San Mart�n, Rivadavia y Or�n,
grupos abor�genes realizan trabajos empleando
principalmente la hoja de palma. En Cafayate
se trabaja el simbol, gram�nea de la regi�n,
como as� tambi�n el poleo. En todos los casos
se producen canastos, cestos, abanicos, etc.
Los tejidos salte�os toman su materia prima de
llamas guanacos, vicu�as y ovejas presentes en
las zonas de los valles Calchaqu�es, donde se
producen piezas de vivos colores como colchas,
frazadas, cubrecamas o el tradicional poncho
salte�o de color rojo con guardas negras.
Los abor�genes del Chaco Salte�o trabajan en
el tejido pero bas�ndose en fibras vegetales
como el chaguar, con el que realizan redes de
pesca, fajas, cinturones, prendas de vestir y
otras piezas.
La alfarer�a aborigen tradicional de Salta,
sobre todo la chan�, sobrevive en algunos
puntos como Tuyunti, Aguaray y Campo Dur�n,
donde se produce cer�mica ceremonial (decorada
con motivos geom�tricos o con flores, o
modelada con forma humana o de animales) y
utilitaria (sin pintura y a veces decorada
solo en sus cuellos). En la zona de Cafayate
se producen piezas como tinajas y tinajones.
Art�culos de talabarter�a como monturas de
caballos labradas; guardamontes, coletos,
lazos, rebenques y riendas, trabajados en
cuero crudo sobado y bolsos y carteras se
realizan en toda la provincia, pero
especialmente en el pueblo de Anta. Adem�s
aprovechando las astas de las reses, se
confeccionan estribos, cabos de rebenque,
fustas y gran cantidad de adornos.
Los bosques salte�os brindan la materia para
los trabajos en madera tanto duras como
blandas. Con las primeras se confeccionan
bateas, catres, ruedas para carros y otros
elementos utilitarios, mientras que las
maderas blandas sirven para elaborar arcones,
mangos para cuchillos, cabos de rebenques y
todo tipo de muebles y objetos de adorno.
La producci�n de instrumentos m�sicales en la
ciudad de Salta, Iruya y Santa Victoria, se
orienta a aquellos ligados al folklore de la
regi�n: guitarras, bombos, quenas, charangos
erkenchos, amatas, sikus y violines de los
misachicos
El folclore salte�o tiene fuertes influencias
de corrientes musicales provenientes de Per�,
Chile y Bolivia. Los tradicionales arrieros
que recorr�an la zona comerciando mulas fueron
los principales propagadores e integradores de
los ritmos de estas vastas regiones.
Los ritmos salte�os m�s caracterizados como la
vidala o la zamba tienen en aquellos espacios
su comienzo. La zamba antigua se conoci� en
Lima a comienzos del siglo XIX, de all� pas� a
Chile desde donde entr� a las provincias
andinas argentinas.
El m�sico salte�o Artidorio Cresseri, autor de
"La L�pez Pereyra", escrita a finales de la
d�cada de 1910 es quien dio forma a la zamba
salte�a tal como hoy se conoce, marcando una
l�nea seguida por m�sicos y compositores que
han perfilado esa r�tmica y ese decir tan
caracter�stico de Salta.
Entre los principales instrumentos utilizados
en el folclore salte�o de principios de siglo
se encontraba el acorde�n, el viol�n, la
guitarra, el bombo, la flauta y el arpa,
completados por cajas, charangos, quenas y
sikus.
UN VIAJE AL TREN DE
LAS NUBES (HERMOSO VALE LA PENA VERLO)
VALLES CALCHAQU�ES
DONDE EL PASO DEL
TIEMPO SE DETUVO
Los valles
abarcan tres provincias colindantes: Salta,
Tucum�n y Catamarca.
El sector salte�o est� comprendido por el
valle del R�o Calchaqu� (que corre de norte a
sur) hasta su confluencia con el r�o Santa
Mar�a (que corre de sur a norte). Ambos r�os
confluyen en el r�o las Conchas, ubicado en la
Quebrada del mismo nombre, cerca de Cafayate
(1600 msnm). Las asombrosas formas que
presenta su orograf�a son el resultado de
antiqu�simos movimientos geol�gicos
modificados por la erosi�n.
Alturas de
paisajes que se ti�en de verdes, marrones,
ocres, colorados�valles intercalados
entre moles de piedra
gigantescas� El horizonte se entremezcla
con esos oasis que se embellecen con
r�os y sus quebradas cordilleranas�.
Inmensos. Imponentes. Valles
Calchaqu�es. Valles con historia que nos
encuentran sumergidos en su halo de
misterios ocultos, mientras el sol sonroja
los altos pastos al borde del camino�
CAFAYATE
En �pocas precolombinas antes del
descubrimiento y la conquista, poblaban
los alrededores monta�osos de Cafayate
asentamientos ind�genas diaguitas.
Aproximadamente en el a�o 1480 llegaron
en un primera etapa los incas del Per�, y
en 1535 arribar�an los conquistadores
espa�oles, siendo los abor�genes
lugare�os quienes m�s lucharon
y resistieron. Sus testimonios a�n se
aprecian en localidades como Yacochuga,
Chusca, San Isidro, El Divisadero, y
especialmente en Tolomb�n; encontrando
restos de cer�mica, muros o pircas de
piedra, andenes de cultivo y hasta
pinturas rupestres.
Esta localidad, ubicada en el centro de
los Valles Calchaqu�es de la provincia de
Salta, es reconocida
internacionalmente
por la calidad de sus vinos, la
afabilidad de su clima, la cordialidad de
su gente y la belleza de sus paisajes.
Sin duda el encanto de este bello e
importante pueblo dentro del circuito
calchaqu� se disfruta plenamente
recorriendo sus calles, admirando la
incomparable arquitectura de su Catedral,
la arbolada y florida Plaza Principal, el
pintoresco Viejo Molino de piedra, y los
museos llenos de historia y tradici�n.
Adem�s, el contacto estrecho con la
naturaleza se refleja en las imponentes
cascadas del R�o Colorado, en los
atractivos atardeceres desde el cerro
Santa Teresita, en las blancas y
exc�ntricas arenas de Los M�danos, y en
la inolvidable Quebrada de Cafayate o R�o
de la
Concha, con sus peculiares formas y
colores, donde el viento ha actuado como
h�bil escultor
dando al viajero espect�culos de notable
belleza. Para los m�s aventureros, es
posible intentar alcanzar la cumbre del
cerro San Isidro para apreciar una vista
espl�ndida de todo el Valle Calchaqu�.
Dotado de todo el confort que exige el
turismo moderno, Cafayate cuenta con
hoteles y residenciales de gran calidad,
restaurantes y confiter�as, hospital,
correo, sucursales bancarias,
y todo cuanto se necesita para sentirse
bien.
La visita a bodegas y la degustaci�n de
sus vinos es uno de sus principales
atractivos. Pueden apreciarse delicados
vinos tintos, rosados y blancos, que se
elaboran en bodegas rodeadas de inmensos
vi�edos, que pueden ser visitadas para
adentrarse en los secretos de la
vitivinicultura. Estos vinos gozan de
alto prestigio nacional y han ganado
distinciones extranjeras.
Adem�s, hay campings y es posible la
pr�ctica de diversos deportes.
Finalmente, en esta localidad se celebra
la Serenata a Cafayate, uno de los
festivales de folclore m�s importantes de
todo el noroeste argentino.
Cafayate es toda una convocatoria para el
turismo. D�cese que quien no conoce
Cafayate no
conoce Salta, y algo hay de cierto en
ello.
CATEDRAL DE
NUESTRA SE�ORA DEL ROSARIO
Esta
esbelta Catedral, que se ubica frente al
Plaza Principal, fue dise�ada por el
arquitecto catal�n Pedro Coll entre 1890
y 1895. A su derecha observ�ndola de
frente se ubica la prelatura.
En su interior posee cinco naves, donde
la central es un poco m�s ancha que el
resto; siendo un de los tres �nicos
templos religiosos que posee tantas naves
construidas en su interior.
El templo conserva una imagen de Nuestra
Se�ora del Rosario, que se muestra
sentada, por lo que los cafayate�os la
han bautizado cari�osamente y
respetuosamente "La Sentadita".
En su exterior se
destacan las dos imponentes torres
laterales y las tres atractivas puertas
que comunican con el atrio.
SUPERSTICIONES Y LEYENDAS
DE SALTA
LEYENDAS RELIGIOSAS
En nuestro
pasado hist�rico la fe religiosa ha
recogido multitud de prodigios
sobrenaturales,
tales como los milagros de amor logrados
por San Francisco Solano en su
evangelizaci�n de
los calchaqu�es ; el asombroso
advenimiento del "Cristo del Milagro"
(1592) que se venera en la catedral de
Salta ; el hallazgo de la "Virgen del
Valle" en 1615, en la gruta de Choya,
imagen
que est� en Catamarca, y el prestigio de
los santos que se empecinan en quedarse
en
determinado lugar, que aparecen o
desaparecen de donde no quieren estar,
dando origen a santuarios famoso, a
pueblos y a especiales motivaciones
devotas
LEYENDAS
HIST�RICAS
De la
interpretaci�n de determinados sucesos
hist�ricos, o de testimonios exagerados,
se han derivado interesantes leyendas.
A veces la
interpretaci�n de un hecho hist�rico que
ha impresionado vivamente, supone la
intervenci�n de fuerzas sobrenaturales.
Por ejemplo, la destrucci�n de Esteco, en
1692, por un terremoto, suele atribuirse,
como el relato b�blico, al castigo de su
poblaci�n imp�a.
Otras
veces las leyendas hist�ricas dan relieve
a personajes admirados o temidos,
atribuy�ndoles haza�as, astucias y otros
rasgos singulares.
LEYENDAS
GEOGR�FICAS
Ha sido
frecuente atribuir cualidades humanas o
sobrehumanas a cerros, lagunas y otros
lugares de dif�cil acceso o donde es
f�cil extraviarse. Com�nmente se incurre
en interpretaciones animistas o se crean
n�menes como custodios de dichos lugares.
LEYENDAS DE
LA FLORA
En su
mayor parte estas leyendas son de
car�cter etiol�gico (del griego "aitia",
causa), pues se proponen explicar la
causa u origen de un hecho cierto, como
puede ser el color de una flor, o el
grito de un animal.
Quiz�s la
m�s conocida es la leyenda norte�a del
cacuy, nombre quechua de un p�jaro que en
guaran� llaman uruta� o guemicu�.
Otra
leyenda etiol�gica de este tipo nos llega
de tierras guaran�ticas ; es la de la
flor del mburucuy�, la que los cristianos
llamaron pasionaria, por haber
descubierto en ella los atributos de la
pasi�n de Jes�s.
Otra
leyenda guaran� cuenta de este modo el
origen del irup� o victoria regia, la
bell�sima planta acu�tica.
LEYENDAS
ANIMISTICAS
La
superstici�n popular ha creado n�menes y
mitos numerosos, algunos de los cuales
motivaron conocidas leyendas.
As� como
en los valles calchaqu�es se ten�a a
Llantay por deidad protectora de las
aves, y le hac�an ofrendas los cazadores,
Coquena es considerado m�s al norte, como
numen protector de las vicu�as y
guanacos.
Podemos
nombrar de todo lo citado, el duende, la
pachamama, coquena, la salamanca, la luz
mala, El quirquincho y muchas otras que
podr� consultar algunas en
supersticiones y
leyendas, las cuales iremos
incrementando oportunamente.
Tradiciones y
Celebraciones de Salta
La copla en el Carnaval
Salte�o
 |
Ya se
viene el carnaval
montado en caballo arisco
con
las alforjas cargadas
de
harina y duraznos priscos. |
Es la copla
la que hace del carnaval salte�o su
expresi�n m�s pura. En ella se resume
todo el quehacer del tiempo, su intenci�n
y su dulzura que est�n muy adentro del
hombre que la canta fervorosamente,
cuando la baguala se le vuelve una �ntima
necesidad que su coraz�n no puede contener. Y como si
despertara de un largo sue�o, levanta su
caja y dice:
Este
cantor no se ha muerto
apenas si
se ha dormido
otra vez
lo han despertado
los toros
con su mugidos.
De repente se
pone triste y sale cantando:
Yo siempre
tengo desvelos
a mi
siempre me va mal
yo s�lo
tengo consuelos
cuando
llega el carnaval.
Es tanta la
seguridad y el fervor conque se cantan y
se dicen coplas en esta tierra,
llena de coloridos y de idiosincrasias,
que nadie mezquina contar sus aflicciones
y sus penas, a�n cuando sea el carnaval, al que se lo
espera con nuevos deseos latiendo en el
coraz�n y en las esperanzas de los copleros:
Aunque la noche est� oscura
lo mismo
voy a llegar
porque al
final del camino
tus ojos
me han de alumbrar.
Es cuando los
frutos de esta tierra, que para este
tiempo brindan su m�s c�lido sabor
maduro, que el hombre siente, desde su
antigua ra�z, el deseo pagano y sensual
de abrir su pecho callado para entregarse libre en el
calor de la fiesta, por que hay en su
lento vivir un deseo �ntimo de volver a
repetir el viejo camino de la alegr�a que
ya est� fermentando en las tinajas, donde la chicha y la aloja esperan entrar
por la sangre de los deseos:
Cada vez
que a tu pa�uelo
veo por el
cielo volar
mi coraz�n
que es de brasa
comienza a
chisporrotear.
La espera del
carnaval es ansiosa, dulce casi, como una
necesidad, dom�stica y artesanal; se
preparan tientos, se soban parches y se
trenzan chirleras para que las cajas suenen m�s largo y profundo. El retorno
del carnaval es convocado con estos
deseos:
Vuelve
carnaval por los r�os
que
desbordan su barro en las praderas;
por el
viento que llega hasta las vi�as
en el
verde que cantan los coyuyos
que en la
tarde estival se desenredan;
(nacido
para la m�sica de Am�rica);
por los
dientes de cera de los choclos,
por los
cinco agujeros de la quena,
por la
chicha que hierve en las tinajas,
por el
ruedo sensual de las polleras,
por la voz
del cantor, por las guitarras
encordadas
con luz de las estrellas
donde
crecen los aires de las zambas
y se
queman de acero las espuelas.
Te espero
carnaval, desde mi canto,
con mis
cajas y mis noches bagualeras.
Y baja el
hombre enarbolando su caja, trayendo en
su voz una antigua tonada que el viento
lleva lejos, hasta los horizontes azules,
hasta las carpas bulliciosas y
polvorientas.
Siempre la copla vuelve a decir su
ansiosa necesidad de habitar en la boca
de los cajeros y de andar entre el color
musical de la fiesta:
Que lindo
es el carnaval
que entre
algarrobales crece
a su
sombra el animal
que hay en
mis venas florece.
O esta otra
donde la triste pobreza del cantor no le
queda m�s por decir que:
Mi caballo
sin aperos
sin
estribos ni bozal
yo sin
plata y sin sombrero
en medio
del carnaval.
Pareciera ser
que la albahaca es algo as� como el
s�mbolo femenino y perfumado del
carnaval; que su presencia fresca y
fr�gil incitara a prolongar la fiesta
horas y m�s horas hasta que los primeros rosas del amanecer
comiencen a pintar las lejanas cumbres de
los cerros. Es la albahaca la que, con su delicada
ternura, sirve para la ofrenda galante o
para hacer las veces de intencionado pa�uelo cuando la m�sica
es una zamba que se deja o�r airosa y
elegante, mientras las polleras amplias y
vistosas dejan ver, indiscretas, los
giros de las enaguas. Por
ello y antes de que comience a ajarse
entre las manos de los bailarines, es que
el cajero dice:
Albahaca del
carnaval
que te
codicia la gente
te siembran
las casas pobres
en los
tarritos de aceite
Cantemos
todos, cantemos
con una
albahaca en la oreja
para que
sigan bailando
las chinitas
y las viejas.
El agua,
desde su cristalina y dulce mansedumbre,
juega su limpia quietud en el
violento incendio del carnaval. es como
si desde las altas y lejanas vertientes,
el Pugio bajara hasta las carpas para abrazar y besar al
Pujllay que, desenfrenado y borracho,
canta arrinconado y solo un largo
lamento. Es que las crecientes barrosas y
los oscuros arroyos son parte de este
tiempo que se vuelve, puntualmente,
ceniza y harina en la piel y en el alma
fiestera del pueblo.
Los poetas de
Salta, desde a�os atr�s, vienen cantando
en brillantes y excelentes coplas al carnaval de esta parte de la
tierra americana, dejando testimonio
claro de su vivencia pura y agreg�ndole al cancionero popular
un tono nuevo y exquisito, tal el caso de
Miguel Angel P�rez y Sergio Rodr�guez,
respectivamente, entre muchos:
"Me acord�
que andaba s�lo
antes de
entrar a la carpa
cuando vi que
a mi caballo
le estaba
sobrando el anca."
"La caja no
tiene due�o
ni el que la
toca tampoco
ella me ayuda
a cantar
y es por eso
que la toco."
En la copla
es en donde se manifiesta un limpio y
extra�o deseo de seguir cant�ndole al
carnaval, a�n cuando la muerte del cantor
est� pr�xima e inevitable. Es como si
quisiera continuar caminando por el aire de las
tonadas o que lo alcen en vuelo los
pa�uelos que revolotean un tierral de zapateos:
Si a m� me
gusta cantar
un poco y
de cuando en cuando
el que me
vaya a enterrar
que
tambi�n lo haga cantando
Y todo as�,
en este tiempo de bejucos y de
serpentinas, junto a las �ltimas cigarras
que cierran en verano, con las fragantes
nostalgias de pomos estrujados.
LA YERRA
S
on,
los cerros, cofres que atesoran un sin
fin de historias y leyendas, guardianes
de secretos y culturas de las que poco, y
casi nada, sabemos. Son la casa de un pu�ado de
personas que, aisladas del resto de la sociedad,
se las ingenian para sobrevivir.Entre las
costumbres y tradiciones de esa gente de nuestros cerros est�n las
corridas de animales; es decir la juntada
de cabras, ovejas, vacas y caballos que,
en tropilla, ser�n llevados a los
corrales de pirca; y la yerra, que es todo lo relativo a la marcada y de
los animales.
Cuando ello
sucede; es todo un acontecimiento y el
due�o de los animales organiza una gran fiesta muy provista de
carne y de vino, a la que asisten los organizadores, parientes e invitados.
Si alguno de
los que participa en la yerra
tiene un San Marcos o San Juan, lo lleva a la fiesta para que sirva de
protector a la majada de ovejas, por ser
estos santos abogados y protectores de
los animales, las im�genes son colocados
en un lugar destacado, desde donde puedan
dominar todas las actividades que se han
de llevar a cabo.
Cuando
comienza la "se�alada", se eligen parejas
de animales con el objeto de casarlos,
los adornan para ello con flores de
diversos colores colocadas sobre el
cuello o los cuernos de los animales, les
hacen tomar aguardiente o vino con
hojitas de coca, y con tierra del corral les marcan una
cruz en la frente y pronunciando unas
palabras los casan.
Luego del
"casamiento de animales" el due�o de la
corrida anuncia el comienzo de la se�alada y marcada, se le entregan,
al due�o o due�a de los animales, las
orejas de los se�alados que van a ser
enterradas en hormigueros para que la
hacienda se multiplique y robustezca.
C
on
el fin de la marcada, casi siempre, la
due�a de la casa u otra matrona hace rezar algunas oraciones, hecho esto los
participantes felicitan al due�o de la casa y comienza
la comida y la bebida hasta la ebriedad total. Toda la
fiesta est� animada por el canto -
acompa�ados por cajas copleras, violines
y algunas guitarras - y el baile.
Presenciar
este espect�culo, en las soledades de los cerros, es toda una
vivencia, y para ellos es un evento casi
religioso, aparte de ser un
acontecimiento social por excelencia
EL SE�OR Y LA VIRGEN DEL
MILAGRO
El origen de
las imagenes se remonta al a�o 1592,
�poca en que el Obispo de Tucum�n fray Francisco de Victoria
concretara la donaci�n al pueblo de Salta
de la imagen de Cristo crucificado, cuyo
destino ser�a la Iglesia Matriz de la
ciudad. La llegada a tierras americanas
de la imagen fue seg�n los relatos
aut�nticamente milagrosa.
En junio de 1592 la imagen lleg� flotando
en un caj�n al puerto de El Callao, Per�,
junto a otro que conten�a una imagen de
la virgen del Rosario destinada al
convento de Sto. Domingo, en C�rdoba.
Jam�s se supo qu� embarcaci�n las trajo
desde Espa�a.
Desde Lima emprendieron viaje a su
destino a lomo de mula y una vez en
Salta, la imagen del Cristo fue depositada en la
sacrist�a de la iglesia matriz y no fue
objeto de veneraci�n por espacio de cien a�os.
En el a�o 1692 la
imagen de Inmaculada Concepci�n de Mar�a,
que luego se
llamar�a Virgen del Milagro, se
encontraba a tres metros de altura en un
nicho del retablo del
Altar Mayor. Cuenta la historia que aquel
13 de septiembre, despu�s de los fuertes
y
reiterados temblores que destruyeron la
ciudad de Esteco y fueron percibidos con
singular intensidad en la ciudad de
Salta,, se encontr� la imagen de la
Inmaculada en el suelo sin que sufrieran
da�o su rostro y manos y seg�n la
tradici�n perdi� los colores del rostro
que qued� pardo y macilento. La imagen
fue llevada a la casa del alcalde
Bernardo Diez Zambrano donde se or� toda
la noche.
Al d�a siguiente, 14 de septiembre, se
coloc� la imagen, que todos quer�an
venerar, en el exterior de la Iglesia
Matriz donde continuaron los cambios de
colores del rostro y fue entonces cuando
muchos fieles comenzaron a
llamarla �del Milagro�. Una nueva
historia empezaba para esta sencilla
imagen y para los salte�os., que jam�s
abandonar�an su culto y su devoci�n Seg�n
la tradici�n oral y el exhorto de Ch�vez
y Abreu, el padre jesuita Jos� Carri�n
recibe la revelaci�n de que el Santo
Cristo Crucificado de la Iglesia Matriz,
que ten�an sin devoci�n y sin sacarlo en
procesi�n, habr�a perdonado a Salta a
pedido y s�plica de la Madre de Dios del
Milagro.
Los padres jesuitas recordaron al Santo
Cristo y lo liberaron de su encierro; lo
colocaron frente a la iglesia que la
Compa��a de Jes�s ten�a en el centro de
la ciudad. La imagen fue sacada en
procesi�n por los fieles salte�os con el
ruego de que cesaran los temblores,
lo que finalmente ocurri�.

Cuadro de
Aristines Papi (Primera Procesi�n � 1939)
Al
amanecer del d�a 14 la tierra dej� de
temblar, volvi� a estremecerse a la
noche, en medio de procesiones y
rogativas. Al cesar los estremecimientos,
el d�a 15 renaci� la calma y con ella se
comenz� a hablar del "milagro",
designando a la Inmaculada como Virgen
del Milagro.
En 1902 y por
iniciativa del Obispo Linares, las
im�genes fueron coronadas en presencia de
altas autoridades de la Iglesia, venidas
desde Roma.
El Milagro es
pues la m�s antigua y tambi�n la m�s
actual manifestaci�n de fe de Salta, la
cual no conoce otro acontecimiento
festivo de la antig�edad, masividad y
capacidad de inclusi�n de �ste.
Hasta la
llegada de Monse�or Tavella las im�genes
del Se�or y Virgen del Milagro estaban
tapadas por una cortina que se corr�a los
viernes y s�bados respectivamente porque
se consideraba que este culto no era cosa
de todos los d�as. Y as� llegamos a
nuestros d�as, en que el culto a las
im�genes del Milagro es la festividad m�s
importante
para la Ciudad, a la que no solo asisten
todos los salte�os, sino fieles de
Provincias vecinas
y la imagen de la Virgen se ha convertido
en la Protectora de la Ciudad.
Los cultos
del Milagro se celebran entre los d�as 6
y 15 de septiembre de cada a�o. La
Novena, ha sido compuesta en 1760 por el
Presb�tero Dr. Francisco Javier Fernandez,
y su
rezo tiene lugar entre los d�as 6 y 14
de septiembre. El solemne Triduo se
realiza en la
Catedral Bas�lica de Salta los d�as 13,
14 y 15 de septiembre de cada a�o.
Los d�as 15
de septiembre, las Santas Im�genes
recorren en procesi�n las calles
de la ciudad, acompa�adas de cientos de
miles de fieles, en una de las
expresiones populares
m�s importantes de la Argentina
La im�gen
de la Virgen:
La
imagen de la Virgen del Milagro
representa a Mar�a de pie sobre la luna
en cuarto creciente aplastando el drag�n
que enrosca por delante su cabeza y cola
aseteada (con forma de flecha).
La
procedencia de la imagen no
est� determinada, pero su an�lisis
muestra que la cabeza y las manos son de
distinto origen al cuerpo tallado, al que
fueron a�adidas.
Inicialmente la Virgen del Milagro
fue una Inmaculada de bulto completo con
manto, todo tallado en madera. Esta
imagen fue labrada nuevamente para
hacerla articulada y poder vestirla con
indumentarias de tela. Al respecto,
Monse�or Toscano escribi�: �La novedad
que todo lo invade, comenz� por ponerle
vestidos de tela, costumbre que se ha
perpetuado hasta hoy,
desperfeccion�ndosele, con este motivo,
algo de la cabeza para acomodarle pelo
postizo, y los brazos para hacerlos
susceptibles de ser cubiertos de ropa�.
El ajuste a la nueva moda fue realizado
por Tom�s Cabrera, como consta en la
tarjeta orlada sobre el pecho que dice:
�Tom�s Cabrera, la encarn�. A�o 1795�.
(Encarnar
significa darle color carne a las
esculturas, y nada tiene que ver con el
tallado del cuerpo completo). La t�nica
tallada est� ornamentada con finas
l�neas de oro sobre pintura que simulan
brocato y una ancha faja de pan de oro en
su borde inferior.
LA PACHAMAMA
P
ara
los Quichuas, Madre tierra, deidad m�xima
de los cerreros peruanos, bolivianos,
y del nordeste Argentino. Ad�n Quiroga
acota que Pacha es universo, mundo,
tiempo, lugar, mientras que Mama es
madre. La Pacha Mama, agrega, es un dios
femenino, que produce, que engendra. Su
morada est� en el Carro Blanco (Nevado de
Cachi), y se cuenta que en la cumbre hay
un lago que rodea a una isla. Esta isla
es habitada por un toro de astas doradas
que al bramar emite por la boca nubes de
tormenta. Seg�n Rigoberto Paredes el mito
de la Pacha Mama debi� referirse
primitivamente al tiempo, tal vez
vinculado en alguna forma con la tierra:
el tiempo que cura los dolores, el tiempo
que distribuye las estaciones, fecunda la
tierra. Pacha significa tiempo en
lenguaje kolla, pero con el transcurso de
los a�os, las adulteraciones de la
lengua, y el predominio de otras razas,
finaliz� confundi�ndose con la tierra.
Alfredo Moffat,
agrega que "Respecto a las teor�as
explicativas de la naturaleza y de las
religiones nativas, la t�cnica
metabolizadora del sistema de poder ha
re-formulado la
metaf�sica originaria de nuestras
poblaciones nativas; la Iglesia Cat�lica
ha ido llenando en nuevos moldes
cat�licos y europes las antiqu�simas
estructuras m�ticas de nuestro pueblo
no-europeo. Un ejemplo t�pico de este
re-moldeo de mitos lo constituyen las
fiestas anuales de celebraci�n de la
Virgen Mar�a en Salta y Jujuy, donde,
pese a la imagen de la virgen y al
sacerdote que guia la columna, la
ceremonia corresponde m�s a
los
rituales ind�genas de la
Pacha Mama que a la europea Virgen Mar�a,
pues el consumo de coca y alcohol, el
regar con aguardiente y el enterrar
ofrendas de comida alrededor de la
imagen, corresponde al culto
pagano-ind�gena de la Pacha Mama y no al
ritual cristiano-europeo de la Virgen que
no tiene relaci�n con las ceremonias de
fecundidad de la tierra, y mas bien niega
toda idea de fertilidad, pues consagra a
la virginidad como propuesta. Propuesta
que, por otra parte no tiene sentido en
la cultura quechua, que por el contrario,
tiene instituciones pre-matrimoniales
como el "irpa-Sirse" (casamiento de
prueba) que anulan el valor de la
virginidad. Esta est� evidentemente
relacionada con el concepto de propiedad
privada, que no existe tampoco en las
organizaciones comunitarias ind�genas,
verdaderas cooperativas de trabajo."
El primero de
agosto es el d�a de la PACHAMAMA. Ese d�a
se entierra en un lugar cerca de la casa
una olla de barro con comida cocida.
Tambi�n se pone coca, yisca, alcohol,
vino, cigarros y chicha para carar
(alimentar) a la Pachamama. Ese mismo d�a
hay que ponerse unos cordones de hilo
blanco y negro, confeccionados con lana
de llama hilando hacia la izquierda.
Estos cordones se atan en los tobillos,
las mu�ecas y el cuello, para evitar el
castigo de la Pachamama. (Extra�do del
relato de un pastor colla de Yav�, Jujuy.
En: Vidal de Battini, Berta).

Fuente:
Diccionario de Mitos y Leyendas -
Equipo NayA |
LA APACHETA
"Mand� Topa Inga Yupanqui que los
yndios de tierra caliente o los yndios de
la cierra fuesen a lo callente, llegasen al apachita [adoratrorio]. En ello
adorasen al Pacha Camac [creador del
universo] y por se�al amontonasen piedra; cada qual llevase una piedra y lo echasen
en ella y por se�al dexasen flores o paxa
torcido a lo esquierdo. Hasta
oy lo hazen los yndios deste rreyno este
uicio de apachita."
Felipe Guam�n Poma de Ayala (1613):236.
Al llegar don Tom�s al abra
pacientemente se baj� de su mula, sac� de
las alforjas una piedra b
lanca
recogida en el camino, una botella de
ginebra y un paquete de cigarrillos,
mientras masticaba el acullico de coca como
queri�ndole extraer todo el zumo a las hojas. Se dirigi� hacia la
apacheta, se arrodill� con un sublime
respeto y deposit� la piedra en ella. El
silencio se adue�� del paisaje y hasta el
viento ces� como
respetando la ancestral ceremonia del
anciano. Tom�s
abri� la botella de vidrio verde y roci�
la bebida alcoh�lica sobre el mont�culo
de piedras, ech� un sorbo y la dej� al
costado; escupi� el acullico de coca
sobre la apacheta y encendi� un
cigarrillo mientras en sus labios se dibujaba la palabra
pachamama. Luego de unas pitadas, corri�
una roca de la base de la apacheta y
sobre el arenoso terreno introdujo el cigarrillo
encendido con el filtro enterrado, como queri�ndole dar de fumar
a la tierra. Sac� de su bolsillo un pu�ado de hojas de coca,
seleccion� dos o tres y tom�ndolas con
las dos manos, mientras rezaba en voz baja una oraci�n, estir� los brazos
dirigi� las hojas y su mirada hacia el
cielo primero y luego hacia la apacheta,
repitiendo esta acci�n r�pidamente unas
tres veces, finalmente deposit� las hojas
entre las blanquecinas rocas del p�treo
altar. El cigarrillo se hab�a consumido.
El anciano se incorpor�, recogi� la
botella y la introdujo en la alforja,
ci�� la montura de su animal aprest�ndola
para el descenso, mont� la mula y
rompiendo el silencio dijo �sigamos!. El
viento, cual c�mplice del rictus empez� a soplar
y el atardecer dibujaba largas sombras en
el quebrado paisaje. Todo parec�a estar preparado para este di�logo
tel�rico entre el anciano y la madre
tierra, cuyo interlocutor parec�a ser la apacheta.
En el mundo andino la roca es un objeto
de culto, que posee un simbolismo y
trascendencia dif�ciles de comprender para nuestra mentalidad
citadina. Las principales huacas
(santuarios o adoratorios) de las
culturas precolombinas fueron de roca,
sobreella plasmaron lo que hoy
denominamos pinturas rupestres y
petroglifos, construyeron geoglifos (motivos y dibujos realizados
con rocas sobre el paisaje), las tallaron
finamente y realizaron construcciones
monumentales, tambi�n muchos de sus
�dolos eran p�treos, sin contar las
monta�as y pe�ascos
�Qu� son las
apachetas y d�nde se encuentran?
Las apachetas
son mont�culos artificiales formados por
la acumulaci�n intencional de rocas de
diferentes tama�os que puedan ser transportadas por
lo hombres; su forma es m�s o menos
c�nica y se encuentran ubicadas a los costados de las sendas y
caminos de la cordillera. Generalmente se
hallan en las abras, portezuelos, partes altas de una cuesta y
escasamente en lugares llanos.
Los tama�os
de las apachetas son muy diversos, ya que
van desde peque�os mont�culos de escasos
cent�metros de altura con respecto al suelo, hasta
enormes vol�menes rocosos cuya base puede
llegar a tener un di�metro aproximado de 10 metros y una altura de
tres metros; tal es el caso de la
apacheta del abra del Acay, una de las m�s grandes conocidas en los
Andes. Poseen una base amplia debido a
los permanentes derrumbes y a que no es costumbre reconstruirlas.No existen
estudios cient�ficos realizados sobre las
apachetas y muchas veces se las
confunde con los mojones, que son similares pero guardan
importantes diferencias morfol�gicas y
funcionales, siendo �stos m�s comunes y
numerosos que las apachetas.
Las apachetas
son objetos din�micos en tanto crecen por
el aporte de rocas de los caminantes y su
tama�o est� directamente relacionado con
la transitabilidad de la comarca.
Por lo
general est�n formadas por rocas de
colores claros provenientes de otros
lugares, las que son transportadas por los viajeros con la finalidad de ser
depositadas en esos espacios de altura
consagrados al culto. Entre las rocas se pueden observar algunas ofrendas
modernas como botellas de vidrio, latas
de conservas, acullicos de coca, colillas de cigarrillos y huesos
de animales. Existen adem�s objetos
arqueol�gicos pertenecientes a las culturas precolombinas, tales como restos
de cer�mica, lascas e instrumentos
l�ticos entre los m�s comunes.
Los espacios
donde se emplazaron las apachetas, fueron
y son considerados sagrados. Lugares
construidos y espacios organizados por determinados
grupos sociales, quienes los dotaron de
significaci�n y, a trav�s de los ritos, renuevan permanentemente su
vigencia en el tiempo y confirman su
necesidad social. El an�lisis del lugar donde se construye la apacheta
tiene sentido porque fue cargado de
sentido, porque en �l se identifican los individuos y se
relacionan, compartiendo una historia en
com�n.
El
antrop�logo Marc Aug� identifica a �ste
tipo de lugar como "lugar antropol�gico",
es decir, una "...construcci�n concreta y simb�lica del espacio que no
podr�a por s� sola dar cuenta de las
vicisitudes y de las contradicciones de la vida social pero a la cual se
refieren todos aquellos a quienes ella
les asigna un lugar, por modesto y humilde que sea. Justamente
porque toda antropolog�a es antropolog�a
de los otros, en otros t�rminos, que el
lugar, el lugar antropol�gico,
es al mismo tiempo principio de sentido
para aquellos que lo habitan y principio
de inteligibilidad para aquel que lo observa." (Aug�, 1995:58).
Al estar
demarcando cambios espaciales, se
desprende con cierta claridad los
principios de percepci�n cultural relacionados a l�mites
transicionales (punqu) como as� tambi�n a
la noci�n de encuentro (tinqu), por ello, en estos lugares es donde se realizan
peticiones y se entregan ofrendas a estos
marcadores espaciales que indican el t�rmino de un espacio y el
inicio de otro. Las peticiones que se
realizan en las apachetas est�n muy relacionadas con el viajero y
obviamente con las sendas y el camino, ya
que las mismas se relacionan con el descanso, las fuerzas para
continuar, la protecci�n, la salud y el
permiso para ingresar a un lugar nuevo.
(Galdames Rosas. 1990: 21).
Respecto a la
elecci�n del lugar de ubicaci�n de las
apachetas, el investigador Mostajo opina
que: "...las apachetas no se�alan los puntos m�s
altos, sino los lugares desde los cuales
uno descubr�a un nuevo horizonte o un accidente capital de la
naturaleza". (citado en Hyslop 1992:
204).
La Lic. Mar�a
Cristina Bianchetti con relaci�n al
origen de las apachetas opina que el
mismo se encuentra en los "osnos" o altares de sacrificios; "Al
respecto dice Santa Cruz Pachacuti que
Sinchi Ruca Inca. 2da. Inca, al hacer la conquista de los territorios
enviaba a sus capitanes e indios con la
orden de construir en las quebradas 'Usnus' que 'son unas piedras puestas
como estrado'. Se le dio el nombre de 'apachita'
'y los puso un rito que cada pasajero pasase con piedras
grandes para dejar para el dicho efecto
necesario ya declarado' ...Y que 'todos los soldados los echasen las
cochachos [bolos de coca o acullico],
cocas mascados al cerro por donde pasaron'. La creencia general era que
'los apachitas (...) respond�a 'Norabuena'
...', permiti�ndoles continuar el camino sin dificultades.". (Bianchetti,
1993:14).
Pachacuti
Yamqui (1613) opinaba que la apacheta era
una invenci�n de los incas; apoyando esta
opini�n el arque�logo John Hyslop (1992) comenta al
respecto que "...su distribuci�n es a
grandes rasgos similar a la del territorio mismo del Tawantinsuyu, y su
construcci�n puede haberse difundido con
el crecimiento del sistema vial inkaico".
Es sabido que
los incas se preocuparon en dividir,
amojonar y marcar de alguna manera el
espacio geogr�fico, no obstante, no existen
suficientes pruebas arqueol�gicas ni
documentales como para afirmar que las apachetas surgieron y se
distribuyeron con los Incas.
Por lo
antedicho se puede inferir que la
localizaci�n de apachetas responde a
ciertos patrones, por lo que resulta factible su reconocimiento y ubicaci�n
espacial. Por otra parte queda clara la
funci�n religiosa y ritual de estos mont�culos y su relaci�n con las sendas y
caminos. Por �ltimo, las caracter�sticas
constructivas, la selecci�n deliberada de rocas, los objetos
depositados como ofrendas (actuales y
arqueol�gicos) y el "dinamismo" o
"crecimiento" directamente proporcional a
la transitabilidad de personas por el
lugar, hacen de la apacheta un objeto inconfundible. Todosaquellos
mont�culos que no posean estas
caracter�sticas no son apachetas, sino mojones.
La apacheta,
detr�s de su sencilla forma, atesora
secretos de la cultura americana que
posiblemente nunca lleguemos a conocer ni comprender.
Don Tom�s
Apaza nos permiti� presenciar su ofrenda
en un abra ubicada en los contrafuertes
del Nevado de Cachi y nada m�s. Solo silencio y miradas
de connivencia.
Hoy, �l forma
parte de la tierra a la que tanto respet�
y vener� durante su vida. Soterradas
quedaron las oraciones aprendidas de sus antepasados,
como tambi�n el secretode las apachetas.
tomado de :
http://www.portaldesalta.gov.ar/copla.htm